La Oración en Grupo

¿De qué se trata?
“Gran mal es un alma sola”. La fe no se puede vivir a solas, ni tampoco la oración. El grupo ofrece la cercanía y el apoyo de los demás para descubrir la dimensión comunitaria de la vida cristiana, donde cada hermano y hermana es un don. Es lo que Santa Teresa llama: “hacernos espaldas”.

Un signo de los tiempos. La oración en grupo es una gozosa realidad en nuestros días. Es posible orar así. Abundan los grupos comprometidos, con buena representación de laicos. Es un regalo del Espíritu a la Iglesia. “Los grupos de oración son hoy uno de los signos y uno de los acicates de la renovación en la Iglesia, a condición de beber en las auténticas fuentes de la oración cristiana” (CEC 2689; NMI 33).

El espejo de la Iglesia primitiva. El retrato de las primeras comunidades cristianas permanece siempre como referencia para todo grupo de oración. Presenta a los primeros cristianos como una comunidad que ora (Hch 2,42). Se reúnen en un lugar, y el Espíritu les une el alma. Juntos escuchan la Palabra de Dios. Dejan que la vida de Dios pase de unos a otros en un clima de alegría. Comparten los dones, a lo de cada uno lo llaman “nuestro”. Perseveran en estos encuentros y el Señor los bendice.

¿Qué es un grupo de oración?

Un grupo de personas:
– Donde se reconoce el rostro de los que están al lado.
– Cada uno es un don para el otro.
– Todos tienen espacio, palabra, tarea.

Que se reúnen para hacer un camino de encuentro con Dios.
– Llamados por el Espíritu
– En el nombre de Jesús, que garantiza su presencia en medio de ellos (Mt 18,19-10).
– Aprenden a decir: Padre nuestro.
– En comunión con la Iglesia (CEC 2689).

Y que sienten la necesidad de dar gratis lo que gratuitamente han recibido. El don se convierte en tarea eclesial.”Nuestras comunidades cristianas tienen que llegar a ser auténticas escuelas de oración” (NMI 33.34).

Características

El “nosotros” orante. El orante no puede renunciar al encuentro en soledad con Dios, pero su vida participa de la vida de los otros. El grupo se coloca en el plano de la gracia y se sabe habitado por el misterio de Dios. El Espíritu realiza la unidad en el encuentro. Desaparecen los protagonismos personales. Preside el grupo Jesús.

Trato de amistad. Los componentes del grupo se hacen compañeros, solidarios de los otros. Se abren de forma libre, en un gesto de transparencia. Todos se sienten hermanos. Al amarse están amando a Dios. La oración de grupo es un ejercicio de amistad. Conforme a las palabras de Jesús: “Ya no os llamo siervos, a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer” (Jn 15,15-16).

Compartir. El grupo entabla un diálogo de creyentes, la vida pasa de unos a otros en plano de confianza y apertura. Dios mismo habla por la voz de los demás. Cada orante, con gran respeto, pero sin miedo, expresa en la plegaria su palabra, ofrece a los demás su voz hecha canto, su experiencia de fe. “Al darnos nos vamos creando”.

Compromiso. La respuesta a tanto don es una vida que se entrega. La oración de grupo hace posible que surjan estructuras de comunión, donde se cultive la gratuidad. La oración abre un espacio de gracia en nuestra tierra. Puestos ante Dios y ante los demás, vamos poniendo lo mejor de nosotros para construir un mundo uevo. “Siempre han sido los hombres y mujeres de oración quienes, como auténticos intérpretes y ejecutores de la voluntad de Dios, han realizado grandes obras” (VC 94).

A tener en cuenta

Importancia del animador. Todo grupo necesita un animador que acompañe, aliente, recree su trayectoria. “El Espíritu Santo da a ciertos fieles dones de sabiduría y discernimiento dirigidos a este bien común que es la oración” (CEC 2690). Es muy importante que tenga experiencia. “Nuestro mundo hace más caso a los testigos que a los maestros” (Pablo VI). Señalará los momentos, moderará la oración, pero no dominará la plegaria.

Discernimiento. Los criterios de discernimiento se toman de las características del grupo. Así, no gozará de muy buena salud el grupo de oración que no crezca en una relación de confianza y amistad entre sus miembros. No será grupo de oración si se reduce a un grupo de amigos, olvidando el fin para el que han sido convocados, que no es otro que la relación amistosa con Dios. No habrá oración auténticamente cristiana sin empalme directo con la vida cotidiana y con la vida de los otros.

Crecimiento. El grupo está siempre en movimiento necesita crecer, desarrollarse. No se trata de que el grupo haga oración, sino que la oración haga grupo, haga comunidad.

Modelos. “Las diversas espiritualidades cristianas participan en la tradición viva de la oración y son guías indispensables para los fieles. En su rica diversidad reflejan la pura y única luz del Espíritu Santo” (CEC 2683). “Reunidos en común, haya una sola oración, una sola esperanza en la caridad, en la alegría sin tacha, ya que no existe nada mejor que El. Corred todos a una, como a un solo templo de Dios, como a un solo altar, a un solo Jesucristo que procede de un solo Padre” (San Ignacio de Antioquía).