Arrancar de cuajo el amor propio y meter el amor a Jesucristo: aquí radica el secreto de la eficacia y de la felicidad.
Aunque afirmas que le sigues, de una manera o de otra pretendes siempre obrar “tú”, según “tus” planes, y con “tus” solas fuerzas. -Pero el Señor ha dicho: «sine Me nihil!» -sin Mí, nada puedes hacer.
Tus comuniones eran muy frías: prestabas poca atención al Señor: con cualquier bagatela te distraías… -Pero, desde que piensas -en ese íntimo coloquio tuyo con Dios- que están presentes los Angeles, tu actitud ha cambiado.