Servir a Dios (3 de 3)

Ni tampoco la obediencia sin amor

Hay otras personas que quieren vivir la obediencia sin amor, pero vivir la obediencia sin amor tampoco da resultado.

En el capitulo 15 del evangelio según San Lucas, aparece lo que es el amor sin obediencia, en la persona del hijo pródigo, que supuestamente llama papá al papá, pero no lo obedece y quiere hacer solamente su plan, ese es el amor sin obediencia. Pero hay otra figura que aparece ahí, que es el hermano mayor, y el hermano mayor es el que obedece, pero obedece sin amor; es una obediencia sin amor, y la obediencia sin amor del hermano mayor, tampoco funciona, porque la obediencia sin amor nos deja en manos de nuestros propios resentimientos.

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Servir a Dios (2 de 3)

Perfil de una vida cristiana

Vamos a mirar estas dos caras y cómo se complementan en el Siervo de Yavé, es decir, cómo se realizaron en la vida y la muerte de Cristo, para que también entendamos que ese es nuestro perfil.

Cuando una empresa quiere contratar empleados, dice: ¿Cuál es el perfil que necesitamos para este cargo de supervisor, o para este cargo de gerente, o para lo que sea?

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Servir a Dios (1 de 3)

Vamos a mirar esa expresión tan sencilla: “Servir a Dios.” Notemos que el primer título que la Iglesia le dio a Nuestro Señor Jesucristo fue precisamente el de Siervo, el de Sevidor, y hay una razón para esto.

En el libro del profeta Isaías hay unos textos muy hermosos, que se encuentran en los capítulos 42, 47, 49 y 52, y esos textos son unos cánticos que se llaman los cánticos del Servidor, los cánticos del Siervo o Servidor, de aquel que sirve a Dios.

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Inspiraciones

He ido publicando en archivos de audio algunas inspiraciones más recientes. Para los que gustan de leer y meditar las Palabras del Ángel les puede servir saber esto.

El link es este.

La fe, más allá de las incoherencias

Pienso que la incoherencia es algo demasiado común en la raza humana y que–lamentablemente–no es la herencia ni el sello propio de un determinado grupo de personas, sean o no creyentes. La incoherencia tiene que ver con la fragilidad, a veces; con la conveniencia, a veces; con la ignorancia, otras veces más. nuestros ideales se desconectan de nuestras obras y nos volvemos incoherentes por muchas causas, y me atrevo a pensar que no está en nuestro poder eliminarlas absolutamente todas.
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Homiliy for September 21st, 2006

On September 21st, 1991, I was ordained a deacon. My life since has been especially attached to St. Matthew’s feast day, which occurs exactly on this date every year.

During the ordination ceremony there is a point in which the candidates are called publicly: “Those to be ordained deacons please come forward!” At that voice, after hearing my own name, I stepped forward, and said, as it was in the ritual: “Present!”

The gospel for St. Matthew’s feast also contains a voice. It is Jesus calling a tax collector and in the process transforming him from a publican to an apostle and a saint. “Follow me!” said the Lord, to the astonishment of people around; and to their amazement, Matthew got up, and went with the Prophet of Nazareth. The whole scene remains clear in your eyes, once you have heard the passage, but you can understand how strongly it sticks to your heart when it is the very day you are being called to be ordained.

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¿Qué Hacer Ante las Leyes Injustas Sobre Aborto o Bioética?

Responde el catedrático de Teología Moral Ángel Rodríguez Luño.

ROMA, 26 septiembre 2002 (ZENIT.org).
¿Es posible votar o promover una ley que acepta el aborto -pero restringiéndolo- como alternativa a otra ley más permisiva en vigor o en fase de votación? Esta es la pregunta que ha interpelado e interpela profundamente la conciencia de políticos y legisladores cristianos y no cristianos en las últimas décadas.

Ángel Rodríguez Luño, profesor de Teología Moral en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, en Roma, ha respondido a esta cuestión en un artículo publicado por la edición italiana de “L’Osservatore Romano” el 6 de septiembre en el que pide a los teólogos ayudar a las personas a comprender la cuestión de fondo.

