Sinopsis del Padrenuestro

Las 7 Metas… ¡a la inversa!

Carta de Jesús para ti:

Querido hermano y hermana: La oración del Padrenuestro que Yo, Jesús, os enseñé, es un resumen de vida divina, de las 7 metas que tiene que conseguir el cristiano, ¡presentadas a la inversa!: Son 7 peticiones. La primera petición se tiene consiguiendo la segunda; la segunda, teniendo la tercera; la tercera, teniendo la cuarta, y así sucesivamente (Mat.6:9-13).

1- La primera petición y meta final del cristiano es “que el nombre de nuestro Padre celestial sea santificado”. Alabar a Dios con sumo gozo por cada segundo del día y de la noche, es la vida eterna del Cielo (1). Alabar a Dios, santificarlo, glorificarlo, adorarlo, darle gracias con gozo en cada segundo del día y de la noche es la meta del cristiano en la tierra, la forma de orar continuamente, y el secreto de vivir siempre con gozo en la tierra (1b).

2-Para obtener la primera petición hay que tener la segunda: “venga a nosotros tu reino”. El Reino de Dios es Jesús, Yo, en tu corazón. Es la esencia del cristiano, ser portador de Cristo. Y si Yo, Jesús, vivo en tu corazón, en verdad vas a santificar el nombre de Dios, con tu palabra y sobre todo con tu vida divina (2).

3- Para vivir en el Reino, hay que “hacer la voluntad de Dios en tu vida tal como se hace en el Cielo”, que es la tercera petición, la meta clave en la vida. “Quien hiciere la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre” (3).

4- No es fácil hacer la voluntad de Dios en cada segundo del día. Para poderlo hacer en la peregrinación de la tierra, tenéis que comer a diario “el pan nuestro de cada día”, ¡la Eucaristía!, que Dios te la da a diario, pero tu tienes que ir a recibirla cada día (4). Este es la cuarta petición, la central, la vida y sostenimiento de todos los días.

5- Para poder recibir la Eucaristía, hay que cumplir la quinta petición: “perdonar las ofensas de los hermanos”, porque si antes de recibir la Eucaristía recuerdas que has ofendido a alguien, o que no lo has perdonado, deja tu ofrenda en el altar, y vete antes a reconciliarte con el. Y es tremenda esta quinta petición, porque “le pides a Dios que te perdone tal como tu perdonas al vecino”… si tu no perdonas, le pides a Dios que no te perdone (5).

6- La sexta petición y meta es “no nos dejes caer en la tentación”. Es básica, porque la vida en la tierra es un período de prueba para ganarte la vida eterna, y vas a tener tentaciones, pruebas, y precisamente cuanto más ores y más penitencia hagas más tentaciones vas a tener, como las tuve Yo, Jesús, cuando oré y ayuné por 40 días en el desierto (6).

7- La séptima y última petición es la raíz de todo, “líbranos del mal”. El Pecado es el único mal del cristiano… y del pagano. Quien vive en pecado, no está en nada, mi hermano. Quien vive en gracia de Dios, vive en el amor. Para eso vine Yo, Jesús, al mundo, para quitar el pecado, y para que viváis en Dios. Quien vive en pecado, pertenece a Satanás, quien vive en gracias de Dios, me tiene a mi, a Jesús, en su corazón, vive en la tierra, ya, en el amor, glorificando y dando gracias continuas con sumo gozo al Señor, ¡aunque se hunda el mundo a su alrededor!.

1- Apoc.4:8,9,11… 1b- 1Tes.5:16-18… 2- Gal2:20… 3- Mar.3:35… 4- Jn.6:48-58, 1Cor.11:29-30… 5- Mat.5:23-24, 6:12,14… 6- Mat.4, Luc.4… 7- Jn.1:29,36, 1Jn.3:4-10.

Pon a prueba tu fe

Nunca sabrás si algo funciona si no lo pruebas. No sabrás si hay electricidad si no pones la mano en el interruptor y lo enciendes. Tienes que efectuar alguna acción para probar que funciona. Eso pasa con la fe.

Es inútil sentarse a hablar acerca de la fe si no la vives y nadie puede ver qué significa para ti. Es inútil hablar de vivir con fe cuando tu seguridad está en tu cuenta bancaria, y sabes que puedes contar con ella cuando eliges hacerlo.

Es cuando no tienes nada, y te arriesgas y haces lo aparentemente imposible, porque tu fe y tu seguridad están bien afirmadas en Mí, que puedes hablar de vivir con fe y ser una demostración viva de ello.

Sigue adelante, pon tu fe a prueba y ve qué pasa “Abriendo las puertas de tu Interior”.

Para mí la Vida es Cristo

Los santos son el ejemplo que tenemos de lo que debe ser vivir esta unidad de vida. Ellos han sabido integrar todas las facetas de su vida teniendo como único deseo agradar a Dios. San Pablo una vez más, nos lo expresa claramente: “no soy yo quien vive sino que es Cristo quien vive en mí” (Gal 2, 20); “para mí la vida es Cristo” (Fil 1, 21). Dejar que la vida de Cristo sea nuestra vida de tal modo que vayamos teniendo “los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús” (Fil 2, 5). Esa es la lucha que se nos plantea a los que queremos seguir con decisión los pasos de Jesús.

