Son tiempos de gran presión emocional y bastante desinformación. Muchos nos han preguntado sobre la licitud ética de aplicarse vacunas que tienen relación con células humanas tomadas de fetos abortados voluntariamente.
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Debe notarse que parte de la desinformación empieza en que hay gente que está diciendo cosas muy diversas:
- Que la vacuna tiene células de abortados.
- Que no son células pero sí derivados de células de abortados.
- Que tienen otros ingredientes de cuerpos humanos.
- Que van a cambiar nuestro ADN y empezará una especie de nueva raza humana “transgénica”.
- Que las vacunas contienen nanorobots que harán su trabajo adentro de nuestros cuerpos, para dominarnos, conocer nuestros pensamientos o enfermarnos o eliminarnos a voluntad y desde lejos.
- Que el virus no existe en realidad y la pandemia es solo un pretexto para inyectarnos cosas extrañas y seguramente dañinas.
- Que el hecho de que personas tan siniestras como Soros o Gates estén involucrados en la producción de la vacuna significa automáticamente que esa vacuna es para destrucción de la especie humana.
Por supuesto, quienes están convencidos de esta clase de ideas no suelen admitir ninguna evidencia en contra. ¿Cuál podría ser “evidencia” si, según el criterio de estas personas, TODO lo que dan los medios de comunicación está contaminado por los mismos centros de poder?
Vamos con algunas aclaraciones, teniendo la certeza de que habrá personas que no se convencerán.
En el proceso de producción de una vacuna es necesario saber qué efecto tiene en células vivas de seres humanos dado que, incluso si no hubiera efectos extraños o peligrosos en animales, sí podrían darse en humanos. Para estos procesos de investigación, muchos laboratorios de farmacéuticas han utilizado y siguen utilizando células humanas vivas que tienen su origen remoto en células de seres humanos que fueron abortados voluntariamente, con el cual aborto, por supuesto, se realizó un crimen espantoso. La pregunta, desde el punto de vista de la ética, es: ¿El uso de esas células, que se han venido conservando y reproduciendo durante décadas, para verificar reacciones frente a medicamentos u otras condiciones, es necesariamente perverso? Estamos hablando no de células directamente de un aborto, sino de células que provienen de otras células, que provienen de otras células, en larga cadena, que tiene su origen en un aborto.
Esto ya significa que las células en cuestión se han usado, en los laboratorios que las han usado, en la investigación, no en la producción directa de las vacunas. pero la pregunta subsiste: ¿es lícito beneficiarse de esos procedimientos? Esto plantea el tema general de la cooperación en algo que claramente es moralmente reprobable. Y de inmediato se ve que el problema debe analizarse en términos de los grados y formas de cooperación. Es aquí donde nos ilustra una declaración de la Congregación para la Doctrina de la Fe:
1. Como se afirma en la Instrucción Dignitas Personae, en los casos en los que se utilicen células de fetos abortados para crear líneas celulares para su uso en la investigación científica, “existen diferentes grados de responsabilidad”[1] en la cooperación al mal. Por ejemplo, “en las empresas que utilizan líneas celulares de origen ilícito no es idéntica la responsabilidad de quienes deciden la orientación de la producción y la de aquellos que no tienen poder de decisión”.[2]
2. En este sentido, cuando no estén disponibles vacunas Covid-19 éticamente irreprochables (por ejemplo, en países en los que no se ponen a disposición de médicos y pacientes vacunas sin problemas éticos o en los que su distribución es más difícil debido a las condiciones especiales de almacenamiento y transporte, o cuando se distribuyen varios tipos de vacunas en el mismo país pero, por parte de las autoridades sanitarias, no se permite a los ciudadanos elegir la vacuna que se va a inocular) es moralmente aceptable utilizar las vacunas contra la Covid-19 que han utilizado líneas celulares de fetos abortados en su proceso de investigación y producción.
3. La razón fundamental para considerar moralmente lícito el uso de estas vacunas es que el tipo de cooperación al mal (cooperación material pasiva) del aborto provocado del que proceden estas mismas líneas celulares, por parte quienes utilizan las vacunas resultantes, es remota. El deber moral de evitar esa cooperación material pasiva no es vinculante si existe un peligro grave, como la propagación, por lo demás incontenible, de un agente patógeno grave:[3] en este caso, la propagación pandémica del virus SARS-CoV-2 que causa la Covid-19. Por consiguiente, debe considerarse que, en este caso, pueden utilizarse todas las vacunas reconocidas como clínicamente seguras y eficaces con conciencia cierta que el recurso a tales vacunas no significa una cooperación formal con el aborto del que se obtuvieron las células con las que las vacunas han sido producidas. Sin embargo, se debe subrayar que el uso moralmente lícito de este tipo de vacunas, debido a las condiciones especiales que lo posibilitan, no puede constituir en sí mismo una legitimación, ni siquiera indirecta, de la práctica del aborto, y presupone la oposición a esta práctica por parte de quienes recurren a estas vacunas.
4. De hecho, el uso lícito de esas vacunas no implica ni debe implicar en modo alguno la aprobación moral del uso de líneas celulares procedentes de fetos abortados.[4] Por lo tanto, se pide tanto a las empresas farmacéuticas como a los organismos sanitarios gubernamentales, que produzcan, aprueben, distribuyan y ofrezcan vacunas éticamente aceptables que no creen problemas de conciencia, ni al personal sanitario ni a los propios vacunados.
Las notas citadas son estas:
[1] Congregación para la Doctrina de la Fe, Instrucción Dignitas Personae (8 diciembre 2008), n. 35; AAS (100), 884.
[2] Ibid, 885.
[3] Cfr. Pontificia Academia para la Vida, “Moral reflections on vaccines prepared from cells derived from aborted human foetuses”, 5 junio 2005.
[4] Congregación para la Doctrina de la Fe, Instruc. Dignitas Personae, n. 35: “Cuando el delito está respaldado por las leyes que regulan el sistema sanitario y científico, es necesario distanciarse de los aspectos inicuos de esos sistemas, a fin de no dar la impresión de una cierta tolerancia o aceptación tácita de acciones gravemente injustas. De lo contrario, se contribuiría a aumentar la indiferencia, o incluso la complacencia con que estas acciones se ven en algunos sectores médicos y políticos”.
En síntesis: no es lo mismo ser cómplice de un aborto que prestar, sin otra opción razonable a la vista, una colaboración meramente material y pasiva, mientras se detesta el crimen del aborto.
Sobre las otras teorías, como los nano-robots, la modificación del ADN o la esterilización masiva, no hay pruebas sino conjeturas. Por lo demás, resulta muy difícil creer que los centenares de científicos que, en diversos países, han revisado estas pruebas en sus diversas fases, están confabulados para mentirnos.
No estamos ante una situación ideal, de ninguna manera, pero es importante tener claridad de conciencia.