¿El temor de Dios disminuye al aumentar el amor hacia Dios?

Como ya hemos expuesto (a.2), el temor de Dios es doble: el filial, con que se teme su ofensa o su separación, y el servil, con que se teme la pena. Ahora bien, el temor filial debe crecer al aumentar la caridad, como aumenta el efecto al aumentar la causa. En realidad, cuanto más se ama a otro, tanto más se teme ofenderle y apartarse de él. El temor servil, por su parte, pierde del todo su servilismo cuando llega la caridad, pero permanece sustancialmente el temor de la pena, como ya hemos expuesto (a.6). Y este temor disminuye al crecer la caridad, sobre todo en cuanto a su acto, pues cuanto más se ama a Dios, menos se teme la pena. En primer lugar, porque se presta menos atención al propio bien, al cual se opone la pena. En segundo lugar, porque cuanto más firme es la unión, tanto mayor es la confianza en el premio, y por lo tanto, menos se teme la pena. (S. Th., II-II, q.19, a.10, resp.)


[Estos fragmentos han sido tomados de la Suma Teológica de Santo Tomás, en la segunda sección de la segunda parte. Pueden leerse en orden los fragmentos publicados haciendo clic aquí.]

¿El amor hace que desparezca el temor servil?

El temor servil tiene por causa el amor de sí mismo, porque es el temor de pena, detrimento del propio bien. Por eso, en la misma medida en que el temor de pena puede coexistir con la caridad, en esa misma coexiste el amor de sí mismo, pues por el mismo motivo desea el hombre su propio bien y teme su privación. Ahora bien, el amor de sí mismo se puede relacionar con la caridad de tres maneras: La primera, se opone a ella al poner el fin en el amor del bien propio. Otra: el amor de sí mismo va incluido en la caridad, hecho que sucede cuando el hombre se ama a sí mismo por Dios y en Dios. Por último, el amor se distingue ciertamente de la caridad, pero sin contrariarla; por ejemplo, cuando uno se ama a sí mismo en razón de su propio bien, pero sin poner en él su fin. Asimismo, respecto del prójimo puede darse un amor especial, además del amor de caridad, que se apoya en Dios, cuando el prójimo es amado, bien por motivos de consanguinidad, bien por alguna otra cualidad humana susceptible de ser ordenada a la caridad.

Por lo tanto, el temor de pena puede relacionarse también con la caridad de tres maneras. Primera: separarse de Dios; es una pena que rehuye grandemente la caridad. Y esto pertenece al amor casto. Segunda: contrariando a la caridad. En este caso se rehuye la pena contraria al bien propio natural como principal mal, contrario al bien que se ama como fin. En este sentido, el temor de pena no es compatible con la caridad. Tercera: el temor de pena se distingue sustancialmente del temor casto. Es decir, el hombre tiene el temor de pena no por razón de la separación de Dios, sino por ser nocivo para el bien propio. Sin embargo, tampoco pone en ese bien su fin, y, por lo mismo, tampoco lo teme como mal principal. Este temor de pena puede coexistir con la caridad, como hemos demostrado (a.2 ad 4; a.4). Por eso, en cuanto servil, no permanece con la caridad, pero la sustancia del temor servil puede coexistir con ella, lo mismo que el amor propio. (S. Th., II-II, q.19, a.6, resp.)


[Estos fragmentos han sido tomados de la Suma Teológica de Santo Tomás, en la segunda sección de la segunda parte. Pueden leerse en orden los fragmentos publicados haciendo clic aquí.]

LA GRACIA del Martes 3 de Abril de 2018

MARTES DE LA OCTAVA DE PASCUA

Si crece en nosotros el amor, crecerán las experiencias de tristeza porque Dios es ofendido; pero crecerán más las experiencias de alegría por el triunfo de su gracia en nuestras vidas.

[REPRODUCCIÓN PERMITIDA en redes sociales, blogs, emisoras de radio, y otros medios. Tu donación hace fuerte la evangelización católica. ¡Dona ahora!]

Amor, servicio, autoridad y sanación

La entrega de Cristo, primero en el misterio eucarístico del Jueves Santo, y luego en el altar de la Cruz, es la cumbre de la ofrenda de su amor que nos sana, salva y libera. Así nos enseña que la humanidad querida por Dios no es un mundo de iguales, recortados para quedar del mismo tamaño, sino una sociedad en la que el bien en el que cada uno sobresale (autoridad) es el bien con el que apoya y construye a los demás (servicio).

Motores

Dos poderosas turbinas
Mueven al fiel cristiano:
Saberse en verdad amado
En la Cruz que de Sangre brilla
Y tener urgencia de amar
Según el nuevo mandato
Que dejó el Señor dicho y claro
Cuando se dio como Pan.

LA GRACIA del Miércoles 28 de Febrero de 2018

El amor que busca la gloria del Padre y la salvación de los hombres nos rescata de las tendencias tenebrosas de nuestro ego y le da la victoria a Dios.

