Escribes, y copio: “«Domine, tu scis quia amo te!» -¡Señor, Tú sabes que te amo!: cuántas veces, Jesús, repito y vuelvo a repetir, como una letanía agridulce, esas palabras de tu Cefas: porque sé que te amo, pero ¡estoy tan poco seguro de mí!, que no me atrevo a decírtelo claro. ¡Hay tantas negaciones en mi vida perversa! «Tu scis, Domine!» -¡Tú sabes que te amo! -Que mis obras, Jesús, nunca desdigan estos impulsos de mi corazón”. -Insiste en esta oración tuya, que ciertamente El oirá.
Repite confiadamente: Señor, ¡si mis lágrimas hubieran sido contrición!… -Pídele con humildad que te conceda el dolor que deseas.