La unidad se construye en torno al Sucesor de Pedro

Es visible el disgusto que muchos católicos sienten frente a las actitudes y algunas declaraciones del Papa Francisco. Después de la abundante doctrina de Juan Pablo II y de la admirable altura y precisión de lenguaje de Benedicto XVI, un buen número de expresiones y gestos del Papa Francisco parecen insuficientes o demasiado próximos a una interpretación contraria a nuestra fe. Creo que puedo entender el malestar de quienes sienten de esa manera.

Por otro lado, hay palabras y acciones de Francisco que han tenido un impacto muy grande en personas que ven sencillez, cercanía y caridad donde a menudo sólo habían encontrado dureza y puertas cerradas. Es verdad que algunos católicos más afectos a la tradición siempre pueden decir que toda la simpatía que Francisco despierta se debe a que le hace el juego a los valores y modas de este mundo pero yo creo que esa es una acusación simplista e injusta. Su estilo de vida llano y sobrio no es una pose. Su amor por los excluidos, los enfermos y los pobres no es ideología, a menos que veamos también ideología en las multitudes que se volcaban sobre la persona de Cristo. Su anhelo de abrir un camino, algún camino, a todos los que pueden sentirse rechazados puede parecer exagerado y puede poner a temblar a quienes amamos la hermosura doctrinal de nuestra fe católica pero no podemos negar que Jesús, estando rodeado de una multitud de judíos, elogió la fe de un centurión romano.
Así pues, yo creo en la buena intención del Papa Francisco y creo que la inmensa mayoría de los ataques a su estilo, en forma de rechazo, o sobre todo de ironía y burla, igual se podrían aplicar a muchos grandes santos o incluso a Nuestro Señor Jesucristo. Haz el ejercicio de burlarte de los comienzos de la obra de San Juan Bosco, de Santa Catalina de Siena, de San Pedro Claver o de San Ignacio de Loyola. ¿Debo dar ejemplos específicos de tales ataques? Lamentablemente burlarse es barato y fácil. Lo difícil es construir mientras otros se burlan y critican.

¿Ha hecho todo bien el Papa Francisco? Él mismo reconoce que no. Reconoce que se equivoca; que pide consejo; que pide oraciones; que tiene confesarse, como todos. ¿Si volviera a empezar su pontificado haría todo del mismo modo como lo ha hecho? Estoy seguro que no. Es un hombre inteligente y capaz de crecer en sabiduría. Pero él está convencido de que la Iglesia no puede simplemente encerrarse en los muros de sus verdades y condenas para luego dedicarse a consumir el Evangelio que esta destinado a todos: todas las naciones y todos los hombres y mujeres.

Yo no estoy canonizando en vida al Papa Francisco. Cuando creo en conciencia que podría ser mucho más claro en algunas de sus palabras, o cuando creo que faltó un gesto decisivo en alguna de sus intervenciones o visitas apostólicas, sufro. Pero mi sufrimiento no me aparta de la certeza de que Jesucristo mismo está orando, ahora mismo, con ternura y poder infinitos, por la persona del Sucesor de Pedro. Y lo que hago es unirme a la oración del Señor. y eso es lo que pido para el Papa, como él mismo pide con frecuencia: oración.

La unidad entre los cristianos solamente se construye en torno al Sucesor de Pedro. Así que: corra abundante nuestra oración rodeándole, con la humildad de quienes recibimos el don de ser parte del Cuerpo cuya cabeza visible es él, y con la caridad de quienes entendemos la fragilidad y responsabilidad que pesan sobre sus hombros.