Criopreservación

Padre acabé de leer este articulo y me confundo en lo que creo sobre la resurrección, aunque Dios es mas poderoso que mi pensar, y lo que piensan los científicos, pero que argumentos puedo darme ante esta realidad? Padre que el Espíritu Santo nos siga iluminando. – L.E. El artículo dice en su introducción: “A principios de este año, una niña tailandesa de 2 años se convirtió en la persona más joven sometida a congelación criónica, preservando su cerebro momentos después de su muerte con la esperanza de que algún día pueda ser traída de vuelta a la vida…”

* * *

Con una noticia tan particular hay que hacer distinciones a varios niveles.

A nivel filosófico, tenemos un problema con la definición de “persona.” Lo que se ha preservado de esa niña, de nombre Matherym Naovaratpong, es su cerebro, usando una técnica sofisticada que intenta conservar al máximo la estructura celular, incluyendo las débiles membranas de las neuronas. ¿Es equivalente una persona a su cerebro? No, pero de tanto usar computadores terminamos por pensar que quien se lleva el “disco duro” de un ser humano, se ha llevado todo, o lo esencial. Pero ni el cerebro es disco duro, ni su memoria funciona como la de un disco duro, ni el cuerpo es simplemente un conjunto intercambiable de señales de “input.” Filosóficamente, pues, lo que ha sucedido es una múltiple mutilación de un cadáver, guiada por la idea de que el cerebro es la persona.

A nivel emocional, uno entiende el dolor de unos padres que a toda costa quieren hacerse ala idea de que su hija no está muerta sino como “dormida,” en una escena que recuerda un pasaje del Evangelio de San Lucas 8, 49-56. Si bien ese dolor merece todo nuestro respeto y cercanía, el solo dolor no puede crear una realidad como la que Cristo realiza en el pasaje mencionado. Suponiendo que ese cerebro, conservado en nitrógeno líquido, pudiera un día conectarse a “algo” que le sirviera de ingreso de datos, ese ser carecería de las experiencias básicas de la corporalidad: algo así como sentir que todo ha sido quitado de uno mismo. Tal existencia parece más un campo de tortura que una donación de vida. No parece éticamente correcto someter a alguien a semejante experiencia, ni hay por qué pensar que ese acontecer sería prolongación de la misma persona.

Propiamente un cerebro así congelado es un mecanismo, de sustrato biológico (no en sílice, por ejemplo), que recoge algunos automatismos de lo que fue una persona humana. Pero para todos los efectos, esa persona está muerta, y mucho más se puede hacer por ella orando como oramos por los difuntos. Así como una momia conserva parecido estático con lo que fue una persona, la criopreservación conserva un parecido dinámico, basado en la supervivencia de tejidos neuronales. De nuevo: es comprensible el dolor pero no es éticamente correcto.

De qué se confiesa la gente al morir

deathbed

  1. Di mal ejemplo y lamentablemente hubo quien me imitara.
  2. El dolor frente al que fui indiferente.
  3. Las personas a las que lastimé o causé daño de cualquier forma.
  4. Las palabras necias, vulgares o groseras que salieron de mi boca.
  5. Las promesas que no cumplí.
  6. Las cosas que compré y que no necesitaba o que nunca utilicé.
  7. El tanto tiempo y mucho esfuerzo que mostré para conceder algún perdón.
  8. Los ratos en que he podido y debido orar más y sobre todo con más amor.
  9. No haber corregido a tiempo a los que tenía que haber educado mejor.
  10. Haber callado tantas palabras de reconocimiento, elogio o ánimo para quienes lo merecían y necesitaban.
  11. Haber huido tantas veces de la Cruz.
  12. La soledad de Cristo en el sagrario me duele.
  13. Haberme quejado mucho más de lo que he agradecido.
  14. Atribuirme los triunfos a mí y los fracasos a las circunstancias.
  15. Ser cómplice de chistes contra Dios, la fe o la Iglesia.
  16. ¡Tanto tiempo simplemente perdido; tiempo que ya no puedo recuperar!
  17. Haber perturbado la inocencia de alguien o bloqueado los sueños de algún otro.
  18. Aprovecharme de que alguien me quería para sacar algún provecho.
  19. Disfrutar la adulación aun sabiendo que es falsa.
  20. Personas a las que no visité porque me parecían poco interesantes, educadas o útiles.
  21. Me faltó amar; amar mucho más a Dios y muchísimo más a mi prójimo.