Para entender mejor el argumento, que puede afectar también a leyes sobre genética, Zenit ha entrevistado al profesor Rodríguez Luño. Estas han sido sus respuestas.

– Votar en favor de una ley que acepte parcialmente el aborto, aunque mejore la situación, ha sido criticado por algunos exponentes del movimiento pro-vida. Consideran que el aborto es algo tan malo que no es posible ninguna excepción a su rechazo. ¿Cómo responde usted a esta crítica?

– Rodíguez Luño: No se trata de ninguna crítica, pues lo que pienso y lo que he escrito está plenamente de acuerdo con lo que se afirma en la pregunta. Una ley que legaliza el aborto, aunque sea para un número menor de casos que otra, es una ley gravemente injusta, a la que ningún católico puede dar un voto favorable, y en cuya aplicación no cabe ninguna cooperación formal y ningún tipo de cooperación material inmediata.

Lo que dice el n. 73 de la encíclica “Evangelium vitae” es algo bien distinto, a saber: si un miembro de una asamblea legislativa que se opone totalmente al aborto no puede abrogar completamente una ley gravemente injusta, pero puede abrogarla parcialmente, puede y generalmente debe hacerlo, siempre que no cause escándalo y que no se haga realmente responsable de que queden en vigor las disposiciones legislativas injustas que no consigue abrogar.

Un ejemplo lo aclarará. Pensemos en la asamblea legislativa de un país en el que está en vigor una ley del aborto muy permisiva. Esa asamblea tiene 100 parlamentarios, divididos en tres grupos: el grupo A, de 40 miembros, acepta la actual ley y no quiere cambiarla bajo ningún motivo; el grupo B, de 30 miembros, piensa que el aborto debe ser legal en algunos casos, pero le parece que la actual ley es muy permisiva y debe ser modificada; sin embargo, no está dispuesto a aprobar una ley que prohíba cualquier tipo de aborto. El grupo C, de 30 miembros, es contrario a cualquier tipo de aborto. Si en esta situación, unos cuantos parlamentarios del grupo C, que son católicos, presentan a la asamblea una moción que abroga todos los artículos de la ley hasta ahora en vigor que los del grupo B están dispuestos a eliminar, de forma que si es aprobada será ilegal el aborto en muchos casos que hasta ahora eran legales, aunque continuará siendo legal en unos casos muy restringidos, los parlamentarios del grupo C (que son católicos) tienen ante sí tres comportamientos posibles: votar contra la moción, abstenerse, o votar a favor. Si votan en contra de la moción que se acaba de presentar, se hacen responsables de que siga en vigor la ley muy permisiva, y esto no es aceptable para la moral católica. Si se abstienen, la moción abrogativa no alcanza la mayoría y no es aprobada, y por tanto se hacen de algún modo responsables de que siga en vigor la ley muy permisiva, lo que tampoco es moralmente aceptable. Si votan a favor de la moción, ésta alcanza la mayoría de votos necesaria, queda parcialmente abrogada la ley anterior, y la nueva ley resultante es mucho más estricta.

Lo que yo he escrito, sobre la base de cuanto ha dicho “Evangelium vitae” (n. 73), es que los parlamentarios que han presentado la moción abrogativa han obrado moralmente bien, y que los católicos del grupo C pueden, y generalmente deben, votar a favor de la moción abrogativa, siempre que resulte clara a todos su posición completamente contraria a cualquier tipo de aborto. Y el fundamento del juicio moral contenido en el n. 73 de la encíclica no es que la ley más restrictiva sea aceptable para la moral católica. No es esto. Se trata de una ley gravemente injusta con la que no es posible colaborar de ningún modo. El fundamento del juicio moral de “Evangelium vitae” es que el objeto moral de la acción de los parlamentarios que han presentado la moción abrogativa y el de la acción de la totalidad del grupo C no es sostener con su voto los artículos que permanecen en vigor y que no tienen la posibilidad de abrogar, sino que el objeto moral de su acción (lo que realmente hacen) es únicamente abrogar los artículos de la ley anterior que es posible abrogar, y evitar sostener con su voto la ley anterior más permisiva. Esto no es colaboración con una ley abortista (no es “cooperación al mal”), sino ejercicio del deber de abrogar, en cuanto es posible, una ley gravemente injusta.

