“En el año de 1675, un nuevo superior había sido designado para la casa de los padres jesuitas en Paray-le-Monial. Al ser éste confesor extraordinario de las vecinas monjas de la Visitación, se acercó a ver a la superiora, la Madre de Saumaise, con el objetivo de ponerse a disposición del monasterio. Ella le presentó a toda la comunidad y, mientras el sacerdote dirigía a las religiosas unas breves palabras de incentivo a la práctica de la virtud heroica, una de ellas, Sor Margarita María Alacoque, oyó una voz interior que le decía: — He ahí al que te envío. Hacía pocos años que esta monja pertenecía a la congregación y ya había sido beneficiada por el Sagrado Corazón de Jesús con numerosas visiones y revelaciones. Sin embargo, en esos momentos estaba pasando por la prueba de la duda. Sus superiores y algunas autoridades eclesiásticas la consideraban una “visionaria”, llegándose a preguntar si no estaría siendo víctima de una ilusión o engañada por el demonio…”
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