Juan en Aldún (16 de 20)

16. El Empleado del Monasterio

Caterina se sentó al lado de Mateo. Lo miró primero a él y luego dijo en voz clara:

–Primero debo pedirte perdón a ti, Mateo. Sólo Dios sabe el dolor que llevó por la muerte de tus amigos. Aquello fue un crimen horrendo y lamentablemente no es el primero que comete Landulfo. Y si ustedes no me ayudan, si ustedes no nos ayudan a mi madre y a mí, ese hombre seguirá asolando esta zona.

Un pájaro cantó con voz suave y hermosa, pero se calló sin que nadie le hiciera ninguna seña. Caterina continuó, dirigiéndose al hermano de Juan, que ya había dejado de amenazar con el cuchillo a Elena:

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Juan en Aldún (15 de 20)

15. Los Pájaros

No solamente los jóvenes oyeron ese concierto. Landulfo, que no podía dormir después de que su pregunta quedara sin respuesta, escuchaba algo de la melodía, sólo que a él no le sonaba agradable y placentera sino dura y amenazante. Tanto le molestó ese sonido que finalmente salió de casa armado de su hacha gigante pero no pudo sacar nada en claro porque había algo de neblina de manera que el lejano resplandor de la hoguera quedó oculto a sus ojos. Volvió a casa y algo le quería decir a Ariadna pero esta dormía profundamente y a él le daba pesar interrumpir ese sueño. Entonces sacó uno de sus cuadernos y empezó a escribir un breve poema sobre “La Hermosa Dormida.” Satisfecho con su obra maestra se quedó dormido después.

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Juan en Aldún (14 de 20)

14. Elena Cuenta su Historia

El fuego crepitaba dando una sensación de reunión de amigos y de paz al comienzo de la primavera. Elena entendió rápidamente que no podía defenderse con otra cosa que no fuera la verdad, así que se dispuso a confesarlo todo, con la presunción de que hablar le salvaría la vida.

Y no se equivocaba. Ninguno de ellos era hombre o mujer de armas. No querían lastimarla sino tomarla como guía, así fuera una guía un poco forzada.

Mateo empezó, con tono solemne:

–No vamos a hablar de mis compañeros, que fueron brutalmente asesinados sin causa justa. Hoy nos ocupa otro asunto. El monje, el señor Kunev.

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Juan en Aldún (13 de 20)

13. Los Jóvenes al Rescate

La primera condición que Ariadna le puso a Landulfo, cuando al fin hablaron el asunto, es que la recuperación del cofre no debía traer más derramamiento de sangre. Eso él lo aceptó sin protestar. Luego le pidió que la llevara hasta el monasterio. Eso a duras apenas lo aceptó. Y luego quería pedirle que Elena los acompañara, pero ya la escasa de paciencia de Landulfo había alcanzado su límite, de modo que el tema quedó cerrado.

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Juan en Aldún (12 de 20)

12. Un Desencuentro

Al principio Juan creyó que estaba soñando o que la pesadilla infernal seguía. Abrió los ojos que le pesaban como si tuviera losas en vez de párpados. No había rastro de los monstruos y la voz desde afuera seguía gritando, primero sólo en latín y luego en aldunense: “Miserere Mei, Domine!”

Hacía tantos años que Juan no oía aldunense que se quedó perplejo. Incorporándose notó que tenía la túnica sucia por haber trasbocado y que todo él apestaba a licor barato. Sin embargo, abrió la puerta y se encontró con un pastor muy alto y fornido, cuyas cejas se unían sobre la nariz. El pastor hizo una mueca de enfado por el hedor que salía de Juan pero no se movió un centímetro de su sitio. Por un momento los dos hombres se miraron como identificando cada cual el tipo de persona que el otro era.

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Juan en Aldún (11 de 20)

11. Una Visita para Juan

El encuentro con Magdalena no sólo cambió la vida de las dos chicas sino también la de Igor. La madre de Magdalena era viuda como él y era una mujer bella de alma y cuerpo. Un día, después de una leve cena, por la misma época de las oraciones públicas que se hicieron con motivo de la muerte de Josafat, las tres amigas se reunieron aparte para hablar cosas de su monasterio. Oyéndolas uno pensaría que estaban hablando de una casa de muñecas, pero las cosas iban muy en serio, como lo demostraron los hechos subsiguientes.