Quizás el ejemplo más claro lo tenemos en santa María. “Mujer del silencio y de la escucha, dócil en las manos del Padre, la Virgen María es invocada por todas las generaciones cono “dichosa”, porque supo reconocer las maravillas que el Espíritu Santo realizó en ella” (IM 14). En este mes de mayo, su fidelidad puede ayudarnos a ser conscientes de la necesidad de nuestro compromiso.

Sabemos cuál fue su respuesta al querer de Dios, nada más enterarse de su Plan de Salvación, “hágase en mí según tu palabra” (Lc 1, 38). y la contemplamos a través de todas las páginas del Evangelio correspondiendo a esa llamada, con absoluta disponibilidad y prontitud. La vida del Espíritu, la conciencia de obrar siempre como criatura de Dios, como hija del Padre, hacen que todas las cosas en su vida hagan referencia a Dios, a su designio amoroso.

Nada hay en ella que desdiga de la confianza que Dios ha depositado en ella. Su vida es un avanzar continuo en el seguimiento de su Hijo, siempre atenta a la voluntad del Padre. Vivir así es encontrar el sentido de la propia existencia, es conocer la grandeza de nuestra vocación, es asumir nuestra vida como camino de salvación y de liberación no ya para nosotros solos, sino también para aquellos que nos rodean, que nos observan, que nos quieren.

Contando con los fracasos personales, frutos del pecado y de nuestra falta de correspondencia a la gracia, permitimos al Espíritu que trabaje en nuestro interior. La unidad de vida no es fruto, por lo tanto de nuestro empeño, de nuestros esfuerzos. Sólo Dios puede hacerlo en nosotros. Hay que dejar hacer al Espíritu Santo, conscientes de nuestra fragilidad y de nuestra incapacidad personales para alcanzar metas que nos superan. Sin embargo tenemos que querer colaborar con esta obra del Espíritu Santo. Sin refugiarnos en una falsa humildad, ir poniendo los medios que están a nuestro alcance por conseguirlo.

LA UNIDAD SIGNO DE VIDA

Humanamente hablando la unidad significa la fuerza, la vitalidad. Lo que está unido se manifiesta como fuerte, capaz de grandes cosas, manifiesta vida. El cuerpo humano, la familia, la sociedad mientras permanecen unidos, tienen vida en sí. Teológicamente ocurre lo mismo. Dios es la perfecta unidad, es la vida en sí misma. La Iglesia, cuerpo de Cristo, tiene como nota propia la unidad, que se entiende también pero no sólo como única.

La unidad de vida es fuente y signo de la vida interior del cristiano. Vida de la gracia en el corazón del hombre que le hace ser, no ya otro Cristo, sino el mismo Cristo. Vida de la gracia que hace del que cree “homo Dei”, hombre de Dios, portador de Dios, capaz de regenerar vida sobrenatural a su alrededor.

Esa unidad interior, que es don del Espíritu, nace de la unión con Jesús, y le hace obrar como Jesús. El obrar del hombre de Dios es un obrar sobrenatural. “Cosas mayores haréis” (cf Mt 21, 21) dijo el Señor a los apóstoles cuando se asombraban de los milagros que hacía. Es lógico que sea así. Jesús prometió el Espíritu Santo como un manantial de agua que brota desde el interior del hombre y que da vida a todo lo que le rodea. El trabajo profesional, la vida de familia, el cuidado de los enfermos, los detalles de cariño con quienes sufren, el rato que pasamos con nuestros amigos en los momentos de ocio, el deporte, un pequeño servicio que hacemos con alegría… todo eso, todo lo que es nuestra vida corriente, vulgar, es camino de salvación. Es nuestro camino de santificación, que adquieren valor redentor porque hechos por amor a Dios, con espíritu de servicio a nuestros hermanos los hombres santifican también a los demás, porque estamos haciendo que el reino de Dios, reino de justicia, de solidaridad, de respeto, de alegría y de gracia, se haga presente en el mundo, en la sociedad en la que vivimos.

Unidad de vida, pues, que nos hace vivir lo mismo que el resto de los mortales, pero en un plano muy distinto, el plano de Dios, el plano de la visión sobrenatural, el plano desde el que Cristo, clavado en la Cruz, veía todas las realidades.

Examen

– ¿Entiendo lo que significa “unidad de vida”? ¿Comprendo el alcance de esta gran tarea de Dios en nosotros? ¿Busco los medios para conseguirlo?

– ¿Creo que me tomo en serio ir alcanzando esa unidad de vida? ¿Tengo determinados campos de mi jornada en los que no dejo que entre Dios? ¿Es la filiación de vida el motor de mi vida en todos sus aspectos? ¿Hago distingos dentro de las cosas que ocupan mi día?

