La experiencia mira hacia el pasado, y de él nos trae grandes enseñanzas pero también heridas y desilusiones. Del pasado podemos aprender a ser más sabios pero también más cobardes o faltos de vigor. El don teologal de la esperanza no nos lanza hacia la fantasía sino hacia la conquista de la mejor que podía darnos el pasado y lo mejor que puede depararnos el futuro.