ALIMENTO 20160523

Alimento del Alma
Lunes 23 de mayo de 2016

Convento de Santo Domingo, Bogotá, COLOMBIA.
Tel. +57 (1) 249-3385

No. 8863
Cada día tiene su gracia…

 

 

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* Para el LUNES: Noticias de Comunidad *

La necesaria autocrítica

Una de las diferencias del adulto con respecto al niño es que la persona adulta es capaz de examinar de modo más profundo y crítico su propio comportamiento. La tendencia más común en los niños es mirar el mundo desde sus propios gustos, comodidades o conveniencias. Por eso es extraño ver a un niño que reconozca con facilidad que ha hecho algo incorrecto. Lo más frecuente, por el contrario, es que transfiera toda posible responsabilidad a otros, con frases típicas, que todos hemos oído muchas veces: “¡Mi hermano fue el que empezó!”

Lo deseable, pues, es que una persona ya crecida tenga capacidad de objetividad y honestidad como para reconocer no sólo sus errores sino también sus fragilidades, carencias o incoherencias.

Sin embargo, pasa con demasiada frecuencia que crecemos en “edad” pero no tanto “en sabiduría y en gracia,” en contraste con el ideal que nos presenta San Lucas en el capítulo segundo de su Evangelio, hablando de nuestro Señor Jesucristo. Y nuestra falta de sabiduría y de gracia divina se traduce en comportamientos de grave inmadurez, incluso cuando nos expresamos de modo formal y supuestamente “racional.”

Cosas así suceden incluso dentro de la Iglesia. Por ejemplo: los “lobbies,” que ha denunciado el Papa, son un caso típico de grupos de personas dispuestas a sacar adelante su idea, su deseo, su “agenda,” sin que importe si lo que se quiere es correcto, es consecuente con la voluntad de Dios, es útil en Cristo para el bien de las almas. Había y hay gente empeñada en lograr “su” resultado, por ejemplo, la aceptación de la homosexualidad como una orientación sexual comparable con lo que siempre hemos entendido como ser hombre o mujer. Para quienes tienen esa convicción, un foro no es un lugar de discusión sino un espacio de propaganda; los textos de la Escritura que no van en su línea son retorcidos, omitidos o interpretados como supuestos “condicionamientos culturales;” las declaraciones anteriores del Magisterio son vistas como pasos en una evolución que forzosamente debe desembocar en lo que ellos piensan; la experiencia milenaria de la Humanidad es un atavismo que recién estamos empezando a superar; según ellos, el progreso lo definen los que piensen así como ellos y todo lo demás es retraso; contradecirlos es insultarlos pero ellos sí pueden disparar su insulto preferido: ¡Homófobos! solamente por el hecho de que uno presente argumentos contrarios.

Lo que yo veo es cuánta razón tenía el Papa Benedicto XVI cuando afirmaba en su discurso del 12 de septiembre de 2006 que la fe y la razón, lejos de oponerse, o crecen juntas o naufragan juntas. Y es lo que vemos: a medida que se oscurece la luz de la fe, que nos entreabre el misterio bellísimo del Dios poderoso, sabio y compasivo, se pierde también la capacidad de razonar pues la razón misma queda reemplazada por la retórica, el sentimiento manipulable, la presión del grupo social, el mero impacto emocional, la manipulación de la publicidad, el castigo de la exclusión, o el simple y llano maltrato, sea en forma de burla, insulto o persecución.

Lo paradójico de este estado de cosas es que responder a la irracionalidad que ataca o manipula con nuestra propia irracionalidad es rendirse: es ya entregar las armas y fracasar. Lo propio de un creyente adulto, es decir, crecido en la fe, es examinarlo todo y quedarse con lo bueno (véase 1 Tesalonicenses 5,21), y eso implica un doble esfuerzo: discernir lo que es válido dentro de la dureza del discurso implacable y a menudo injusto que nos toca oír desde fuera, y a la vez, corregir en el propio corazón y en los propios argumentos lo que uno ve que no es correcto o suficientemente depurado.