– ¿Le dejo al Espíritu entrar en mi alma? ¿Le pongo obstáculos para que no me “complique” la existencia? ¿Hay alguna parte de mi corazón que reservo para mí?

– ¿Colaboro con la obra de Dios en mí? ¿Procuro mantener la presencia de Dios durante toda la jornada? ¿Hago la oración personal diaria que me ayude a conseguir este fin?

– ¿Contemplo la vida de los santos como ejemplo a seguir o me conformo con admirarla como si de una obra de arte se tratara pero sin dejar que influya en mí?

– ¿Cumplo con mis obligaciones en el trabajo? ¿Soy puntual, trato bien a los que dependen de mí en el trabajo, encomiendo a las personas que trabajan conmigo?

– ¿Vivo las virtudes cristianas con las personas de mi familia? ¿Me desahogo con ellos? ¿Tengo detalles de cariño con ellos? ¿les pido perdón cuando me porto mal? ¿Les perdono yo?

– ¿Cómo aprovecho el tiempo libre? ¿Me dejo llevar por los amigos? ¿Sé poner espíritu cristiano en lo que planeo? ¿Se avergonzaría Jesús de lo que hago en el tiempo de descanso?

– ¿Tengo visión sobrenatural de las cosas? ¿Soy optimista, sé dar valor a las cosas de cada momento?

– ¿Me encomiendo a la Virgen? ¿Procuro no sólo admirarla, sino también imitarla? ¿Le agradezco el don de su fidelidad?

La Oración en Grupo

¿De qué se trata?
“Gran mal es un alma sola”. La fe no se puede vivir a solas, ni tampoco la oración. El grupo ofrece la cercanía y el apoyo de los demás para descubrir la dimensión comunitaria de la vida cristiana, donde cada hermano y hermana es un don. Es lo que Santa Teresa llama: “hacernos espaldas”.

Un signo de los tiempos. La oración en grupo es una gozosa realidad en nuestros días. Es posible orar así. Abundan los grupos comprometidos, con buena representación de laicos. Es un regalo del Espíritu a la Iglesia. “Los grupos de oración son hoy uno de los signos y uno de los acicates de la renovación en la Iglesia, a condición de beber en las auténticas fuentes de la oración cristiana” (CEC 2689; NMI 33).

El espejo de la Iglesia primitiva. El retrato de las primeras comunidades cristianas permanece siempre como referencia para todo grupo de oración. Presenta a los primeros cristianos como una comunidad que ora (Hch 2,42). Se reúnen en un lugar, y el Espíritu les une el alma. Juntos escuchan la Palabra de Dios. Dejan que la vida de Dios pase de unos a otros en un clima de alegría. Comparten los dones, a lo de cada uno lo llaman “nuestro”. Perseveran en estos encuentros y el Señor los bendice.

¿Qué es un grupo de oración?

Un grupo de personas:
– Donde se reconoce el rostro de los que están al lado.
– Cada uno es un don para el otro.
– Todos tienen espacio, palabra, tarea.

Que se reúnen para hacer un camino de encuentro con Dios.
– Llamados por el Espíritu
– En el nombre de Jesús, que garantiza su presencia en medio de ellos (Mt 18,19-10).
– Aprenden a decir: Padre nuestro.
– En comunión con la Iglesia (CEC 2689).

Y que sienten la necesidad de dar gratis lo que gratuitamente han recibido. El don se convierte en tarea eclesial.”Nuestras comunidades cristianas tienen que llegar a ser auténticas escuelas de oración” (NMI 33.34).

Características

El “nosotros” orante. El orante no puede renunciar al encuentro en soledad con Dios, pero su vida participa de la vida de los otros. El grupo se coloca en el plano de la gracia y se sabe habitado por el misterio de Dios. El Espíritu realiza la unidad en el encuentro. Desaparecen los protagonismos personales. Preside el grupo Jesús.

Trato de amistad. Los componentes del grupo se hacen compañeros, solidarios de los otros. Se abren de forma libre, en un gesto de transparencia. Todos se sienten hermanos. Al amarse están amando a Dios. La oración de grupo es un ejercicio de amistad. Conforme a las palabras de Jesús: “Ya no os llamo siervos, a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer” (Jn 15,15-16).

Compartir. El grupo entabla un diálogo de creyentes, la vida pasa de unos a otros en plano de confianza y apertura. Dios mismo habla por la voz de los demás. Cada orante, con gran respeto, pero sin miedo, expresa en la plegaria su palabra, ofrece a los demás su voz hecha canto, su experiencia de fe. “Al darnos nos vamos creando”.

Compromiso. La respuesta a tanto don es una vida que se entrega. La oración de grupo hace posible que surjan estructuras de comunión, donde se cultive la gratuidad. La oración abre un espacio de gracia en nuestra tierra. Puestos ante Dios y ante los demás, vamos poniendo lo mejor de nosotros para construir un mundo uevo. “Siempre han sido los hombres y mujeres de oración quienes, como auténticos intérpretes y ejecutores de la voluntad de Dios, han realizado grandes obras” (VC 94).

