Creas a tu alrededor un clima artificial, de desconfianza, de sospecha, porque, cuando hablas, causas la impresión de jugar al ajedrez: cada palabra, pensando en la cuarta jugada posterior. Fíjate que el Evangelio, al relatar la triste figura cautelosa e hipócrita de los escribas y fariseos, refiere que hacían preguntas a Jesús, le exponían cuestiones, «ut caperent eum in sermone» -¡para retorcer sus palabras! -Huye de ese comportamiento.
Hacías tu oración delante de un Crucifijo, y tomaste esta decisión: más vale sufrir por la verdad, que la verdad tenga que sufrir por mí.