Dicho de otro modo: el hecho de que los otros sean injustos en la mayor parte de su crítica hacia nosotros, y el hecho, aún más enojoso, de que no sean capaces de revisar con esa misma crítica la flojedad de sus razones, no nos autoriza para ser injustos, ni para pagar con la misma moneda, ni mucho menos para dejar de examinarnos con honradez ante Dios.

Todos aquellos que quieren una Iglesia que se acomode a la voz seductora o arrogante del mundo, y todos aquellos que buscan un pretexto para justificar lo injustificable en torno a la familia, la Eucaristía, la defensa de la vida, o los derechos de los más pequeños y excluidos: todos ellos han de encontrar siempre en nosotros la misma sabiduría, la misma humildad, la misma disposición de servicio que brotan de las llagas frescas y glorificadas del Señor Jesucristo.

Lo nuestro es seguir los pasos que marcaron con su sangre los pies llagados del Nazareno. Lo nuestro es abrazar con amor la Cruz y hacer que estalle la luz a fuerza de caridad, paciencia y sensatez. Lo nuestro es la Pascua porque si padecemos con Él, reinaremos con Él.

Fr. Nelson M.
amigos@fraynelson.com

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La Foto de Hoy


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Santo del Día

San Juan Bautista Rossi.-

Nació en 1698, en un pueblo cerca de Génova, Italia. En el Colegio Romano hizo estudios con gran aplicación, ganándose la simpatía de sus profesores y compañeros. Fue ordenado sacerdote a los 23 años.

Pronto aprendió que la verdadera mortificación consiste en aceptar los sufrimientos y trabajos de cada día, esforzándonos al máximo de nuestras capacidades y posibilidades.

Tenía una fuerte inclinación por los pobres, los enfermos y los abandonados. El Sumo Pontífice había fundado un albergue para recibir a las personas desamparadas.

En ese lugar, el Santo atendió por muchos años a los pobres y necesitados, además de enseñarles el catecismo y prepararlos para recibir los sacramentos.

San Juan Bautista Rossi descubrió la plenitud de su vocación en el confesionario. Rápidamente vio y entendió que Dios le había hecho el llamado especial a ser confesor.

Al volver a Roma le comentó a un amigo cercano: “Antes, yo me preguntaba cuál sería el camino para lograr llegar al Cielo y salvar muchas almas. Y he descubierto que la ayuda que puedo dar a los que se quieren salvar, es confesarlos. ¡Es increíble el gran bien que se puede hacer en la confesión!”

Consagró su vida a llevarle el perdón y la misericordia de Dios a los más necesitados. Visitó principalmente cárceles y hospitales.

El 23 de mayo del año 1764, sufrió un ataque al corazón y murió a la edad de 66 años.

La estimación por él en Roma era tan grande, que a su funeral asistieron 260 sacerdotes, un arzobispo, muchos religiosos e inmenso gentío.

La Misa del Réquiem la cantó el coro pontificio de la Basílica de Roma.

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Cumpleaños

P. Guillermo Mora.- Newark, Estados Unidos (1969) – Bendiciones para tu ministerio, de parte de tus amigos de Colombia.

Camilo Tique.- Bogotá, Colombia

Fray Jaime Andrés Argüello Parra, O.P..- Colombia

Maria Del Mar Torres Triana.- Ibague-Tolima, Colombia (1994) – Para el tesoro que me ha dado Dios. mi hija.

Belkis Gimena.- Colombia – Educadora Especial

[Añade otro cumpleaños]

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Bautismos
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Aniversario de Ordenación Sacerdotal
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Aniversario de Matrimonio

Juan Carlos y Juanita Liliana.- (1.999) – Nuestra bendiciones: Juan Pablo Juan Andres Juan José

[Añade otro aniversario de matrimonio]

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Grupos, Comunidades, Congregaciones…
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Evangelización Viva para hoy y los próximos días

[Añade otro evento de evangelización: Son bienvenidas fechas futuras, por ejemplo si deseas dar a conocer algún congreso, concierto, retiro, o similares]

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Otras fechas importantes para ti
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Fallecieron en un día como hoy…

Francisco de Paula Camacho.- Pereira, Colombia

Jorge Eliécer Ruiz Quintana.- Bogotá, Colombia (2006) – En recuerdo al fallecimiento de un mejor amigo. Intercede en el cielo por mi por favor. Yo sé que allá estás.