Por decirlo aún más gráficamente: la mayoría parlamentaria que sostiene los artículos de la ley anterior que aún permanecen vigentes después de aprobada la moción abrogativa está formada por el grupo A y el grupo B (40 + 30); la mayoría parlamentaria que ha abrogado los artículos más permisivos está formada por el grupo B y el grupo C (30 + 30). El grupo C, en el que están los parlamentarios católicos, sólo es responsable de la abrogación de algunos artículos, es decir, de haber eliminado todo lo que podían eliminar, y no de que siga en vigor lo que no podían eliminar.

Este caso es el primero de los tres contemplados en mi artículo. Los otros dos son diversos, pero el principio moral según el cual se resuelven es el mismo. El razonamiento moral que he propuesto se ha de leer con mucha atención, porque es una cuestión difícil y delicada.

-¿Cómo podemos evitar el peligro de un creciente laxismo con el paso del tiempo si aceptamos la posibilidad de aprobar leyes imperfectas?

-Rodíguez Luño: En mi artículo nunca he empleado la expresión leyes imperfectas, que considero poco clara. “Evangelium vitae” tampoco emplea esa expresión. Casi todos los autores que la emplean la entrecomillan para indicar que es simplemente un modo abreviado y cómodo de referirse a un problema complejo que todos conocen. En mi artículo aparece sólo al citar dos publicaciones sobre el tema. En una está entre comillas, en la otra no, pero la lectura de ese artículo citado por mí en una nota confirma lo que digo.

Pasando a la sustancia de la pregunta, aclaro que las leyes que algunos llaman imperfectas son, como resulta de mi respuesta a la primera pregunta, simplemente injustas, más o menos injustas, pero injustas. No son moralmente aceptables, bajo ningún aspecto. Lo que yo he propuesto es un conjunto de criterios para mantener viva y realmente efectiva la tensión no sólo para no acostumbrarse al mal, sino para ir eliminándolo en la medida en que va siendo posible hacerlo, con la idea ciertamente de eliminarlo por completo. Pero no siempre se consigue eliminarlo todo de una vez, y cabe ir dando pasos progresivos, siempre que ello pueda hacerse sin convertirse en verdadero responsable de leyes o acciones gravemente injustas.

– ¿A quién pertenece la decisión de juzgar si una ley determinada satisface las condiciones expuestas por el Papa en su encíclica?

– Rodíguez Luño: Lo que se trata de juzgar no es una ley, sino el significado real (el objeto moral) de la acción de votar en unas circunstancias concretas. No creo que ese juicio competa a nadie en particular. Lo que se trata es de alcanzar la certeza de que esa acción, en esas circunstancias, es realmente un acto parcialmente abrogativo, y de que el votante no se hace realmente responsable de lo que no se ha abrogado. Si un político no alcanza esa certeza, y tiene dudas, puede pedir consejo a personas suficientemente preparadas para orientarle con verdad. Esto no impide que el Obispo de la diócesis o la Conferencia Episcopal consideren que en un caso concreto convenga que sean ellos mismos quienes pronuncien ese juicio, para tranquilidad de la conciencia de todos y para evitar confusiones; en este caso, ese juicio de la legítima autoridad eclesiástica vincula la conciencia de un católico. Pero, en sí, me parece que no es una cuestión de autoridad ni de permisos, sino de verdad y de certeza de que esa verdad se ha alcanzado.

– ¿Podemos aplicar lo que dice “Evangelium vitae” a otros campos, como la investigación genética?

– Rodíguez Luño: No veo en principio inconveniente en aplicarlo a otros campos, siempre que se entienda bien y se aplique fielmente el principio moral antes mencionado. Si no se puede abrogar totalmente una ley injusta, es generalmente debido proceder a su abrogación parcial, siempre que ello pueda hacerse sin dar escándalo (lo que requiere hacer comprensible la propia actuación) y sin hacerse realmente responsable de algo injusto.

