La gracia actúa, de ordinario, como la naturaleza: por grados. -No podemos propiamente adelantarnos a la acción de la gracia: pero, en lo que de nosotros depende, hemos de preparar el terreno y cooperar, cuando Dios nos la concede. Es menester lograr que las almas apunten muy alto: empujarlas hacia el ideal de Cristo; llevarlas hasta las últimas consecuencias, sin atenuantes ni paliativos de ningún género, sin olvidar que la santidad no es primordialmente obra de brazos. La gracia, normalmente, sigue sus horas, y no gusta de violencias. Fomenta tus santas impaciencias…, pero no me pierdas la paciencia.
Corresponder a la gracia divina -preguntas-, ¿es de justicia…?, ¿de generosidad…? -¡De Amor!