[Añade el nombre de personas fallecidas por las que quieres que oremos]

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Enlace recomendado para este día

El Primado de Pedro

“No han faltado a lo largo de la historia quienes -ignorando la genuina doctrina católica o mirando las cosas sin la visión sobrenatural que lleva a proclamar que la Iglesia es fruto de la acción de Dios y no mero producto humano- se han opuesto al primado del Papa, acusándolo de ser una concepción elaborada por los hombres bajo el influjo de circunstancias históricas y políticas extrañas al verdadero cristianismo…” Haz click AQUÍ.

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Un poco de Humor…

Diagnóstico

El doctor le dice a un loco:
– Míreme bien a los ojos.
Y, después le pregunta:
– ¿Así que cuando usted habla escucha voces y no sabe quien le esta hablando?
El loco responde:
– Sí, cuando hablo por teléfono…

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Palabra de Dios
para alimentar tu día


Tiempo Ordinario, Año Par,
Semana No. 8, Lunes


Lecturas de la S. Biblia

Temas de las lecturas: No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; creéis en él, y os alegráis con un gozo inefable * El Señor recuerda siempre su alianza. * Vende lo que tienes y sígueme

Textos para este día:

1 Pedro 1,3-9:

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera, que os está reservada en el cielo. La fuerza de Dios os custodia en la fe para la salvación que aguarda a manifestarse en el momento final.

Alegraos de ello, aunque de momento tengáis que sufrir un poco, en pruebas diversas: así la comprobación de vuestra fe -de más precio que el oro, que, aunque perecedero, lo aquilatan al fuego- llegará a ser alabanza y gloria y honor cuando se manifieste Jesucristo. No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis, y creéis en él; y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de vuestra fe: vuestra propia salvación.

Salmo 110:

Doy gracias al Señor de todo corazón, / en compañía de los rectos, en la asamblea. / Grandes son las obras del Señor, / dignas de estudio para los que las aman. R.

Él da alimento a sus fieles, / recordando siempre su alianza; / mostró a su pueblo la fuerza de su obrar, / dándoles la heredad de los gentiles. R.

Envió la redención a su pueblo, / ratificó para siempre su alianza; / la alabanza del Señor dura por siempre. R.

Marcos 10,17-27:

En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló y le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?” Jesús le contestó: “¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre.” Él replicó: “Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño.” Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo: “Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dales el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, luego sígueme.” A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico.

Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: “¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el reino de Dios!” Los discípulos se extrañaron de estas palabras. Jesús añadió: “Hijos, ¡qué difícil les es entrar en el reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios.” Ellos se espantaron y comentaban: “Entonces, ¿quién podrá salvarse?” Jesús se les quedó mirando y les dijo: “Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo.”

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Homilías para escuchar

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Fecha

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Más…

1

1996/05/27 Haz click para escuchar o grabar una versión en MP3
En el Tiempo Ordinario contemplamos la obra de Cristo y del Espíritu en nuestras vidas.

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2

2010/05/24 Haz click para escuchar o grabar una versión en MP3
San Pedro nos propone cinco pasos para nuestro crecimiento: (1) reconocer el amor de Dios que nos llama a la vida sin tener por qué hacerlo. (2) la victoria de Cristo en la cruz al resucitar. (3) tener una vida nueva. (4) Tener la Esperanza puesta en el Cielo. (5) tener la certeza del acompañamiento permanente de Dios en nuestras vidas.

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3

2012/05/28 Haz click para escuchar o grabar una versión en MP3
Breve catequesis sobre el lugar y el fruto esperado del Tiempo Ordinario durante el año litúrgico.

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4

2014/03/03 Haz click para escuchar o grabar una versión en MP3
El encuentro entre un joven rico, triste en su riqueza, y un joven pobre, que enriquece con su pobreza.

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5

2016/05/23 Haz click para escuchar o grabar una versión en MP3
Dios me invita a unir mi vida, mi muerte, mi futuro, mi meta a lo realmente perfecto: a Jesucristo.