– ¿Qué consejos puede ofrecer usted a políticos que deben trabajar en un estado laico donde muchos no aceptan la validez de los principios morales cristianos?

– Rodíguez Luño: La pregunta es muy amplia como para poder dar una respuesta completa. A mi juicio lo importante es ser coherente con la propia identidad cristiana hasta el fondo. En los estados democráticos existen unos cauces para que los ciudadanos intervengan en la elección de los gobernantes y en la formación de las orientaciones político-sociales y de la opinión pública. Los políticos y los ciudadanos que son católicos deberán emplear esos cauces -que están igualmente a disposición de todos los demás ciudadanos- para ordenar la vida social y política según los criterios que, según su conciencia cristiana bien formada, más y mejor contribuyen al bien común del país en el que viven. Lo que se ha de evitar, en mi opinión, es dejarse atemorizar por eslóganes que no resisten al examen racional, o vivir con un desdoblamiento perpetuo de la conciencia, una especie de esquizofrenia mental, según la cual lo que consideran en conciencia bueno y necesario para el bien común es una cosa, y lo que consideran bueno y necesario para el bien común en su actuación pública es otra bien distinta o incluso contraria. Si otros ciudadanos no están de acuerdo con los criterios de una conciencia cristiana, que los católicos expongan rigurosamente las propias razones, que den por ellas la misma batalla civil (usando medios lícitos y legales) que otros dan por las suyas.

Esto no quiere decir que todos los católicos tengan de hecho o tengan que tener las mismas ideas políticas. Sobre muchos problemas políticos son compatibles con la conciencia cristiana soluciones diversas, y cada uno de los católicos sostendrá la que le parezca mejor. Cuando hablo de coherencia me refiero a la coherencia con lo que la conciencia cristiana necesariamente exige o prohíbe.

En ese Embrión Estaba la Salvación de los Hombres

Tenemos que hacer violencia a nuestra mente para descubrir en el misterio del desarrollo de un embrión humano al Verbo de Dios que se hace hombre.

Apenas hoy, 2000 años después del nacimiento de Cristo, estamos en condiciones de describir todas las etapas del proceso del desarrollo del embrión, pero seguimos echando mano de la fe para comprender que el Dios que da la vida, el Creador, el Señor de todas las cosas, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, el Verbo de la misma naturaleza del Padre, estuvo presente en todas y cada una de las fases del desarrollo embrionario. Ese y sólo ese es el significado profundo de la frase evangélica: “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”.

Hace dos mil años, un óvulo fue fecundado prodigiosamente por la acción sobrenatural de Dios. ¡Qué hermosa expresión: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios”! Así, de esa maravillosa unión, resultó un zigoto con una dotación cromosómica propia. Pero en ese zigoto estaba el Verbo de Dios. En ese zigoto se encontraba la salvación de los hombres.

Unos siete días después, se produjo el adosamiento del blastocito en la mucosa del endometrio y Dios se redujo a la nada que es un embrión humano. Pero ese embrión era el Hijo de Dios y en Él estaba la salvación de los hombres.

Ese huevo alecítico se fue desarrollando paulatinamente y, a medida que progresaba la segmentación del huevo, iniciaron su diferenciación y crecimiento los esbozos de tejidos, órganos y aparatos embrionarios. Y ese huevo alecítico era el Hijo de Dios, la Segunda Persona de la Trinidad, y en Él estaba la salvación de los hombres, de todos los hombres, de cada ser humano.

Y, todavía en el primer mes del embarazo, cuando el feto medía ya de 0,8 a 1,5 centímetros, el corazón de Dios comenzó a latir con la fuerza del corazón de María, y comenzó a utilizar el cordón umbilical para alimentarse de su Madre, la Virgen Inmaculada. El Verbo de Dios era absolutamente dependiente de un ser humano, pero poseía una total autonomía genética. Todavía tendrían que trascurrir nueve meses en los que el Verbo de Dios flotó en el líquido amniótico, dentro de la placenta que le protegía del frío y del calor y le daba alimento y oxígeno, antes de nacer en Belén y ver el primer rostro humano, seguramente el de su Madre, con unos ojos recién abiertos.

