Pediste al Señor que te dejara sufrir un poco por El. Pero luego, cuando llega el padecimiento en forma tan humana, tan normal -dificultades y problemas familiares…, o esas mil pequeñeces de la vida ordinaria-, te cuesta trabajo ver a Cristo detrás de eso. -Abre con docilidad tus manos a esos clavos…, y tu dolor se convertirá en gozo.
No te quejes, si sufres. Se pule la piedra que se estima, la que vale. ¿Te duele? -Déjate tallar, con agradecimiento, porque Dios te ha tomado en sus manos como un diamante… No se trabaja así un guijarro vulgar.