¿Se puede hablar de “partes” de una virtud como la prudencia?

Se puede distinguir un triple género de partes: integrales, como son partes de una casa, la pared, el techo, el cimiento; subjetivas, como la vaca y el león en el género animal; potenciales, como la virtud nutritiva y la sensitiva en el alma.

Así, pues, son tres los modos de poder asignar partes a una virtud. El primero, por semejanza con las partes integrales. En este caso se dice que son partes de una virtud determinada aquellos elementos que necesariamente deben concurrir para el acto perfecto de la misma. Y así, entre los indicados (arg.1) se pueden tomar ocho para la prudencia, o sea, los seis de Macrobio, a los que hay que añadir otro, el de Tulio, o sea la memoria, y la sagacidad o eustochia, indicado por Aristóteles en VI Ethic., ya que el sentido de la prudencia se llama también inteligencia, y por eso escribe en VI Ethic.: De todas estas cosas conviene tener sentido, que llamamos inteligencia. De estas ocho, cinco pertenecen a la prudencia como cognoscitiva, o sea, la memoria, la razón, la inteligencia, la docilidad y la sagacidad; las otras tres le pertenecen como preceptiva, aplicando el conocimiento a la obra, es decir: la previsión o providencia, la circunspección y la precaución. La razón de esta diversidad resulta evidente teniendo en cuenta que en el conocimiento hay que considerar tres momentos. El primero de ellos es el conocimiento en sí mismo. Si se refiere a cosas pasadas da lugar a la memoria, y si a cosas presentes, sean contingentes, sean necesarias, se le llama inteligencia. El segundo, la adquisición misma del conocimiento. Este se logra o por enseñanza, y nos da la docilidad, o por propia invención, lo cual da lugar a la eustochia, que es el saber «conjuntar bien». Parte de la misma, como vemos en VI Ethic., es la sagacidad, que es una pronta conjeturación del medio, como se afirma en 1 Poster. El tercero es el uso del conocimiento, en cuanto que unas cosas conocidas nos llevan a conocer o juzgar otras, y esta tarea corresponde a la razón. La razón, por su parte, para preceptuar de una manera conveniente, debe poner en juego tres cosas. La primera, ordenar algo adecuado al fin, lo cual es propio de la previsión; la segunda, tener en cuenta los distintos aspectos de la situación, tarea que incumbe a la circunspección; la tercera, evitar los obstáculos, y esto atañe a la precaución. Las partes subjetivas de una virtud las llamamos especies de la misma.

Así consideradas, son partes de la prudencia en sentido propio, la prudencia con que cada cual se gobierna a sí mismo y la prudencia ordenada al gobierno de la multitud; una y otra son específicamente distintas, como dijimos en su lugar (q.47 a.2). La prudencia que gobierna a la multitud se diversifica, a su vez, según las especies distintas de multitud. Hay, en primer lugar, una multitud congregada en orden a un negocio particular, como el ejército se reúne para luchar, y de ellos se encarga la prudencia militar. Otra multitud se forma para toda la vida, como es la casa o familia, y ésta se rige por la prudencia económica; o la agrupación de una ciudad o de una nación, para cuya dirección reside en el jefe la prudencia de gobierno; en los súbditos, en cambio, la prudencia política propiamente dicha. Si tomamos la prudencia en un sentido amplio, implicando también la ciencia especulativa, como queda expuesto (q.47 a.2 ad 2) podemos entonces asignarle como partes la dialéctica, la retórica y la física, conforme a los tres modos del proceso científico: el primero, la demostración, que da origen a la ciencia, y esto compete a la física, bajo cuyo nombre quedan comprendidas las ciencias especulativas; el segundo parte de lo probable y forma la opinión, que da origen a la dialéctica; el tercero, de ciertas conjeturas deduce una sospecha o una leve persuasión, lo cual incumbe a la retórica. Se puede, no obstante, decir que estos tres pasos pertenecen a la prudencia propiamente dicha, pues ésta razona unas veces basándose en principios necesarios; otras, en cosas probables; a veces, también, incluso en conjeturas.

Se consideran asimismo partes potenciales de una virtud las virtudes anexas ordenadas a otros actos o materias secundarias porque no poseen la potencialidad total de la virtud principal. En este sentido se consideran partes de la prudencia la eubulia, que se refiere al consejo; la synesis, o buen sentido, para juzgar lo que sucede ordinariamente, y la gnome o perspicacia, para juzgar aquellas circunstancias en las que es conveniente, a veces, apartarse de las leyes comunes. La prudencia, por su parte, se ocupa del acto principal, que es el precepto o imperio. (S. Th., II-II, q.48, a.1, resp.)


[Estos fragmentos han sido tomados de la Suma Teológica de Santo Tomás, en la segunda sección de la segunda parte. Pueden leerse en orden los fragmentos publicados haciendo clic aquí.]