[REPRODUCCIÓN PERMITIDA – Ayúdanos a divulgar este archivo de audio en las redes sociales, blogs, emisoras de radio, y otros medios.]

LA GRACIA del Lunes 19 de Febrero de 2018

Con un camino de conversión y amando a la persona en necesidad construyéndole un bien, podemos cambiar lo que vamos a escuchar al final, en nuestro juicio particular.

[REPRODUCCIÓN PERMITIDA – Ayúdanos a divulgar este archivo de audio en las redes sociales, blogs, emisoras de radio, y otros medios.]

¿Existe el amor para siempre?

Padre Nelson, me considero una persona normal, en el sentido de que mis historias son las de muchas jóvenes de mi edad. Y entre esas historias está que mis papás se separaron cuando yo tenía 11 años y medio. Un día me puse a ver, y entre mis amigas esa es la norma y no la excepción: todas somos hijos de papás separados; creo que con una excepción. La pregunta es si tiene sentido seguir hablando de amores “eternos” cuando lo que uno ve son amores a término limitado. Además, tampoco estoy segura de ue se la mejor idea estar buscando esos amores perpetuos cuando a veces la gente sigue unida pero en medio de la indiferencia o incluso de las agresiones. ¿Usted qué piensa? — K. S.

* * *

A medida que la sociedad se vuelve más superficial, más individualista, más acelerada, vamos perdiendo cualidades que luego hacen falta, no sólo para cosntruir familias estables y felices sino también para todo lo que pueda darle firmeza y futuro a nuestros jóvenes. Quiero decir: el lenguaje del egoísmo y la ley de la jungla se imponen, y eso es una invitación a la trampa, la crueldad y el abuso… en todos los frentes, no sólo en la familia.

Hay un artículo bueno de ALETEIA que creo que ilumina puntos muy importantes sobre todo porque se atreve a pensar en grande, a pensar en santidad:

“Hoy pienso en todas las familias que tienen como modelo la sagrada familia. Pienso en el ideal y lo lejos que a veces se encuentra la realidad. Miro a José y a María en Belén. José mira a María. Ella calla conmovida. Ha llegado Dios a sus manos en la carne de un niño. El sí que pronunciaron se ha hecho realidad. Su Fiat sagrado. José mira a María. ¡Cuánto la quiere!

Miro hoy la intimidad que hay entre ellos. Su complicidad llena de ternura. Miro sus miedos que les hacen dudar. Miro todos sus sueños guardados en el alma. Veo a José preocupado de cada detalle. Miro a María calmando a José cuando se preocupa demasiado por las cosas que no salen bien. María sonríe. José la abriga. Carga él con lo más pesado. Ella se siente querida y cuidada.

Los dos velan al Niño esta noche. Los dos cuidan a Jesús en Belén. Los dos huyen después con Jesús a Egipto. En sueños lo comprenden todo. Los dos educan a Jesús en Nazaret cuando pueden regresar a casa. Años de silencio en los que Jesús crece en alma y cuerpo, se fortalece.

¡Cuánta renuncia escondida en treinta años de camino oculto! El amor siempre renuncia a los propios planes por el otro. José y María renunciaron a tantas cosas por seguir el plan de Dios. Sabían que Dios cuidaría de ellos toda la vida. Consagran su vida a ese niño que es Dios, que es hombre, que es su mayor tesoro. Ese mismo Dios que toca hoy la tierra y llega a mi vida.

José creyó al ver a María creer. Sabe de golpe que todo merece la pena sólo por estar con ella. María es el lugar de José. Su hogar sagrado. Su seguro más verdadero. María mira a José. Se alegra de que Dios le diera un hombre así para cuidar sus pasos. Un hombre justo, fiel. Se siente tan amada por él. El amor entre ellos construye su casa. Es el pilar más sólido. El más necesario. Ese amor matrimonial es tan sagrado.

Pero sé que al mismo tiempo el amor matrimonial es tan frágil. El amor de José y María es la referencia que anima. Un amor que parece imposible en la tierra. Pero para Dios no hay nada imposible. Un amor que todo corazón desea. Así quiere ser el amor de los esposos. Un amor humano y frágil que sueña con ser un amor santo.

Todos los matrimonios están llamados a la santidad como comenta el P. Kentenich: Queremos ser santos no a pesar de estar casados y de las cosas de la vida conyugal, sino precisamente porque estamos casados. Que el matrimonio sea un medio para la santidad.

Dios llama hoy al hombre a ser santo en ese camino particular para él soñado. La vida matrimonial es camino de santidad. El amor matrimonial es algo tan sagrado. Hay muchos matrimonios que viven muy santamente y son el testimonio más cercano del amor que Dios nos tiene. Un reflejo del amor trinitario. Ojalá hubiera cada vez más matrimonios santos o al menos que lucharan cada día por llevar una vida santa.