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Más información sobre este día aquí

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Homilía para leer

Temas de las lecturas: No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; creéis en él, y os alegráis con un gozo inefable * El Señor recuerda siempre su alianza. * Vende lo que tienes y sígueme

1. La gran pregunta

1.1 El Papa Juan Pablo II nos ha regalado un espléndido comentario al evangelio de hoy. Se halla en su Encícilica “Veritatis Splendor”, a partir del número 8 y hasta el 18, de donde entresacamos los textos siguientes. No podemos perderlos. Escuchemos.

1.2 Desde la profundidad del corazón surge la pregunta que el joven rico dirige a Jesús de Nazaret: una pregunta esencial e ineludible para la vida de todo hombre, pues se refiere al bien moral que hay que practicar y a la vida eterna. El interlocutor de Jesús intuye que hay una conexión entre el bien moral y el pleno cumplimiento del propio destino. El es un israelita piadoso que ha crecido, diríamos, a la sombra de la Ley del Señor. Si plantea esta pregunta a Jesús, podemos imaginar que no lo hace porque ignora la respuesta contenida en la Ley. Es más probable que la fascinación por la persona de Jesús haya hecho que surgieran en él nuevos interrogantes en torno al bien moral. Siente la necesidad de confrontarse con aquel que había iniciado su predicación con este nuevo y decisivo anuncio: “El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva” (Mc 1, 15).

1.3 Es necesario que el hombre de hoy se dirija nuevamente a Cristo para obtener de El la respuesta sobre lo que es bueno y lo que es malo. El es el Maestro, el Resucitado que tiene en sí mismo la vida y que está siempre presente en su Iglesia y en el mundo. Es El quien desvela a los fieles el libro de las Escrituras y, revelando plenamente la voluntad del Padre, enseña la verdad sobre el obrar moral. Fuente y culmen de la economía de la salvación, Alfa y Omega de la historia humana (cf. Ap 1, 8; 21, 6; 22, 13), Cristo revela la condición del hombre y su vocación integral. Por esto, “el hombre que quiere comprenderse hasta el fondo a sí mismo -y no sólo según pautas y medidas de su propio ser. que son inmediatas, parciales, a veces superficiales e incluso aparentes-, debe, con su inquietud, incertidumbre e incluso con su debilidad y pecaminosidad, con su vida y con su muerte, acercarse a Cristo. Debe, por decirlo así, entrar en El con todo su ser. Debe apropiarse y asimilar toda la realidad de la Encarnación y de la Redención para encontrarse a sí mismo. Si se realiza en él este hondo proceso, entonces da frutos no sólo de adoración a Dios, sino también de profunda maravilla de sí mismo” .

1.4 Si queremos, pues, penetrar en el núcleo de la moral evangélica y comprender su contenido profundo e inmutable, debemos escrutar cuidadosamente el sentido de la pregunta hecha por el joven rico del Evangelio y, más aún, el sentido de la respuesta de Jesús, dejándonos guiar por El. En efecto, Jesús, con delicada solicitud pedagógica, responde llevando al joven como de la mano, paso a paso, hacia la verdad plena.

2. “Uno sólo es el Bueno” (Mt. 19, 17)

2.1 Jesús dice: “¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Uno solo es el Bueno. Mas si quieres entrar en la Vida, guarda los mandamientos” (Mt 19, 17). En las versiones de los evangelistas Marcos y Lucas la pregunta viene formulada así: “¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios” (Mc 10, 18; cf. Lc 18, 19).

2.2 Antes de responder a la pregunta, Jesús quiere que el joven se aclare a sí mismo el motivo por el que lo interpela. El “Maestro bueno” indica a su interlocutor -y a todos nosotros- que la respuesta a la pregunta, “¿qué he de hacer de bueno para conseguir la vida eterna?” , sólo puede encontrarse dirigiendo la mente y el corazón a Aquel que “solo es el Bueno” : “Nadie es bueno sino sólo Dios” (Mc 10, 18; cf. Lc 18, 19). Sólo Dios puede responder a la pregunta sobre el bien, porque El es el Bien.