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Juan en Aldún (10 de 20)

10. Josafat

Ignorante de su popularidad y de las visitas que habría de recibir un día, Juan progresaba a buen paso en su lectura. No se limitaba ya a la Biblia sino que tomaba algunos otros libros con escritos de los antiguos Padres. El que más le gustaba pero más trabajo le costaba era San Agustín.

Pero las Crónicas seguían siendo su lectura diaria pues en ellas aprendía no sólo de vida espiritual sino de muchas cosas prácticas: cómo hacer telas y túnicas, cómo cocinar, qué hierbas podían considerarse medicinales y qué setas eran venenosas. Toda esta parte le fue extremadamente útil, sobre todo porque iba acompañada de dibujos.

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Juan en Aldún (9 de 20)

9. Mateo en Aldún

Lo último que esperaba Joaquín ese cierto día era encontrarse a Mateo; mucho menos encontrárselo en el estado desastroso en que lo vio llegar: pálido, literalmente muriendo de hambre, con solo pedazos de ropa y los ojos muy hundidos en las cuencas.

Apenas Mateo pudo hablar Joaquín entendió que ahora más que nunca tenían que ser los amigos que un día habían querido ser. Mientras le ayudaba a llegar a la casa, Mateo decía fragmentos de frases, como retratando en palabras desarticuladas el dolor físico y emocional que había tenido que vivir en esas dos semanas trágicas. Joaquín lo oía con respeto y afecto, pero le exhortaba suavemente a callar y reservar sus fuerzas. Dando tumbos Mateo logró llegar a la casa materna. Lágrimas asomaron a sus ojos, sobre todo cuando pudo abrazar a la mamá: “¡Pensé que ya no te volvería a ver!” dijeron los dos a coro sin ponerse de acuerdo.

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Juan en Aldún (8 de 20)

8. Conversación de Pareja

No se puede decir que Landulfo quisiera a Ariadna: la veneraba. Veamos y escuchemos, si no, a esta pareja en la intimidad de su casa. Una lámpara arde en la habitación y un lecho inmenso lo ocupa casi todo. Sin embargo, a un lado queda espacio suficiente para la colección de unturas, cremas, lociones y fórmulas con que Ariadna cuida su preciosa piel. Dónde y cómo ha conseguido todas esas cosas es pregunta que nadie podría responder: hay centenares de recipientes de vidrio, cajas pequeñas, receptáculos de madera, olletas ridículamente pequeñas, cajas metálicas más grandes, vasos de cerámica y como de porcelana, aromas traídos de lejanas tierras… Nada de extraño que ella necesite media mañana para decidir cómo vestirse, qué untarse, cómo adornarse, qué perfume ponerse. Todo en ella es hermoso; su sueño es ser perfecta, ser simple y perfectamente bella en todo su cuerpo, como esas esculturas que conoció en Grecia siendo más joven, por la época en que decidió darse el nombre de Ariadna, porque esa fue decisión de ella y de nadie más.

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Juan en Aldún (7 de 20)

7. Mateo, Capturado

Mateo despertó con un dolor de cabeza salvaje. Sentía la boca como una teja y todo le daba vueltas. Pero el mundo estaba bien atado a él o él al mundo, porque unas cuerdas gruesas lo mantenían sujeto a una tabla larga. Los hombros eran un solo dolor porque las manos estaban atadas por detrás de la tabla, que estaba sostenida sobre una especie de caballetes. No sentía los pies tampoco, pues también ellos estaban amarrados en incomodísima posición por debajo de la misma tabla. Lo único amable de ese despertar fue el rostro de Ariadna, la mujer que de algún modo le había salvado la vida.

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Juan en Aldún (6 de 20)

6. Las Crónicas

Hay coincidencias que nadie podría explicar. Exactamente el mismo día en que aquella delicada mujer detenía con su “Desine!” a su esposo iracundo, Juan aprendía en su nueva y cada vez más cómoda casa qué significaba “desinere.”