Así fue como Jesucristo, llegó a ser el primogénito de toda criatura, el nuevo Adán de la nueva creación.

El Hijo de Dios redimió la creación desde la obra más maravillosa de ella, el ser humano. La redención del hombre comenzó desde un estado embrionario. Por eso, el médico católico debe pasar por esta lente para comprender su misión: el Hijo de Dios fue un zigoto, un embrión y un feto, antes de juguetear por las calles de Nazaret, predicar en las orillas del mar de Galilea, o morir crucificado en las afueras de Jerusalén. El Hijo de Dios asumió completamente y, sin rebajas, la vocación de ser hombre.

Togetherness and Belonging

One of the strong points in the practice of the Holy Rosary is the remarkable unit it brings between personal and communal prayer. In saying together the Our Father and the Hail Mary, we are truly sharing what is deepest in the Christian soul. Accordingly, we are both within a very intimate spiritual exercise and in the midst of a stream of love and faith that inflows, covers and penetrates all of us. Regarding this point, we recall that the Catechism of the Catholic Church begins precisely joining the two expressions: “I believe – We believe.” This two-fold dimension of our faith has passed on to the Rosary, we can affirm.

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Un Poquito

Un poquito,
sólo un poquito,
de dolor yo he conocido.

Y he visto
por ese poquito,
que del dolor sabe bien Cristo.

He oído
del día bendito
que murió nuestro Corderillo.

Y he visto
por ese sitio
que la Sangre llegó a ser río.

¡Oh Cristo!
Te canto y digo:
¡Dolor es Amor si estoy contigo!

Fr. Nelson Medina F., O.P.

Preguntas y Respuestas – 9

No quiero parecer agresivo contra la fe cristiana, que es también mi fe, pero a veces me pregunto si se pueden creer tantas historias: que un Dios omnipotente viene a esta tierra, se hace niño, vive como un indigente, nadie lo entiende y él ama a todos; al final lo traicionan hasta sus propios amigos y él muere inocente rezando por sus enemigos. Perdón pero, ¿por qué habría Dios de hacer todo eso a una humanidad tan degenerada como es esta? ¿Por qué venir a este mundo y nacer así como casi un proscrito? (Respetuoso, Colombia)
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Pronto cumplo años

Como sabrás, nos acercamos nuevamente a la fecha de mi cumpleaños. Todos los años se hace una fiesta en mi honor y creo que este año sucederá lo mismo. En estos días la gente hace muchas compras, hay anuncios en la radio, en la televisión y por todas partes no se habla de otra cosa sino de lo que falta para que llegue el día.

La verdad, es agradable saber que al menos un día al año algunas personas piensan un poco en mí. Como tú sabes hace muchos años comenzaron a festejar mi cumpleaños, al principio parecían comprender y agradecer lo que hice por ellos, pero HOY en día nadie sabe para que lo celebran. La gente se reúne y se divierte mucho pero no sabe de que se trata.

Recuerdo el año pasado, al llegar el día de mi cumpleaños hicieron una gran fiesta en mi honor. Habían cosas deliciosas en la mesa, todo estaba decorado y había muchos regalos, pero ¿sabes una cosa?… ni siquiera me invitaron, yo era el invitado de honor y no se acordaron de invitarme, la fiesta era para mi y cuando llegó el gran día… me dejaron afuera, me cerraron la puerta… yo quería compartir la mesa con ellos.

La verdad no me sorprendió porque en los últimos años todos me cierran la puerta. Como no me invitaron, se me ocurrió estar sin hacer ruido, entré y me quedé en un rincón. Estaban todos brindando, había algunos ebrios contando cosas, riéndose, la estaban pasando en grande, para colmo llegó un viejo gordo vestido de rojo, de barba blanca y gritando ¡¡¡¡JO,JO,JO!!!!, parecía que había bebido de más… se dejó caer pesadamente en un sillón y todos corrieron hacia él diciendo ¡¡¡Santa, Santa!!!, como si la fiesta fuera en su honor.