A tener en cuenta

Importancia del animador. Todo grupo necesita un animador que acompañe, aliente, recree su trayectoria. “El Espíritu Santo da a ciertos fieles dones de sabiduría y discernimiento dirigidos a este bien común que es la oración” (CEC 2690). Es muy importante que tenga experiencia. “Nuestro mundo hace más caso a los testigos que a los maestros” (Pablo VI). Señalará los momentos, moderará la oración, pero no dominará la plegaria.

Discernimiento. Los criterios de discernimiento se toman de las características del grupo. Así, no gozará de muy buena salud el grupo de oración que no crezca en una relación de confianza y amistad entre sus miembros. No será grupo de oración si se reduce a un grupo de amigos, olvidando el fin para el que han sido convocados, que no es otro que la relación amistosa con Dios. No habrá oración auténticamente cristiana sin empalme directo con la vida cotidiana y con la vida de los otros.

Crecimiento. El grupo está siempre en movimiento necesita crecer, desarrollarse. No se trata de que el grupo haga oración, sino que la oración haga grupo, haga comunidad.

Modelos. “Las diversas espiritualidades cristianas participan en la tradición viva de la oración y son guías indispensables para los fieles. En su rica diversidad reflejan la pura y única luz del Espíritu Santo” (CEC 2683). “Reunidos en común, haya una sola oración, una sola esperanza en la caridad, en la alegría sin tacha, ya que no existe nada mejor que El. Corred todos a una, como a un solo templo de Dios, como a un solo altar, a un solo Jesucristo que procede de un solo Padre” (San Ignacio de Antioquía).

Oración de la Noche

Señor, ya es tarde; ya viene la noche.
Quiero agradecerte por este día.

Fue duro, con sufrimientos e inseguridades,
pero lleno de amor, y vivido en la alegría de la esperanza.

Gracias, Señor por este día que acabo de vivir.
Intenté vivirlo en Tu amor y nada me faltó.

En tu compañía soporté mis sufrimientos y no fue un día perdido. Confié en Ti y acepté tu voluntad. No fui perfecto, pero intenté ser bueno. Perdona mis faltas, Señor, y recíbeme.

Dame una noche tranquila y, por Tu gracia, restaura mis fuerzas, disminuya mis dolores y consérvame en salud.

Haz que mañana yo esté listo para cumplir tu voluntad
y para aceptar a todos mis hermanos.

Amén.

Los Caminos de Dios

Todos los medios de comunicación están pendientes de la decisión que tomará el senado romano en estos días. El emperador reunido con sus más cercanos asesores está evaluando la conveniencia de las leyes promulgadas. El mundo está expectante, todos miran a Roma; se han hecho presentes los más importantes y destacados medios de prensa del orbe entero.

Ciertamente, si congeláramos esta escena, que ha intentado recrear la atención del mundo para con la capital del imperio, y entrando en ella, le preguntáramos a un hombre cualquiera de ese tiempo, ¿dónde se está gestando el futuro de la humanidad? Y ¿quién lo está decidiendo? Nuestra pregunta suscitaría en él, un asombro similar al que experimentaron los discípulos camino de Emaús ante la demanda de Jesús, “¿qué ha ocurrido?” La respuesta claramente apuntaría hacia el Imperio Romano: allí se están resolviendo los destinos de la humanidad. Allí esta el poder que regirá al mundo. Los destinos de todos los hombres están en las manos del emperador romano y su senado que bosqueja cómo disponer del mundo según su proyecto.

Al mismo tiempo, en una parte alejada de ese mismo imperio, dos mujeres se encuentran en uno de los tantos pueblitos polvorientos de Israel. Una, llamada María; la otra, su prima Isabel. Las dos llevan en sus vientres a dos personajes de la historia grande: Isabel, a Juan Bautista; María, a Jesús. La lectura de la realidad aparece harto distinta para quien se coloque desde esta perspectiva. El mundo no ha quedado en manos del azar, no depende en su destino último de la prepotencia de quien ejerce el poder arbitrariamente. No está bajo la amenaza del capricho; no es un hijo abandonado de un padre prófugo. El Creador “no olvida la obra de sus manos.” Y en virtud de su Amor, cumple plenamente con la promesa que había realizado desde el momento de la caída del hombre en el paraíso.

Dios está confundiendo los proyectos de los fuertes con la disponibilidad y el amor de los débiles. Dos mujeres a la vera del camino son las portadoras de los destinos de la humanidad de todos los tiempos. En sus conversaciones sencillas, Dios está tejiendo la historia de la salvación. Su acción está en medio de ellas, se torna palpable, es motivo de gozo para el niño que lleva en el vientre Isabel. Ante la “Madre del Señor”, Juan Bautista salta de gozo. Así como David viene danzando delante del Arca de la presencia que vuelve a estar en medio de su Pueblo, Juan Bautista salta de gozo delante del Arca de la Nueva y Eterna Alianza que deposita al Señor Dios en medio de su Pueblo. María es saludada por ser la portadora, como el Arca, de la presencia de Dios, para convertirse en el primer sagrario, que custodia con la valentía de la fe, el proyecto de Dios que se está realizando.

