Cuando distribuyas tu tiempo, has de pensar también en qué emplearás los espacios libres que se presenten a horas imprevistas.
Las jaculatorias no entorpecen la labor, como el latir del corazón no estorba el movimiento del cuerpo.
Santificar el propio trabajo no es una quimera, sino misión de todo cristiano…: tuya y mía. -Así lo descubrió aquel que comentaba: “me vuelve loco de contento esa certeza de que yo, manejando el torno y cantando, cantando mucho -por dentro y por fuera-, puedo hacerme santo…: ¡qué bondad la de nuestro Dios!”