Dieron las doce de la noche y todos comenzaron a abrazarse, yo extendí mis brazos esperando que alguien me abrazara… y ¿sabes? Nadie me abrazó. De repente todos empezaron a repartirse los regalos, uno a uno los fueron abriendo hasta terminarse, me acerqué a ver si de casualidad había alguno para mí, pero no había nada. ¿Que sentirías si el día de tu cumpleaños se hicieran regalos unos a otros y a ti no te regalaran nada? Comprendí entonces que yo sobraba en esa fiesta, salí sin hacer ruido, cerré la puerta y me retiré.

Cada año que pasa es peor, la gente solo se acuerda de la cena, de los regalos y de las fiestas y de mí nadie se acuerda. Quisiera que esta navidad me permitas entrar a tu vida, que reconocieras que hace dos mil años vine a este mundo para dar mi vida por ti en la cruz y de esta forma poder salvarte. Hoy sólo quiero que tu creas esto con todo tu corazón.

Voy a contarte algo, he pensado que como muchos no me invitan a la fiesta que han hecho, yo voy a hacer mi propia fiesta grandiosa como jamás nadie se ha imaginado, una fiesta espectacular. Todavía estoy haciendo los últimos arreglos por lo que quizás no sea en este año, estoy enviando muchas invitaciones y hoy hay una invitación para ti. Sólo quiero que me digas si quieres asistir, reservaré un lugar y escribiré tu nombre, en mi gran lista de invitados con previa reservación y se tendrán que quedar afuera aquellos que no contesten a mi invitación.

Prepárate porque cuando todo esté listo el día menos esperado daré la gran fiesta, hasta pronto.

Tu amigo,

Jesucristo

Lo Más Bello

Pienso que lo más bello que puede salir de labios humanos es bendecir.

Es extender sobre los demás el cobijo de buen corazón que Dios nos ha dado.

Es acoger en regazo grande la suma de las miserias que empañan los días de los hombres.

Es dar el pan de la dulzura al alma hambrienta que aún tiene que seguir de camino.

Es recoger la bondad escondida y levantarla un poco hacia su Autor.

Es dar parte de victoria y reclamar para Dios lo que sólo a Él pertenece.

Es acostumbrarnos al lenguaje del cielo, estando aún en la tierra.

Te bendigo en el Nombre de Jesucristo, y bendigo a cada persona que lea estas palabras.

Fr. Nelson Medina

Las Preguntas de la Existencia

¿Quién soy?

Nosotros somos hijos de Dios, creados en Su imagen y santificados por Su propia Sangre. En el paraíso perdimos nuestra herencia y fuimos condenados al polvo. Hemos desecrado la imagen de Dios en nosotros a través de nuestros pecados, es entonces por eso imperativo que vengamos al Hijo de Dios para ser restaurados a su semejanza [Filipenses 3:21].

A través de Jesús nos hemos vuelto hijos adoptivos de Dios y nuestra herencia ha sido restablecida [Efesios 1:5].

Como hijos del Altísimo estamos unidos a Cristo en el Bautismo y dependiendo de nuestra conducta nosotros podemos meritar la salvación por la cual El ya ha pagado.

Los hijos de Dios no pecan [1 Juan 3:9], por lo menos no deben hacerlo, pero si alguno peca entonces tenemos a Jesucristo para que nos perdone a través de su Preciosa Sangre [1 Juan 2:1].

“Tal como el Padre es el Hijo”, o “de tal palo tal astilla”‘ decimos aquí en la tierra. No es acaso importante que nos volvamos como Dios? Tenemos por eso que vivir nuestras vidas de acuerdo con el diseño de Cristo para que podamos también reflejar la imagen del Padre en nosotros [1 Corintios 15:49].

¿De dónde vengo?