¿Quiénes son los débiles desde la perspectiva del mundo? María, José, Isabel, Zacarías, Juan Bautista, los pastores fieles, Ana, Simeón; eran llamados despectivamente “anawin”, es decir, los pobres del Señor. Para vivir confiadamente, es necesario pedir la gracia de la mirada de estos “limpios de corazón”: ¡así es como se ve a Dios y su proyecto!

“No tengan miedo” nos dice el Señor, y hoy nos lo recuerda Juan Pablo II. “Dios está con nosotros” cumpliendo su proyecto según su promesa. Si el futuro se abre lleno de incertidumbres busquemos purificar nuestro corazón para mirar desde la esperanza: ¡desde los ojos de Dios!

Diác. Jorge Novoa

Dios no respondía…

Cuentan que una mujer dirigía siempre su oración y nunca era respondida por Dios.

Pidió entonces ayuda a un sabio que habitaba en un convento muy alejado, quien le dijo: – “¿Cómo oras a Dios?”

Ella respondió: – “Señor, este día tengo muchos problemas, muchas dificultades, necesito ayuda y ya no sé que hacer. Te pido que tengas compasión de mí pues mis fuerzas se han agotado. Mi familia no me ayuda y tengo muchos enemigos”.

A lo que el sabio respondió: – “Tu problema radica en algo muy sencillo, cuando oras, debes ver a Dios y no ver tus problemas. Dirigirte a Dios confiando en que Él escucha, y sabiendo que su poder está sobre todas las cosas. De esta forma reconocerás a Dios como centro de tu vida, y entonces tu oración será escuchada. Aún más: Dios escucha intentos, nunca dejes de orar. Haz hecho bien y por eso Dios te ha escuchado.”

¿Saben? A veces Dios se convierte en un pañuelito de lágrimas a quien nos acercamos pero no para que nos libre de nuestros problemas, sino para “quejarnos” y nuestras oraciones decimos de todo, nos quejamos y enojamos, pero casi nunca decimos a Dios que confiamos en que Él conoce nuestros problemas y los puede solucionar.

Cuando Pedro caminaba por el agua, cuenta la Biblia que quitó su mirada de Cristo, y entonces empezó a hundirse. Cada vez que sientas que te hundes, debe volver tus ojos a Jesús, el vendrá a ti, extenderá su mano y entonces te levantará.

Pero no quites tus ojos de El. De la misma forma, tampoco en la oración debes tener a tus problemas como centro, sino a Jesús.

Mensaje de Cuaresma

Yo quiero recibir esta cuaresma como un regalo. Estoy necesitado de fe. Mi alma requiere bálsamo de esperanza. Mi ser entero sabe que fui creado para el amor. Yo quiero que esta cuaresma me traiga fe, esperanza y amor.

Además, necesito ser guiado. No lo sé todo, no lo entiendo todo, no lo puedo todo. En la vida hay muchas trampas y no todas son evidentes. Hay muchas oportunidades y uno no las ve todas. Ya he perdido bastante tiempo y muchas cosas buenas. He sido engañado de muchos modos y también me he engañado a mí mismo. Necesito guía. Necesito alguien que me conozca, que infunda confianza y que me lleve con sabiduría y con firmeza. Creo que no encontraré a nadie mejor que a Jesucristo.

Quiero vivir la cuaresma con Jesucristo. Quiero ir con él, porque a nadie admiro tanto y de nadie aprendo tanto. Quiero que me ayude a conocerme y a superar las cosas que me han hecho daño o con las que he dañado a otras personas. Quiero que él me enseñe también a perdonarme y a tener una mirada de mucha misericordia para conmigo y para con todo ser humano.

Necesito cuaresma. Mi alma necesita una buena cuaresma, llena de luz, de oración, de soledad y a la vez encuentro íntimo con el Señor y con mis hermanos más necesitados.

Necesito Palabra de Vida, Palabra de alimento, Palabra de gracia. Quiero nutrirme bien, desintoxicarme, limpiar la mirada, sentir una brisa de salud y de fuerza nueva que me recorra completamente.

Quiero una buena cuaresma. Quiero llegar con el corazón renovado al misterio grande la Pascua. Quiero poder cantar la alegría de esta pascua como ninguna otra. Quiero derretirme de amor cuando Jesús se da entero. Morir con él y vivir para siempre con él.

Dios, ayúdame. Dame una buena cuaresma, por favor. Prepárame y fortaléceme para que esta cuaresma sea victoria tuya y gloria tuya en mi vida.

Amén.

Nelson Medina, OP

Hablemos de neutralidad (2)

1. Un enfoque sobre la separación entre Iglesia y Estado

La separación entre la Iglesia y el Estado puede interpretarse de varias maneras. Una de ellas es que el Estado es el encargado de mantener la imparcialidad entre las distintas corrientes religiosas.

Esta perspectiva supone dos asignaciones al Estado: neutralidad y poder. El Estado es neutro porque no es confesional. Pero además es poderoso, pues se supone que vela por la neutralidad que se le ha dado como encargo. Lo que es un deber, preservarse neutro, implica un derecho: hacer valer su autoridad como árbitro.

