Algo más sobre la muerte y el morir

No tengas miedo a la muerte. -Acéptala, desde ahora, generosamente…, cuando Dios quiera…, como Dios quiera…, donde Dios quiera. -No lo dudes: vendrá en el tiempo, en el lugar y del modo que más convenga…, enviada por tu Padre-Dios. -¡Bienvenida sea nuestra hermana la muerte!

¿Ves cómo se deshace materialmente, en humores que apestan, el cadáver de la persona querida? -Pues, ¡eso es un cuerpo hermoso! -Contémplalo y saca consecuencias.

Me hablas de morir “heroicamente”. -¿No crees que es más “heroico” morir inadvertido en una buena cama, como un burgués…, pero de mal de Amor?

Tú -si eres apóstol- no has de morir. -Cambiarás de casa, y nada más.

Más pensamientos de San Josemaría.

Postrimerías

“Esta es vuestra hora y el poder de las tinieblas”. -Luego, ¿el hombre pecador tiene su hora? -Sí…, ¡y Dios su eternidad!

Si eres apóstol, la muerte será para ti una buena amiga que te facilita el camino.

¿Has visto, en una tarde triste de otoño, caer las hojas muertas? Así caen cada día las almas en la eternidad: un día, la hoja caída serás tú.

No has oído con qué tono de tristeza se lamentan los mundanos de que “cada día que pasa es morir un poco”? Pues, yo te digo: alégrate, alma de apóstol, porque cada día que pasa te aproxima a la Vida.

A los “otros”, la muerte les para y sobrecoge. -A nosotros, la muerte -la Vida- nos anima y nos impulsa. Para ellos es el fin: para nosotros, el principio.

Más pensamientos de San Josemaría.

Para ser libres, 3 de 4, Liberados del poder de la muerte

[Predicación en un Encuentro organizado por la Asociación Católica “Jesús, en Ti confío” de Bucaramanga, Colombia.]

Tema 3 de 4: Liberados del poder de la muerte

* Cristo resucitó y vive: tal es la afirmación central de nuestra fe.

* “Creemos en la resurrección de la carne,” decimos en el Credo. Afirmamos que la victoria de Cristo es también victoria en nuestra historia personal y en nuestro cuerpo.

* Pero vencer a la muerte no es solamente preocuparse de lo que sucede cuando acaba la vida. Durante la vida, uno retiene la vida misma, y no la entrega, precisamente por la certeza de perderla. Es así como la muerte arruina la vida: nos hace cobardes para amar, para servir, para darnos.

* Los mártires nos enseñan qué sucede cuando uno sabe que la muerte está vencida.

Afrontar la muerte

Buenas tardes Padre. Para mi ha sido todo muy difìcil ùltimamente porque me he estado dando cuenta de todo lo que sucede en el mundo… y mas cercano en Medellìn… Desde que la mamà de mi novio falleciò por un càncer de pulmòn a los 51 años, una mujer joven que me hubiese gustado conocer muchìsimo màs, que se notaba que era feliz y una gran persona y mujer, que no alcanzò a ver lo que màs querìa ver en la vida que era ver a su hijo graduarse… he empezado a abrir los ojos y a entender que en la vida en cualquier momento pasan situaciones desastrosas que nos pueden dar un giro de 180º … siempre le he temido de sobremanera a la muerte de mi familia.. y no me siento en capacidades de afrontarlo en algùn momento. Siempre se me ha dificultado creer en la vida despuès de la muerte aunque siempre he creido bastante en Dios y la Virgen, pero ùltimamente tengo una revoltura en la cabeza que no sè què pensar. Le agradecerìa mucho que me aconsejara y me desenredara un poco la cabeza y el corazòn Gracias por guiarnos a todos en la fe y le pido que ore por nosotros, yo tambièn orarè por usted. — M.I.

* * *

Ante todo: cuenta con esa oración.

Es bueno que sientas alguna dificultad en aceptar una vida después de esta tierra. Esa dificultad es buena en la medida en que te recuerda que esa vida no es una simple prolongación de esta, como si simplemente se cambiara el escenario y continuara la película. Como han explicado varios santos, y entre ellos el primero San Pablo, es inmensa y superior a la mente humana la distancia que separa “esta” vida de “esa” vida.