Dios me llama hoy a amar santamente. Miro el amor entre los esposos y veo que es un camino hacia el cielo. El camino más directo que Dios ha pensado para ellos.

Pero muchas veces sucede que la familia no es una escuela de santidad. Y el amor entre los esposos languidece, se enfría y deja de expresar una honda ternura. Comienzan las tensiones, las distancias, el desamor. Desaparece ese amor generoso que siempre soñaron. Ese amor fuerte que ha de ser el fundamento de todo. El amor deja de expresarse en gestos.

Hace falta siempre que el amor se alimente de la renuncia y de la generosidad. Un amor que no mida y acepte la asimetría como estilo de vida. Un amor que descanse en el amor que Dios nos tiene.”

Para bien del amor y de la pureza

Un matrimonio cristiano no puede desear cegar las fuentes de la vida. Porque su amor se funda en el Amor de Cristo, que es entrega y sacrificio… Además, como recordaba Tobías a Sara, los esposos saben que “nosotros somos hijos de santos, y no podemos juntarnos a manera de los gentiles, que no conocen a Dios”.

Cuando éramos pequeños, nos pegábamos a nuestra madre, al pasar por caminos oscuros o por donde había perros. Ahora, al sentir las tentaciones de la carne, debemos juntarnos estrechamente a Nuestra Madre del Cielo, por medio de su presencia bien cercana y por medio de las jaculatorias. -Ella nos defenderá y nos llevará a la luz.

Permíteme un consejo, para que lo pongas en práctica a diario. Cuando el corazón te haga notar sus bajas tendencias, reza despacio a la Virgen Inmaculada: ¡mírame con compasión, no me dejes, Madre mía! -Y aconséjalo a otros.

Más pensamientos de San Josemaría.

Amar es buscar el bien del otro

Amar es buscar el bien del otro. El amor requiere entonces los ojos bien abiertos. No es ceguera, no es ilusión, no consiste en “imaginar” lo que deseamos sino en acoger con realismo y apoyar con empeño y esperanza a nuestro prójimo. Ya se trate de alguien tan cercano, como el esposo o los hijos, o ya se trate de alguien a quien apenas conocemos, como un compañero ocasional en el autobús, amar al prójimo siempre requiere la luz de la inteligencia y una firme resolución de la voluntad.

No podemos decir que amamos simplemente por lo que “sentimos” en términos de simpatía, gusto, bienestar, u otros términos que se usan ocasionalmente hoy en día como “feeling,” “química,” “buena onda” o “buena vibra.” El amor puede o no tener esa clase de respuestas emocionales pero su esencia está muy por encima de todo ello. El amor puede empezar siendo alguna de esas realidades–como es, por demás, natural, especialmente en el amor de pareja–pero si se queda solamente a ese nivel no termina de salir de su egoísmo.

De hecho, amar es caminar, peregrinar, madurar, crecer. De modo ordinario, este camino va de una “lógica de transacción” en que cada uno da en proporción a lo que espera recibir, a una “lógica de gratuidad” en que la generosidad y la superación de todo cálculo toma el timón de nuestras acciones. Modelo acabado de esa gratuidad, modelo perfectísimo, es el Señor Jesucristo, en quien hemos sido amados “hasta el extremo.” Por eso, quienes se alimentan con abundancia de ese amor y se dejan formar por él encuentran siempre una ruta y una fuerza de crecimiento que hace posible la fidelidad, el perdón y una maravillosa fecundidad.

Perdonar y amar

Decía aquel amigo nuestro: “no he necesitado aprender a perdonar, porque el Señor me ha enseñado a querer”.

Perdonar. ¡Perdonar con toda el alma y sin resquicio de rencor! Actitud siempre grande y fecunda. -Ese fue el gesto de Cristo al ser enclavado en la cruz: “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen”, y de ahí vino tu salvación y la mía.

Mira: tenemos que amar a Dios no sólo con nuestro corazón, sino con el “Suyo”, y con el de toda la humanidad de todos los tiempos…: si no, nos quedaremos cortos para corresponder a su Amor.

Más pensamientos de San Josemaría.

Cuida tu corazón

¡Grítaselo fuerte, que ese grito es chifladura de enamorado!: Señor, aunque te amo…, ¡no te fíes de mí! ¡Atame a Ti, cada día más!

No lo dudes: el corazón ha sido creado para amar. Metamos, pues, a Nuestro Señor Jesucristo en todos los amores nuestros. Si no, el corazón vacío toma venganza, y se llena de las bajezas más despreciables.

No existe corazón más humano que el de una criatura que rebosa sentido sobrenatural. Piensa en Santa María, la llena de gracia, Hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo, Esposa de Dios Espíritu Santo: en su Corazón cabe la humanidad entera sin diferencias ni discriminaciones. -Cada uno es su hijo, su hija.

Más pensamientos de San Josemaría.