De este planteamiento surgen dos cuestiones relacionadas. Primera: ¿cómo se reglamenta el ejercicio del poder del Estado sobre las confesiones religiosas? Segunda: ¿qué estatuto adquieren quienes se presentan socialmente como no religiosos, esto es, como no pertenecientes a ninguna religión?

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Yo creo. ¿Y tu?

Un hombre fue a una barbería a cortarse el cabello y la barba, como de costumbre. En esto entabló una amena conversación con la persona que le atendía. Hablaban de tantas cosas y tocaron muchos temas. De pronto, tocaron el tema de Dios.

El barbero dijo: -Fíjese caballero que yo no creo que Dios exista, como usted dice.

-Pero, ¿por qué dice usted eso? pregunta el cliente.

-Pues es muy fácil, basta con salir a la calle para darse cuenta de que Dios no existe. O…dígame, acaso si Dios existiera, ¿habría tantos enfermos? ¿Habría niños abandonados? Si Dios existiera, no habría sufrimiento ni tanto dolor para la humanidad. Yo no puedo pensar que exista un Dios que permita todas estas cosas.

El cliente se quedó pensando un momento, pero no quiso responder para evitar una discusión.

El barbero terminó su trabajo y el cliente salió del negocio. Recién abandonaba la barbería, vio en la calle a un hombre con la barba y el cabello largo; al parecer hacía mucho tiempo que no se lo cortaba y se veía muy desarreglado.

Entonces entró de nuevo a la barbería y le dijo al barbero: – ¿Sabe una cosa? Los barberos no existen.

-¿Cómo que no existen? -pregunta el barbero-. Si aquí estoy yo y soy barbero.

– ¡No! -dijo el cliente-, no existen, porque si existieran, no habría personas con el pelo y la barba tan larga como la de ese hombre que va por la calle.

– Ah, los barberos si existen, lo que pasa es que esas personas no vienen hacia mi.

– ¡Exacto! -dijo el cliente-. Ese es el punto. Dios si existe, lo que pasa es que las personas no van hacia EL y no le buscan, por eso hay tanto dolor y miseria!

La Voz de Dios en la Oscuridad

El discípulo inquirió a su sabio maestro:

– ¿Por qué muchas veces Dios parece injusto con unos y generoso con otros?

El maestro le contó la siguiente historia:

– Vamos hasta la montaña en la que mora Dios –comentó un caballero a su amigo–. Quiero demostrar que Él sólo sabe exigir, y que no hace nada por aliviar nuestras cargas.

– Voy para demostrar mi fe –dijo el otro.

Llegaron por la noche a lo alto del monte y escucharon una voz en la oscuridad.

– ¡Cargad vuestros caballos con las piedras del suelo!

– ¿Ves? –dijo el primer caballero–. Después de subir tanto y estar muy cansados, aún nos hace cargar con más peso. ¡Jamás obedeceré!

En cambio, el segundo caballero hizo lo que le voz decía.

Cuando acabaron de bajar el monte, llegó la aurora y el alba trajo los primeros rayos de sol que iluminaron las piedras que el caballero piadoso había recogido. Eran diamantes puros, de kilates incalculables.

Dice el maestro:

Las decisiones de Dios son misteriosas, pero aunque no lo comprendamos ahora, siempre resultan a nuestro favor.

Mi querido amigo, cuando se te presenten por la vida muchas adversidades, y sientas que Dios te carga aún más en vez de aliviarte, no debes desesperar, ni quejarte por los golpes que recibes. Aun cuando no llegues a entenderlos, no pierdas la esperanza, pues la decisiones de Dios siempre juegan a favor de sus hijos que le aman.

Ya el Apóstol San Pablo nos lo decía:

“Fiel es Dios que nunca nos va a dejar ser probados más allá que nuestras propias fuerzas. Sino que junto con la prueba, nos dará la fortaleza para poder resistir”

Una Mesa para Dos

El está sentado en una mesa para dos. El mesero se le acerca y le pregunta “Quiere ordenar algo, señor?” El hombre ha estado esperando desde las 7, casi por media hora. “No gracias”, dice sonriendo “voy a esperarla un poco más. Tráigame más café, por favor”. “Sí, señor”. Responde el mesero.

Sus ojos azules se fijan en el florero del centro, sus manos juguetean con los cubiertos de plata mientras la suave música ambiental acaricia su mente. Está vestido con sencillez pero con elegancia, con el fin de que su compañera se encuentre cómoda en su compañía. Sin embargo, se encuentra solo.

El mesero regresa, le sirve el café y le pregunta: Algo más, señor? No, gracias. El mesero no se retira. Su curiosidad puede más que el temor de perder de pronto su propina por entrometido. Con voz entrecortada dice: No quiero ser imprudente, señor, pero…Sí, dime, le insiste el caballero invitándolo a que le diga con confianza lo que desea. El mesero continúa: porqué insiste Ud. en esperarla?