2.3 En efecto, interrogarse sobre el bien significa en último término dirigirse a Dios, que es plenitud de la bondad. Jesús muestra que la pregunta del joven es en realidad una pregunta religiosa y que la bondad, que atrae y al mismo tiempo vincula al hombre, tiene su fuente en Dios, más aún, es Dios mismo: Aquél que sólo es digno de ser amado “con todo el corazón, con toda el alma y con toda la mente” (cf. Mt 22, 37), Aquel que es la fuente de la felicidad del hombre. Jesús relaciona la cuestión de la acción moralmente buena con sus raíces religiosas, con el reconocimiento de Dios, única bondad, plenitud de la vida, término último del obrar humano, felicidad perfecta.

2.4 La Iglesia, iluminada por las palabras del Maestro, cree que el hombre, hecho a imagen del Creador, redimido con la sangre de Cristo y santificado por la presencia del Espíritu Santo, tiene como fin último de su vida ser “alabanza de la gloria” de Dios (cf. Ef 1, 12), haciendo así que cada una de sus acciones refleje su esplendor. “Conócete a ti misma, alma hermosa: tú eres la imagen de Dios -escribe san Ambrosio-. Conócete a ti mismo, hombre: tú eres la gloria de Dios (1 Cor 11, 7). Escucha de qué modo eres su gloria. Dice el profeta: Tu ciencia es misteriosa para mí(Sal 138, 6), es decir: tu majestad es más admirable en mi obra, tu sabiduría es exaltada en la mente del hombre. Mientras me considero a mí mismo, a quien tú escrutas en los secretos pensamientos y en los sentimientos íntimos, reconozco los misterios de tu ciencia. Por tanto, conócete a ti mismo, hombre, lo grande que eres y vigila sobre ti…” .

2.5 La afirmación de que “uno solo es el Bueno” nos remite así a la “primera tabla” de los mandamientos, que exige reconocer a Dios como Señor único y absoluto, y a darle culto solamente a El porque es infinitamente santo (cf. Ex 20, 2-11). El bien es pertenecer a Dios, obedecerle, caminar humildemente con El practicando la justicia y amando la piedad (cf. Miq 6, 8). Reconocer al Señor como Dios es el núcleo fundamental, el corazón de la Ley, del que derivan y al que se ordenan los preceptos particulares. Mediante la moral de los mandamientos se manifiesta la pertenencia del pueblo de Israel al Señor, porque Dios solo es Aquél que es bueno. Este es el testimonio de la Sagrada Escritura, cuyas páginas están penetradas por la viva percepción de la absoluta santidad de Dios: “Santo, santo, santo, Señor de los ejércitos” (Is 6, 3).

2.6 Pero si Dios es el Bien, ningún esfuerzo humano, ni siquiera la observancia más rigurosa de los mandamientos, logra “cumplir” la Ley, es decir, reconocer al Señor como Dios y tributarle la adoración que a El solo es debida (cf. Mt 4, 10). El “cumplimiento” puede lograrse sólo como un don de Dios: es el ofrecimiento de una participación en la Bondad divina que se revela y se comunica en Jesús, aquél que el joven rico llama con las palabras “Maestro bueno” (Mc 10, 17; Lc 18, 18). Lo que quizás en ese momento el joven logra solamente intuir será plenamente revelado al final por Jesús mismo con la invitación “ven, y sígueme” (Mt 19, 21).

3. “Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos” (Mt. 19, 17)

3.1 Sólo Dios puede responder a la pregunta sobre el bien porque El es el Bien. Pero Dios ya respondió a esta pregunta: lo hizo creando al hombre y ordenándolo a su fin con sabiduría y amor, mediante la ley inscrita en su corazón (cf. Rom 2, 15), la “ley natural” . Esta “no es más que la luz de la inteligencia infundida en nosotros por Dios. Gracias a ella conocemos lo que se debe hacer y lo que se debe evitar. Dios dio esta luz y esta ley en la creación” . Después lo hizo en la historia de Israel, particularmente con las “diez palabras” , o sea, con los mandamientos del Sinaí, mediante los cuales El fundó el pueblo de la Alianza (cf. Ex 24) y lo llamó a ser su “propiedad personal entre todos los pueblos” , “una nación santa” (Ex 19, 5-6), que hiciera resplandecer su santidad entre todas las naciones (cf. Sab 18, 4; Ez 20, 41). La entrega del Decálogo es promesa y signo de la Alianza Nueva, cuando la ley será escrita nuevamente y de modo definitivo en el corazón del hombre (cf. Jer 31, 31-34), para sustituir la ley del pecado, que había desfigurado aquel corazón (cf. Jer 17, 1). Entonces será dado “un corazón nuevo” porque en él habitará “un espíritu nuevo” , el Espíritu de Dios (cf. Ez 36, 24-28).