El problema conceptual mayor es que la vida después de la muerte no tiene tiempo, y por eso es, estrictamente hablando, imposible de imaginar. La imaginación, en efecto, está anclada en las “imágenes” que elaboramos a partir de los sentidos, y estos perciben lo material, que depende por supuesto del tiempo y el espacio. Obviamente eso no aplica para la vida eterna, entonces nuestra gran aliada para “visualizar” las cosas, es decir, la imaginación, resulta inútil cuando no estorbosa y adversa, cuando se trata de hablar del cielo o del infierno.

De ahí por cierto surgen las imágenes o imaginaciones burlescas sobre la eternidad, y los comentarios que ridiculizan lo que en verdad es muy santo. Preguntas irónicas como aquella: “¿Además de cantar “Hossana, Hossana” todo el día, que más hacen los ángeles en el Cielo?” Obsérvese que esa frase está montada sobre la suposición de que hay un reloj, un tiempo, una secuencia en el cielo, y eso es exactamente lo que NO hay. Por eso advirtió san Pablo: “NI el ojo vio, ni el oído oyó, ni vino a la mente del hombre lo que Dios ha preparado para los que lo aman.”

De modo que la imaginación no es una ayuda en este caso para la fe.

Cosa que no es nueva: la imaginación no es ayuda para acercarnos a la mayor parte de los misterios. ¿De verdad ayuda imaginar a Dios creando el universo? ¿Esa clase de antropomorfismos (inevitables) explica algo o más bien nos expone, de otra forma, al ridículo y la caricatura? O con respecto a al Eucaristía: ¿Ayuda en algo la imaginación para afirmar que en la Eucaristía está presente Cristo con su cuerpo, su sangre, su alma y su divinidad?

La base de nuestra fe no es que las cosas sean “imaginables” sino que hemos recibido testimonio fidedigno que nos lleva a afirmar lo que supera nuestra capacidad misma de comprender.

Por eso mismo es difícil afirmar qué tan “justa” o “injusta” es una muerte. Por hacer una comparación infantil: el niño pequeño que es dejado por la mamá en la escuela se siente “injustamente” abandonado. Pasan los años, y entiende que fue un gran bien recibir lo que recibió en esa escuela.

Es normal que sintamos como injustas muchas muertes porque nuestra mirada ve la mitad, o menos, de la historia completa. Con un poco más de madurez y de tiempo, ya incluso desde esta vida, a menudo llegamos a entender las cosas de otro modo.

Bendiciones, y que el Señor nos ilumine con su gracia.

No pudo la muerte

No pudo la muerte,
no pudo vencer:
¡venció el Nazareno,
venció Cristo Rey!

1. Los clavos y espinas,
la cruz y la hiel,
son claras señales
que no hay que esconder.

2. La Sangre abundante
que cubre su piel,
invita con fuerza
a confiar y a creer.

3. Que nadie se espante
por ver padecer
al que hizo portentos
librando a Israel.

4. Jesús es su Nombre
nacido en Belén,
humilde, obediente,
creció en Nazareth.

5. Llegada la hora
fue a Jerusalén
su muerte ha vencido
a la muerte también.

6. Hoy canta “¡Aleluya!”
aquel que tiene fe
y hoy responde el Cielo:
“¡Aleluya, amén!”

Sabia Cristo sobre su forma de muerte?

Estoy recibiendo un curso de Cristología, me gusta mucho… Ayer debatíamos sobre algunas cosas, tengo mi opinión, pero me gustaría saber que piensa al respecto:

1. Sabía Jesús que iba a morir?
2. Sino es así, cuándo se enteró?
3. Sabía cómo iba a morir?
4. La Cruz ya estaba destinada por Dios padre para la muerte de Jesús?

Espero me pueda orientar, he leído ya algunos numerales del CIC y también otro libro de Cristología aparte del que estamos leyendo en el curso. Pero aun no tengo seguridad acerca de las respuestas… Mil gracias, saludos desde Guatemala!

* * *

Saber que uno muere es algo que sucede relativamente pronto en la infancia. La afirmación de la verdadera humanidad de Cristo y lo que dice San Lucas, que él creí en edad, sabiduría y gracia, hace suponer que tuvo esa conciencia en algún momento de su edad consciente.

No es ilógico suponer que Cristo vio venir la muerte de Cruz. Era la muerte reservada para los rebeldes al imperio, y como aquellas autoridades judías no podían dar muerte por sí mismos, era lógico que mataran por mano de los romanos, y eso apuntaba hacia la Cruz.

