A ti, que te ves tan falto de virtudes, de talento, de condiciones…, ¿no te dan ganas de clamar como Bartimeo, el ciego: ¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!? -Qué hermosa jaculatoria, para que la repitas muchas veces: ¡Señor, ten compasión de mí! -Te oirá y te atenderá.
Si eres fiel, podrás llamarte vencedor. -En tu vida, aunque pierdas algunos combates, no conocerás derrotas. No existen fracasos -convéncete-, si obras con rectitud de intención y con afán de cumplir la Voluntad de Dios. -Entonces, con éxito o sin éxito, triunfarás siempre, porque habrás hecho el trabajo con Amor.