El mesero ha estado observando que ya van varias noches que este señor pacientemente ha estado esperando solo. El caballero contesta con voz tranquila: porque ella me necesita. Está ud. seguro? Sí. Bien, señor, sin querer ofenderlo, suponiendo que ella lo necesita, ciertamente su comportamiento no lo indica así, pues lo ha dejado plantado ya por tres veces esta semana. Sí, lo sé. Entonces porqué sigue viniendo aquí y la espera? Adelaida dijo que vendría. Seguramente le dijo lo mismo las otras veces, replicó el mesero, y no le cumplió. Porqué tiene que cumplirle usted? Entonces el hombre sonrió y mirando al mesero le dijo sencillamente: Porque la amo. El mesero se retiró caviloso sin comprender como es posible que el amor llegue hasta el punto de aguantarse desplantes de esa naturaleza tres veces por semana. Ese hombre debe estar loco, pensó el mesero.

Entretanto, el hombre sigue pensando en ella. Tiene tantas cosas para decirle a su Adelaida….pero más que todo, desea oír la voz de ella. Desea que ella le cuente sobre cómo ha pasado el día, cuáles han sido sus triunfos y sus derrotas… cualquier cosa, realmente. El ha tratado de que ella le manifieste que también se preocupa de él. Bebe despaciosamente su café. Sabe que Adelaida está retrasada, pero aún guarda la esperanza de que aparezca.

El reloj marca las nueve y media cuando el mesero regresa y le pregunta: Desea algo más, señor?

Mirando la silla vacía de su amada que no llegó, el caballero responde. No, gracias, creo que eso es todo por hoy. Tráigame la cuenta, por favor.

Cuando le trajeron la cuenta, sacó su billetera. Tenía dinero más que suficiente para haberle dado a Adelaida toda una fiesta. Pero solamente pagó su café y le dio al mesero una buena propina.

Porqué me haces esto, Adelaida, dijo para sus adentros llorando internamente.

Muchas gracias por sus servicios, le dijo al mesero. Que pases buena noche. Y se retiró de la mesa, pero antes de salir, fue a la recepción y reservó una mesa para dos para el día siguiente a la misma hora.

Mientras el hombre vuelve a casa, Adelaida se está acostando. Está cansada después de haberla pasado con sus amigos. Cuando alarga su mano para poner el despertador, ve sobre su mesa de noche una nota que ella misma se había escrito y que dice: A las 7, dedicar unos minutos a la oración.

Vaya !, se dice a si misma. Se me olvidó otra vez. Siente algo de remordimiento, pero enseguida se le pasa y piensa que ella necesitaba pasar ese rato con sus amigos. Ahora está cansada y necesita dormir. Mañana por la noche puedo rezar. Jesús me perdonará. A lo mejor, a El no le haya preocupado mucho mi falta de oración. Y apagó la luz.

Hablemos de neutralidad

La memoria tiene poder. A menudo–quiero decir, sin que falte una sola semana en todo el año–la televisión británica transmite algo de los horrores de la Segunda Guerra Mundial. Una y otra vez se repiten escenas que dejan expuestas todas las mentiras del nazismo.

Una película semejante, aunque en otra clave, se proyecta secretamente en el inconsciente colectivo europeo. Esa película repite un mensaje fundamental: “la religión produce guerra; es mejor no tener religión.” La cosa funciona más sutilmente que en el caso nazi, por supuesto. Yo diría que si uno no está atento no percibe nada, pero es posible que un día uno de pronto note que durante meses y meses TODO lo que sale bajo el título de religión va unido a adjetivos como “fundamentalista,” “extremismo,” “intolerancia,” y otros parecidos.

A esta edad mía he llegado a convencerme que es inútil pedir neutralidad a los medios de comunicación. Un ejemplo típico es lo que trae el editorial de EL TIEMPO, de Colombia, para el día 8 de Enero de 2006:

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El Regalo

Cierto hombre susurró: ¡Dios, háblame! y el árbol cantó. Pero el hombre no oía.

Luego, el hombre habló más fuerte, pidiendo: ¡Dios, háblame!, y un rayo cruzó el cielo. Pero el hombre no oía.

El hombre miró a su alrededor y dijo: ¡Dios, permite que te vea! Y una estrella se iluminó con gran resplandor.

Pero el hombre no la notó. Entonces el hombre gritó: ¡Dios, muéstrame un milagro! y en ese minuto nació un bebé. Pero el hombre no lo supo.

Luego el hombre pide a gritos, en desesperación: Tócame Dios y hazme saber que estás aquí! Dicho esto, Dios bajo y tocó al hombre, pero éste espantó a la mariposa que volaba a su alrededor y continuó caminando.

¡No te pierdas de una bendición sólo porque no viene envuelta del modo en que tú esperas!

¿Reemplazarías a Cristo?

El Silencio de Dios

Cuenta una antigua Leyenda Noruega, acerca de un hombre llamado Haakon, quien cuidaba una Ermita. A ella acudía la gente a orar con mucha devoción.