Hemos sido creados de la nada a la existencia por la bondad de Dios. Siendo moldeados por sus propias manos, habemos recibido Su aliento para animar nuestras vidas. El alma es el aliento de Dios, esa parte de la inmortalidad que nos separa del mundo material [Génesis 2:7].

Así que nosotros venimos de Dios quien nos ha creado, en El vivimos, nos movemos y existimos [Hechos 17:28].

¿Para dónde voy?

Sabiendo que somos Hijos de Dios, deberíamos de regresar a Él “nuestro origen”. Nuestras vidas tienen que volverse una búsqueda contínua para poseer la inmortalidad que hemos perdido. Jesús nos ha señalado el Camino. Yo soy el Camino [Juan 14:6].

Su camino es un camino de santidad y de renunciación a las cosas del mundo, con San Pablo nosotros tenemos que mirarlo todo como basura, juzgarlo como pérdida ante la sublimidad de conocer lo mas precioso que existe “Cristo” [Filipenses 3:8].

Con Cristo nosotros podremos darnos cuenta de su trabajo de purificación en nuestras almas, y podremos aprender a alejarnos de la maldad para poder así caminar siempre con El [Mateo 16:24].

El alma entonces dejará de buscar las cosas del mundo y de la carne y le ocurrirán muchos cambios que la llevaran a vivir para Dios únicamente [1 Juan 2:16].

Es dentro del alma que se imprime todo lo bueno y lo malo, y también dentro del alma que nosotros podemos sentir el Espíritu de Dios moviéndonos a hacer el bien, también podemos allí sentir el espíritu del mal tratando de convencernos de que vivamos de acuerdo los llamados de la carne.

El hombre carnal vive de acuerdo con las inclinaciones de las pasiones, se vuelve un esclavo del ellas y vive sin ningún deseo de Dios en él. Este hombre peca hiriendo de ésta manera su alma con pecado mortal a menos de que arrepienta y se vuelva como Cristo [Romanos 8:5].

Aquellos que son llamados a vivir para Cristo se tienen que arrepentir de sus pecados, enmendar sus vidas y vivir en conformidad con Su Espíritu [2 Crónicas 7:14].

El Espíritu Santo nos mueve a aceptar que Jesús es Señor, y si nosotros aceptamos su dirección entonces aprenderemos a escucharle y a obedecer Su Palabra para poder ser salvados [Romanos 10:9].

El hombre espiritual recibe la luz de la verdad y la verdad le libera [Romanos 8:2]. Sobre las alas del Espíritu podemos viajar con toda seguridad siguiendo nuestro llamado a la vida eterna [Isaías 40:31].

Tributo de Amor

Dios es bueno. Su misericordia es eterna.

Mi convicción más profunda es que no hay nada en mí que sea ni más grande, ni más bello, ni más fuerte, ni más importante, ni más fecundo, ni capaz de darme mayor alegría que saber que Dios existe y nos ama.

Por eso crece de día en día la admiración y la gratitud que siento por Jesucristo. Lo que hemos conocido en Jesucristo no es otra cosa que la Fuente misma de la Vida, la victoria misma sobre la Muerte, el gozo mismo de ver en retirada la huestes del Infierno.

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Dios es Amor

La revelación más alta

Una de las cumbres más altas de la revelación bíblica es aquella expresión, concisa y audaz, de la Primera Carta de Juan: “Dios es Amor”. En ella se condensa, de cierto modo, todo lo que sabemos de Dios y todo lo que Él espera de nosotros.

Sin embargo, para captar en su hondura esta síntesis de nuestro conocer sobre Dios, y para entenderla como Él quiere, hemos de tener presente que la palabra “amor” no es un saco vacío que cada uno puede llenar según su gusto o su criterio. El amor tiene un rostro definido en Jesucristo, el Revelador del Padre. Así como es grande saber que “Dios es amor”, así es pobre quedarnos con nuestras escalas y modelos de amor, sin atender a Jesucristo, en quien el amor adquiere todo su sentido y muestra todo su poder.
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