Hombre-mujer e ideología de genero (2 de 2)
Complementariedad del padre y de la madre con la nueva criatura
La relación no es simétrica entre los hombres y las mujeres y por lo tanto el igualitarismo es un error que incluso lleva a la violencia mutua.
Amor femenino.
¿Cómo será la relación de la madre con la nueva criatura? Se llamará una relación desde la continuidad. Esta continuidad se ha convertido en un argumento sofista y muy fuerte para defender el aborto alegando que el nuevo ser es parte de la mujer y puede hacer lo que quiere con el feto. La madre ama el bebé desde la continuidad. Mientras que el padre lo conoce desde la discontinuidad, desde la madre, por tanto es un amor mediado. Según Santo Tomás de Aquino, de Dios no emana el nuevo ser, sino que es diferente a Él mismo y por lo tanto es creado por Él. También hay una discontinuidad ente Dios Padre y el ser humano nacido.
Dar a luz es una experiencia profunda más allá de la fisiología que hace a la mujer más madre y de ahí que las feministas intenten evitarlo. La madre va a ofrecer el soporte, la acogida, el apoyo y la aceptación. La mujer está hecha y confeccionada para que el nuevo ser viva dentro de ella y crezca. El poder de observación en la mujer está desarrollado de una manera especial y analiza el nuevo ser, cosa que el hombre es incapaz.
Amor masculino.
El amor masculino obra desde la discontinuidad desde la distancia. Ve al hijo en contexto, lo ve todo desde fuera, como uno más de una manera objetiva. En el hombre hay una mirada externa con objetividad. El hombre busca solucionar problemas pero también debe aprender a dar más apoyo emocional como hace la mujer. “¿Qué es lo bueno aquí?” es lo que se pregunta él, mientras que la mujer busca más el sentimiento. En definitiva, el hombre se preocupa sobre qué hace (lo bueno), sin embargo en la mujer se pregunta sobre cómo se siente (bien).
Lo que viene de la naturaleza humana es: mirada externa objetiva y exigente para el hombre, mientras en el caso de la mujer ella acoge, apoya sentimentalmente y anima. La combinación maravillosa de estas dos tendencias es lo que hace que el ser humano avance gracias a la complementariedad.
Hoy en día se ha perdido la exigencia paterna y se ha abusado del “sentirse bien”, por falta de padres. La continuidad sin padre se vuelve complicidad. Al no creer en la discontinuidad nos volvemos en un mundo individualista. El amigo es el que no me corrige, critica y se vuelve mi cómplice. Se forman las tribus de gente de iguales gustos que se sienten bien. Llegamos a un subjetivismo, que se convierte en la degeneración de lo femenino por no tener lo masculino.
Jesucristo se compara con el novio, con el esposo y el padre.
En Cristo vemos un modelo de humanidad impresionante. Santo Tomás de Aquino enfatiza que la plenitud de lo humano está en la masculinidad, postura que sin embargo es discutible. Sí es firme en cambio que en Cristo se ve una perfecta combinación de la continuidad y de la discontinuidad, de la acogida y la exigencia, de lo grandioso del corazón del hombre y de la mujer.
El Papa Francisco con la palabra misericordia hace mención a esta maravillosa integración entre la continuidad y discontinuidad. La misericordia en Cristo significa que me Él me acoge como soy (continuidad) pero no me deja donde estoy (discontinuidad). En el pasaje de la mujer adúltera la acoge pero no la deja en la vida de pecado. Cristo me recibe pero también me transforma.
Cristo acoge y exige. A los primeros discípulos se ve cómo los llama (acogida) y los manda predicar (exigencia). A los Zebedeo en su afán por ser los primeros, a San Pedro en su deseo de no permitir la cruz a Cristo, …
La llamada continua del Señor se ve en el seguimiento, donde se encuentra la integración de la acogida y la exigencia. El concepto que reúne, desde el punto de vista bíblico, el cómo me siento así como el qué estoy haciendo: la salvación. En el pasaje de Zaqueo vemos que se siente bien y además hace el bien, prototipo de este seguimiento que salva.
La síntesis de la continuidad y discontinuidad, de la acogida y de la exigencia y del cómo me siento y del qué hago es la misericordia, seguimiento y salvación.
Conclusión: Cuando se anula la diferencia entre hombre y mujer nos privamos de toda la riqueza de su complementariedad y de toda la construcción que ha brotado de la sabiduría, del poder y del amor de Dios.