¡Sacrificio, sacrificio! -Es verdad que seguir a Jesucristo -lo ha dicho El- es llevar la Cruz. Pero no me gusta oír a las almas que aman al Señor hablar tanto de cruces y de renuncias: porque, cuando hay Amor, el sacrificio es gustoso -aunque cueste- y la cruz es la Santa Cruz. -El alma que sabe amar y entregarse así, se colma de alegría y de paz. Entonces, ¿por qué insistir en “sacrificio”, como buscando consuelo, si la Cruz de Cristo -que es tu vida- te hace feliz?
¡Cuánta neurastenia e histeria se quitaría, si -con la doctrina católica- se enseñase de verdad a vivir como cristianos: amando a Dios y sabiendo aceptar las contrariedades como bendición venida de su mano!