Mientras aquellos desdichados jóvenes llegaban a tan violento y sangriento final, Juan estudiaba el texto del salmo 36: “desine ab ira et derelinque furorem.” Después de tantos meses de leer textos y textos en latín ya nuestro hombre estaba claro sobre el significado de un buen número de palabras. Se le ocurrió que sería buena idea hacer un libro en el que aparecieran todas las palabras del latín con su significado en aldunense y todas las del aldunense con su significado en latín. Sin embargo, no emprendió la obra.

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Juan en Aldún (5 de 20)

5. Mientras Buscaban el Río

Todo el tiempo hemos venido hablando de “el río” pero, como es fácil imaginar, el sistema montañoso de Aldún tenía muchas corrientes de agua, la mayoría de ellas bastante modestas. Mateo sabía esto y su alma de explorador lo que quería encontrar era la cabecera principal, algo así como el recorrido que llevara más arriba entre tantos caminos de agua. Quería además ser el primero en encontrar ese lugar, y si alguien piensa que lo hacía por desquitarse del deshonor de la laguna escondida, creo que estaría en lo correcto.

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Juan en Aldún (4 de 20)

4. Noche de Danza

El mayor éxito de los jóvenes aldunenses fue encontrar el camino a Macedonia pero de ninguna manera fue el único. Hallaron también la laguna escondida de la que apenas quedaba ya recuerdo entre los habitantes más viejos de Aldún, que tampoco estaban seguros de la existencia de esa masa de agua. De cierto se sabía que permanece cubierta por la niebla todo el año. La leyenda agregaba que cuando se abriera la niebla se encontraría una raza nueva y que pueblos lejanos alcanzarían potestad y dominio sobre todas las demás razas y pueblos.

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Juan en Aldún (3 de 20)

3. El Cofre

Adentro del cofre sólo había unos panecitos redondos y blancos, como las galletas que preparaba algunos sábados la otra abuela, la esposa del abuelo musulmán. Le pareció muy extraño a Juan que se conservaran esos panes en aparente buen estado, y con el hambre que tenía pensó en comerlos pero algo lo detuvo, una especie de temor. Al fin y al cabo alguien había muerto tratando de defender esos panes, así que debían tener algo especial. Cerró, pues, de nuevo el cofre, le echó llave y guardó la llave en un bolsillo de su propio y humilde vestido. Ahora el sol brillaba en lo alto y aunque no hacía calor tampoco se sentía frío. Lo único que llenaba su mente era tratar de reconstruir los últimos momentos de ese niño que por lo visto había muerto solo protegiendo unos panes.

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Juan en Aldún (2 de 20)

2. El Día que Cambió la Vida

Mientras la vida cambiaba dramáticamente en Aldún, pocos cambios tenía la vida de Juan. Sin embargo es bueno que contemos cómo se hizo ermitaño pues una cosa es vivir solo y otra ser un auténtico ermitaño.

Juan empezó por adaptar una especie de caverna natural a modo de vivienda. Hizo luego un jardín tal como siempre lo había soñado y nunca lo había podido tener.

Vestía por aquella época con pieles, bebía agua fresca del río, regía su tiempo por la luz del sol. Comía frutos secos y algunas hortalizas, según la temporada. De lo alto de un pico cercano divisaba bien las últimas casas de La Esperanza, y ya fuera porque mantenía ese contacto visual con lo que había sido su mundo, o porque siempre estaba ocupado en unas y otras cosas, en realidad no tenía ocasión de sentirse o saberse solo.

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Juan en Aldún (1 de 20)

1. Una Isla en Tierra

Hace muchos años hubo una región, más allá de los Balcanes, tan notoriamente distante de los cruces de caminos, que vino a quedar aislada de los distintos reinos cristianos y musulmanes que se han disputado por siglos toda esa zona. Esta región, castigada y a la vez protegida por su aislamiento, vino a caer en una especie de olvido de los grandes centros de poder. Sus habitantes, que al paso de los años perdían más contacto con el mundo exterior, tomaron el camino fácil de buscar su propio abastecimiento y vinieron a convertirse en un caso único de lo que podríamos llamar una “isla en tierra.”

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