Este ideal de guerrear -y vencer- las batallas de Cristo, solamente se hará realidad por la oración y el sacrificio, por la Fe y el Amor. -Pues… ¡a orar, y a creer, y a sufrir, y a Amar!
La mortificación es el puente levadizo, que nos facilita la entrada en el castillo de la oración.
No desmayes: por indigna que sea la persona, por imperfecta que resulte la oración, si ésta se alza humilde y perseverante, Dios la escucha siempre.
Señor, no merezco que me oigas, porque soy malo, rezaba un alma penitente. Y añadía: ahora… escúchame «quoniam bonus» -porque Tú eres bueno.