No te crees más obligaciones que… la gloria de Dios, su Amor, su Apostolado.
Para vencer la sensualidad has de vivir generosamente, a diario, las pequeñas mortificaciones -y, en ocasiones, las grandes-; y has de mantenerte en la presencia de Dios, que jamás deja de mirarte.
Tu castidad no se puede limitar a evitar la caída, la ocasión…; no puede ser de ninguna manera una negación fría y matemática.
A todo cristiano se debería poder aplicar el apelativo que se usó en los comienzos: “portador de Dios”. -Obra de modo tal que puedan atribuirte “con verdad” ese admirable calificativo.