En esta ermita había una cruz muy antigua. Muchos acudían ahí para pedirle a Cristo algún milagro.

Un día, el ermitaño Haakon quiso pedirle un favor. Lo impulsaba un sentimiento generoso. Se arrodillo ante la cruz y dijo:

“Señor, quiero padecer por ti. Déjame ocupar tu puesto. Quiero reemplazarte en la cruz”.

Y se quedo fijo con la mirada puesta en la Efigie, como esperando la respuesta.

El Señor abrió sus labios y hablo. Sus palabras cayeron de lo alto, susurrantes y amonestadoras:

“Siervo mío, accedo a tu deseo, pero ha de ser con una condición”.

¿Cuál, Señor? Pregunto con acento suplicante Haakon. ¿Es una condición difícil?

¡Estoy dispuesto a cumplirla con tu ayuda, Señor! Respondió el viejo ermitaño.

Escucha: Suceda lo que suceda y veas lo que veas, has de guardar silencio.

Haakon contestó:¡Os, lo prometo, Señor! Y se efectuó el cambio.

Nadie advirtió el trueque. Nadie reconoció al ermitaño, colgado con los clavos en la Cruz.

El Señor ocupaba el puesto de Haakon. Y Este por largo tiempo cumplió el compromiso. A nadie dijo nada. Pero un día, llegó un rico.

Después de haber orado, dejo allí olvidada su cartera. Haakon lo vió y calló. Tampoco dijo nada cuando un pobre, que vino dos horas después, se apropió de la cartera del rico.

Ni tampoco dijo nada cuando un muchacho se postró ante él poco después para pedirle su gracia antes de emprender un largo viaje.

Pero en ese momento volvió a entrar el rico en busca de la bolsa. Al no hallarla, pensó que el muchacho se la había apropiado. El rico se volvió al joven y le dijo iracundo:

¡¡¡Dame la bolsa que me has robado!!!

El joven sorprendido, replico: ¡No he robado ninguna bolsa!

¡No mientas, devuélvemela enseguida!

¡Le repito que no he cogido ninguna bolsa! Afirmó el muchacho.

El rico arremetió, furioso contra él. Sonó entonces una voz fuerte: ¡Detente! El rico miró hacia arriba y vió que la imagen le hablaba.

Haakon, que no pudo permanecer en silencio, gritó, defendió al joven, increpó al rico por la falsa acusación. Este quedó anonadado, y salió de la Ermita.

El joven salió también porque tenía prisa para emprender su viaje. Cuando la Ermita quedo a solas, Cristo se dirigió a su siervo y le dijo:

Baja de la Cruz. No sirves para ocupar mi puesto. No has sabido guardar silencio.

Señor, dijo Haakon, ¿cómo iba a permitir esa injusticia?

Se cambiaron los oficios. Jesús ocupó la Cruz de nuevo y el ermitaño se quedó ante la Cruz.

El Señor, siguió hablando: Tu no sabías que al rico le convenía perder la bolsa, pues llevaba en ella el precio de la virginidad de una joven mujer.

El pobre, por el contrario, tenía necesidad de ese dinero e hizo bien en llevárselo; en cuanto al muchacho que iba a ser golpeado, sus heridas le hubiesen impedido realizar el viaje que para él resultaría fatal.

Ahora, hace unos minutos acaba de zozobrar el barco y él ha perdido la vida.

Tú no sabías nada. Yo si sé. Por eso callo. Y el señor nuevamente guardó silencio.

Muchas veces nos preguntamos: ¿Por qué razón Dios no nos contesta? ¿Por qué razón se queda callado Dios?

Muchos de nosotros quisiéramos que Él nos respondiera lo que deseamos oír… Pero, Dios no es así. Dios nos responde aun con el silencio… Debemos aprender a escucharlo.

Su Divino silencio, son palabras destinadas a convencernos de que Él sabe lo que está haciendo. En su silencio nos dice con amor; ¡Confiad en Mi que sé bien lo que debo hacer!

Clase de Español en el Cielo

Un profesor universitario de español, muy reconocido, soñó que se encontraba con Dios y decidió preguntarle el motivo por el cual nunca había sido feliz en su vida, a pesar de su exitosa carrera y sus conocimientos.

Dios le dijo entonces: “Sé que eres profesor de una gran trayectoria en el idioma, dime cuáles son las tres primeras personas en la gramática”.

El profesor se sorprendió de aquella pregunta tan fácil, y respondió: “Pues eso es muy fácil para una persona con mis conocimientos del idioma, son : YO, TU y EL”.

Dios le miró y dijo : “Ves, ese es el problema. Aún con tus conocimientos lo has dicho al revés y esa es la causa de tu infelicidad. Siempre debes decir “EL” primero, refiriéndote a mí para que yo sea el primero en tu vida. “TU” para que el prójimo sea la segunda persona mas importante en tu vida. Y finalmente cuando me hayas buscado y hayas ayudado a tu prójimo, entonces estará el “YO”.

Por ende nunca te equivoques mas, si deseas ser feliz debes decir: “EL, TU y YO”