3.2 Por esto, y tras precisar que “uno solo es el Bueno” , Jesús responde al joven [en la versión de san Mateo]: “Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos” (Mt 19, 17). De este modo, se enuncia una estrecha relación entre la vida eterna y la obediencia a los mandamientos de Dios: los mandamientos indican al hombre el camino de la vida eterna y a ella conducen. Por boca del mismo Jesús, nuevo Moisés, los mandamientos del Decálogo son nuevamente dados a los hombres; El mismo los confirma definitivamente y nos los propone como camino y condición de salvación. El mandamiento se vincula con una promesa: en la Antigua Alianza el objeto de la promesa era la posesión de la tierra en la que el pueblo gozaría de una existencia libre y según justicia (cf. Dt 6, 20-25); en la Nueva Alianza el objeto de la promesa es el “reino de los cielos” , tal como lo afirma Jesús al comienzo del “Sermón de la Montaña” -discurso que contiene la formulación más amplia y completa de la Ley Nueva (cf. Mt 5-7)-, en clara conexión con el Decálogo entregado por Dios a Moisés en el monte Sinaí. A esta misma realidad del Reino se refiere la expresión “vida eterna” , que es participación en la vida misma de Dios; aquélla se realiza en toda su perfección sólo después de la muerte, pero, desde la fe, se convierte ya desde ahora en luz de la verdad, fuente de sentido para la vida, incipiente participación de una plenitud en el seguimiento de Cristo. En efecto, Jesús dice a sus discípulos después del encuentro con el joven rico: “Todo aquel que haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o hacienda por mi nombre, recibirá el ciento por uno y heredará la vida eterna” (Mt 19, 29).

3.3 La respuesta de Jesús no le basta todavía al joven, que insiste preguntando al Maestro sobre los mandamientos que hay que observar: “”¿Cuáles?”, le dice él” (Mt 19, 18). Le interpela sobre qué debe hacer en la vida para dar testimonio de la santidad de Dios. Tras haber dirigido la atención del joven hacia Dios, Jesús le recuerda los mandamientos del Decálogo que se refieren al prójimo: “No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre y amarás a tu prójimo como a ti mismo” .(Mt 19, 18-19).

3.4 Por el contexto del coloquio y, especialmente, al comparar el texto de Mateo con las perícopas paralelas de Marcos y de Lucas, aparece que Jesús no pretende detallar todos y cada uno de los mandamientos necesarios para “entrar en la vida” sino, más bien, indicar al joven la “centralidad” del Decálogo respecto a cualquier otro precepto, como interpretación de lo que para el hombre significa “Yo soy el Señor tu Dios” . Sin embargo, no nos pueden pasar desapercibidos los mandamientos de la Ley que el Señor recuerda al joven: son determinados preceptos que pertenecen a la llamada “segunda tabla” del Decálogo, cuyo compendio (cf. Rom 13, 8-10) y fundamento es el mandamiento del amor al prójimo: “Ama a tu prójimo como a ti mismo” (Mt 19, 19; cf. Mc 12, 31). En este precepto se expresa precisamente la singular dignidad de la persona humana, la cual es la “única criatura en la tierra a la que Dios ha amado por sí misma” . En efecto, los diversos mandamientos del Decálogo no son más que la refracción del único mandamiento que se refiere al bien de la persona, como compendio de los múltiples bienes que connotan su identidad de ser espiritual y corpóreo, en relación con Dios, con el prójimo y con el mundo material. Como leemos en el Catecismo de la Iglesia Católica, “los diez mandamientos pertenecen a la revelación de Dios. Nos enseñan al mismo tiempo la verdadera humanidad del hombre. Ponen de relieve los deberes esenciales y, por tanto, indirectamente, los derechos fundamentales, inherentes a la naturaleza de la persona humana” .