Primero publicado en mi cuenta de Twitter.

LA GRACIA del Domingo 19 de Abril de 2015

DOMINGO III DE PASCUA, CICLO B

Así como la muerte verdadera de Cristo garantiza la verdad de la resurrección, así reconocer la muerte que el pecado ha traído es camino que conduce a acoger la gracia del Resucitado.

[REPRODUCCIÓN PERMITIDA – Ayúdanos a divulgar este archivo de audio en las redes sociales, blogs, emisoras de radio, y otros medios.]

¿Los difuntos saben de nosotros?

Hola, fray Nelson. Perdí un hermano en un accidente y quiero saber si las almas nos ven y escuchan.
Gracias estaré atento a su respuesta. — P. de T.

* * *

Los difuntos han salido de nuestra condición temporal. Los estímulos sensoriales no llegan a ellos porque esos estímulos requieren un cuerpo como el nuestro o un cuerpo glorificado que no tienen todavía. Su modo de conocer no es entonces semejante al nuestro. Lo que los difuntos ven o conocen lo conocen únicamente contemplando la sabiduría de Dios, y por tanto sólo saben de aquello que Dios les concede saber desde sí mismo, y no viéndonos directamente a nosotros como nosotros nos vemos y escuchamos unos a otros.

Eso significa que en realidad no sabemos qué saben en detalle sobre nosotros aunque por supuesto saben que existimos y que necesitamos del amor y el auxilio de Dios. En el caso de los santos sabemos que su unión con el amor y la voluntad de Dios los hace útiles intercesores, no porque necesariamente tengan conocimiento detallado de nosotros sino porque anhelan la gloria de Dios en nuestras vidas. Por eso es razonable pedir la intercesión de los santos.

Un razonamiento semejante puede suponerse para las almas del purgatorio, en cuanto no están separadas de la caridad divina. Sin embargo, es doctrina común de la Iglesia que no existe en el purgatorio una visión directa de Dios, en la “luz de la gloria” (lumen gloriae), por lo que su conocimiento debe estar seriamente limitado y probablemente ha de centrarse más en su propia condición y los límites de la caridad que tuvieron en vida. De donde hay que suponer que los difuntos que no están en la gloria celeste aún saben mucho menos de nuestro bien.

Es importante advertir que esta ignorancia nuestra sobre qué saben los difuntos no es un daño sino un bien. La idea de que los difuntos nos están viendo como desde un balcón o con una cámara trae siempre la atención de querer hablarles, y de ahí al espiritismo, no hay sino un pequeño paso. Lo sensato es: pedir la intercesión de los santos y pedir misericordia para nuestros difuntos. Y nada más.

Las fechas…

Cuando llegan las fechas de las personas que amamos es inevitable recordarlas, aunque hayan partido de esta tierra.

Una de esas fechas, para mí, es el cumpleaños de mi madre, Maruja de Medina, que este 5 de Mayo cumpliría 82 años de edad. Ella falleció el 7 de Julio de 2010.

Debo confesar algo: aunque muchas veces he sentido que me ha hecho falta escuchar su voz, o recibir su abrazo, ni un sólo día he pensado que ella estaría mejor aquí con nosotros que en el lugar donde creo, con esperanza puesta en Dios, que se encuentra.

Esa sencilla reflexión me ha llevado a preguntarme qué es amar: ¿es disfrutar la compañía de la persona que amamos, o es desear para esa persona lo mejor? Quizás hemos venido llamando amor a algo que tiene bastante el aspecto del egoísmo.

Casi cuatro años después de su muerte, siento paz, y una semilla de verdadera alegría de que mi madre haya partido de entre nosotros. Su ausencia me recuerda la brevedad de la vida, y la necesidad de colmar de significado y de amor cada cosa que hacemos.