No te asustes, ni te desanimes, al descubrir que tienes errores…, ¡y qué errores! -Lucha para arrancarlos. Y, mientras luches, convéncete de que es bueno que sientas todas esas debilidades, porque, si no, serías un soberbio: y la soberbia aparta de Dios.
Pásmate ante la bondad de Dios, porque Cristo quiere vivir en ti…, también cuando percibes todo el peso de la pobre miseria, de esta pobre carne, de esta vileza, de este pobre barro. -Sí, también entonces, ten presente esa llamada de Dios: Jesucristo, que es Dios, que es Hombre, me entiende y me atiende porque es mi Hermano y mi Amigo.