3.5 Todo ello no significa que Cristo pretenda dar la precedencia al amor al prójimo o, más aún, separarlo del amor a Dios. Esto lo confirma su diálogo con el doctor de la Ley, el cual hace una pregunta muy parecida a la del joven. Jesús le remite a los dos mandamientos del amor a Dios y del amor al prójimo(cf. Lc 10, 25-27) y le invita a recordar que sólo su observancia lleva a la vida eterna: “Haz eso y vivirás” (Lc 10, 28). Es pues significativo que sea precisamente el segundo de estos mandamientos el que suscite la curiosidad y la pregunta del doctor de la ley: “¿Quién es mi prójimo?” (Lc 10, 29). El Maestro responde con la parábola del buen samaritano, la parábola-clave para la plena comprensión del mandamiento del amor al prójimo (cf. Lc 10, 30-37).

3.6 Los dos mandamientos, de los cuales “penden toda la Ley y los Profetas” (Mt 22, 40), están profundamente unidos entre sí y se compenetran recíprocamente. De su unidad inseparable da testimonio Jesús con sus palabras y su vida: su misión culmina en la Cruz que redime (cf. Jn 3, 14-15), signo de su amor indivisible al Padre y a la humanidad (cf. Jn 13, 1).

3.7 Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento son explícitos en afirmar que sin el amor al prójimo, que se concreta en la observancia de los mandamientos, no es posible el auténtico amor a Dios. San Juan lo afirma con extraordinario vigor: “Si alguno dice:” Amo a Dios”, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve” (1 Jn 4, 20). El evangelista se hace eco de la predicación moral de Cristo, expresada de modo admirable e inequívoco en la parábola del buen samaritano (cf. Lc 10, 30-37) y en el “discurso” sobre el juicio final (cf. Mt 25, 3 1-46).

4. “Si quieres ser perfecto” (Mt. 19, 21)

4.1 La respuesta sobre los mandamientos no satisface al joven, que de nuevo pregunta a Jesús: “” Todo eso lo he guardado;¿qué más me falta?”” (Mt 19, 20). No es fácil decir con la conciencia tranquila “todo eso lo he guardado” , si se comprende todo el alcance de las exigencias contenidas en la Ley de Dios. Sin embargo, aunque el joven rico sea capaz de dar una respuesta tal; aunque de verdad haya puesto en práctica el ideal moral con seriedad y generosidad desde la infancia, él sabe que aún está lejos de la meta; en efecto, ante la persona de Jesús se da cuenta de que todavía le falta algo. Jesús, en su última respuesta, se refiere a esa conciencia de que aún falta algo: comprendiendo la nostalgia de una plenitud que supere la interpretación legalista de los mandamientos, el Maestro bueno invita al joven a emprender el camino de la perfección: “Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme” (Mt 19, 21).

4.2 Al igual que el fragmento anterior, también éste debe ser leído e interpretado en el contexto de todo el mensaje moral del Evangelio y, especialmente, en el contexto del Sermón de la Montaña de las bienaventuranzas (cf. Mt 5, 3-12), la primera de las cuales es precisamente la de los pobres, los “pobres de espíritu” , como precisa san Mateo (Mt 5, 3), esto es, los humildes. En este sentido, se puede decir que también las bienaventuranzas pueden ser encuadradas en el amplio espacio que se abre con la respuesta que da Jesús a la pregunta del joven “¿qué he de hacer de bueno para conseguir la vida eterna?” . En efecto, cada bienaventuranza, desde su propia perspectiva, promete precisamente aquel “bien” que abre al hombre a la vida eterna; más aún, que es la misma vida eterna.

4.3 Las bienaventuranzas no tienen propiamente como objeto unas normas particulares de comportamiento, sino que se refieren a actitudes y disposiciones básicas de la existencia y, por consiguiente, no coinciden exactamente con los mandamientos. Por otra parte, no hay separación o discrepancia entre las bienaventuranzas y los mandamientos: ambos se refieren al bien, a la vida eterna. El Sermón de la Montaña comienza con el anuncio de las bienaventuranzas, pero hace también referencia a los mandamientos (cf. Mt 5, 20-48). Además, el Sermón muestra la apertura y orientación de los mandamientos con la perspectiva de la perfección que es propia de las bienaventuranzas. Estas son ante todo promesas de las que también se derivan, de forma indirecta, indicaciones normativas para la vida moral. En su profundidad original son una especie de autorretrato de Cristo y, precisamente por esto, son invitaciones a su seguimiento y a la comunión de vida con El.

