Sé mortificado, pero no ramplón ni amargado. -Sé recogido, pero no encogido.
Cuidar las cosas pequeñas supone una mortificación constante, camino para hacer más agradable la vida a los demás.
Prefiero las virtudes a las austeridades, dice con otras palabras Yavé al pueblo escogido, que se engaña con ciertas formalidades externas. -Por eso, hemos de cultivar la penitencia y la mortificación, como muestras verdaderas de amor a Dios y al prójimo.