La teología de las periferias y la defensa de la dignidad de la vida humana

I. POR QUÉ IMPORTAN LAS PERIFERIAS DESDE EL PUNTO DE VISTA BÍBLICO

* El pecado supone siempre rebeldía contra Dios. El pecado quiere excluir el parecer y querer de Dios de la vida. El trono que el pecado le quita a Dios se lo otorga inmediatamente al propio YO. Eso explica el sobre-centramiento que trae el pecado: lo que interesa es mi parecer, mi gusto, mi conveniencia, mi ganancia, mi placer. Por ello los discípulos de Jesús, a pesar de tenerle tan cerca, estaban como “impermeabilizados” a algunos aspectos de su enseñanza: porque dentro de ellos se revolvía un YO que quiere estar en el centro.

La Cruz trae remedio a tales tragedias porque (1) revela la gravedad del pecado; (2) muestra genuina solidaridad hacia las necesidades que todos tenemos alguna vez; y sobre todo (3) revela la sublime misericordia de Dios Padre.

Mas es el Espíritu Santo el que completa la obra: es Él quien imprime en nosotros la certeza y a la vez la alegría, y a la vez la obediencia al Reinado de Dios. Con ese mismo vigor, el Espíritu nos empuja lejos de nuestro centro de comodidades y conveniencias, para anunciar la Buena Nueva a nuestros hermanos, como lo hizo Cristo.

Por eso el cristiano sabe que su misión no es la disputa del poder sino el gozo y fruto sobrenatural del servicio a imagen de Jesús.

II. QUÉ PRETENDEN EL MARXISMO Y EL NEO-MARXISMO

La Revolución Francesa dejó una enseñanza clara para todos los que quisieron aprovecharse de ella: si logras convencer a un porcentaje considerable de la población de que: (1) Se les han burlado sus derechos, y por ello son “víctimas;” (2) Nadie hará nada por ellos si ellos no lo hacen; (3) Ellos pueden conmocionar los cimientos de la sociedad en que viven si se dejan dirigir por un cierto líder X. Ese esquema produce poder. Marx, por eso, llamó a los proletarios del mundo a unirse. Podría ser cualquier otro colectivo humano, como se ve en el neomarxismo: las mujeres, los arcoiris, los cubanos cortadores de caña.

Puede decirse que el sistema marxista, con todas sus derivaciones, es una máquina a la que, si le echa la medida conveniente de odio, genera poder. Pero el odio hay que sembrarlo en los excluidos, en las periferias, como en un Evangelio al revés, que acude al mismo tipo de personas pero no para servirles sino para usarlos como medio de conseguir poder.

III. LECCIONES QUE DEBE APRENDER EL MOVIMIENTO PRO-VIDA

El marxismo y sus derivados buscan nuevas poblaciones que hayan sido menospreciadas o atacadas para aplicarles el mismo procedimiento: inocular odio, crear fuerza, y eternizarse en el poder. No podemos entonces desatender a nadie que esté sufriendo injusticia, sea no-nacido o ya nacido.