La palabra “destino” tiene muy poco lugar en una perspectiva genuinamente bíblica y de fe cristiana. “destino” suena a alguien que ya vio la película y que cuenta el final, o que manipula las cosas para que acontezca algo. La manera como Dios obra no es esa. pero hay algo que podemos asegurar: de esa manera de muerte vino gran gloria para el Hijo y para Dios, su Padre; y vino gran bien para nosotros.

Es la muerte la aniquilacion del hombre?

Así pudiera creerse al contemplar la descomposición de un cadáver. ¿Qué queda de él? «La rosa ha vivido el tiempo de las rosas, apenas una mañana».

Si la muerte es tan lógica para el hombre como la caída de los pétalos de una rosa, ¿de dónde ese horror instintivo que nos inspira, y cómo explicar ese extraño deseo de inmortalidad, que es para nosotros como una segunda naturaleza?

Existen las realidades invisibles

El hombre no se reduce a lo que de él vemos. Sabemos que posee una potencia de la que carecen los animales: una inteligencia bien real y original, capaz no sólo de construir, sino de reflexionar e inventar. Esta inteligencia creadora escapa al mundo de los sentidos, no tiene olor ni gusto ni color. Es capaz de ideas, como la justicia, el bien y el honor, que están más allá del mundo material.

Sería precipitado que, por no ver el espíritu en acción tras la muerte, afirmáramos que ha dejado de existir.

Si durante un concierto de piano, a causa de un accidente, el instrumento quedara destruido, el concierto quedaría interrumpido, pero no podríamos deducir de eso la aniquilación del pianista.

El espíritu no se descompone

La desaparición del cuerpo es consecuencia de su descomposición. La sangre se derrama, la piel se deshace. Pero la inteligencia es simple, consciente e intangible. No es fácil entender cómo pueda descomponerse y desaparecer.

Además, nuestro espíritu domina el tiempo: la tabla de multiplicar es tan verdad hoy como hace veinte siglos y como lo será el año que viene. Si estamos habitados por una realidad que transciende y domina el tiempo ¿cómo podremos ser completamente dominados y aniquilados por él el día de nuestra muerte? Esto es lo que ya presentían los primeros hombres cuando enterraban a sus muertos con ritos funerarios.

Un hecho único en la historia: ¡Cristo ha resucitado!

El cristiano tiene la certeza de la supervivencia como consecuencia de un hecho histórico sin precedentes: la resurrección de Cristo. Ya no se pone en duda la existencia y la muerte de Cristo. Contra lo que esperaban sus discípulos, Jesús se les apareció después de su muerte en varias ocasiones y en circunstancias muy diferentes.

Se aparece a las mujeres que acudieron a su tumba en el amanecer de la Pascua. Los apóstoles calificaron de desatinos sus testimonios, pero también ellos vendrán a ser testigos de sus apariciones entre los discípulos, en el cenáculo. Allí Jesús, para probarles que no se trata de un fantasma, les pide algo de comer. Tomás, ausente, se muestra incrédulo; pero finalmente habrá de rendirse a la evidencia.

Pablo de Tarso va a combatir la impostura de la resurrección, tratando de recuperar a los judíos recientemente convertidos. Pero en el camino de Damasco se verá sacudido por una revelación extraordinaria. Se convierte, y anuncia la resurrección de Cristo, de la que va a hacer el centro de su predicación. «Si los muertos no resucitan, ni Cristo resucitó… comamos y bebamos, que mañana moriremos» (1Co 15,16.32).

Los apóstoles y Pablo aceptaron ser decapitados no solo por afirmar una doctrina, sino por mantener la verdad de un hecho: que Cristo vive. «Yo creo en el testimonio de los que, por afirmarlo, se dejan cortar la cabeza» (Pascal).

• «Las almas de los justos están en manos de Dios….¿Muerte, donde está tu victoria?» (Sab 3,1; 1Co 15,55).

Yves Moreau es el autor de Razones para Creer. Texto disponible por concesión de Gratis Date.

Ante las muertes inesperadas

“la situación es muy diferente cuando un hecho imprevisto (un choque, un secuestro, un atentado, un accidente de trabajo), irrumpe en una vida y provoca una muerte inesperada. Una curva mal tomada, un pinchazo en la rueda, una balacera en la calle, un terremoto, un incendio en el avión o en el barco: hechos veloces, hechos inesperados, violentos, a veces misteriosos, nos arrancan la presencia de un ser querido…”

Muertes inesperadas

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