4.4 No sabemos hasta qué punto el joven del Evangelio comprendió el contenido profundo y exigente de la primera respuesta dada por Jesús: “Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos” ; sin embargo, es cierto que la afirmación manifestada por el joven de haber respetado todas las exigencias morales de los mandamientos constituye el terreno indispensable sobre el que puede brotar y madurar el deseo de la perfección, es decir, la realización de su significado mediante el seguimiento de Cristo. El coloquio de Jesús con el joven nos ayuda a comprender las condiciones para el crecimiento moral del hombre llamado a la perfección: el joven, que ha observado todos los mandamientos, se muestra incapaz de dar el paso siguiente sólo con sus fuerzas. Para hacerlo se necesita una libertad madura ( “si quieres” ) y el don divino de la gracia ( “ven, y sígueme” ).

4.5 La perfección exige aquella madurez en el darse a sí mismo, a que está llamada la libertad del hombre. Jesús indica al joven los mandamientos como la primera condición irrenunciable para conseguir la vida eterna; el abandono de todo lo que el joven posee y el seguimiento del Señor asumen, en cambio, el carácter de una propuesta: “Si quieres…” . La palabra de Jesús manifiesta la dinámica particular del crecimiento de la libertad hacia su madurez y, al mismo tiempo, atestigua la relación fundamental de la libertad con la ley divina. La libertad del hombre y la ley de Dios no se oponen, sino, al contrario, se reclaman mutuamente. El discípulo de Cristo sabe que la suya es una vocación a la libertad. “Hermanos, habéis sido llamados a la libertad” (Gál 5, 13), proclama con alegría y decisión el apóstol Pablo. Pero, a continuación, precisa: “No toméis de esa libertad pretexto para la carne; antes al contrario, servíos por amor los unos a los otros” (ibid.). La firmeza con la cual el Apóstol se opone a quien confía la propia justificación a la Ley, no tiene nada que ver con la “liberación” del hombre con respecto a los preceptos, los cuales, en verdad, están al servicio del amor: “Pues el que ama al prójimo, ha cumplido la ley. En efecto, lo de: No adulterarás, no matarás, no robarás, no codiciarás, y todos los demás preceptos, se resumen en esta fórmula: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Rom 13, 8-9). El mismo san Agustín, después de haber hablado de la observancia de los mandamientos como de la primera libertad imperfecta, prosigue así: “¿Por qué, preguntará alguno, no perfecta todavía? Porque” siento en mis miembros otra ley en conflicto con la ley de mi razón”… Libertad parcial, parcial esclavitud: la libertad no es aún completa, aún no es pura ni plena porque todavía no estamos en la eternidad. Conservamos en parte la debilidad y en parte hemos alcanzado la libertad. Todos nuestros pecados han sido borrados en el bautismo, pero ¿acaso ha desaparecido la debilidad después de que la iniquidad ha sido destruida? Si aquella hubiera desaparecido, se viviría sin pecado en la tierra.¿Quién osará afirmar esto sino el soberbio, el indigno de la misericordia del liberador?… Mas, como nos ha quedado alguna debilidad, me atrevo a decir que, en la medida en que sirvamos a Dios, somos libres, mientras que en la medida en que sigamos la ley del pecado somos esclavos” .

4.6 Quien “vive según la carne” siente la ley de Dios como un peso, más aún, como una negación o, de cualquier modo, como una restricción de la propia libertad. En cambio, quien está movido por el amor y “vive según el Espíritu” (Gál 5, 16), y desea servir a los demás, encuentra en la ley de Dios el camino fundamental y necesario para practicar el amor libremente elegido y vivido. Más aún, siente la urgencia interior -una verdadera y propia “necesidad” , y no ya una constricción- de no detenerse ante las exigencias mínimas de la ley sino de vivirlas en su “plenitud” . Es un camino todavía incierto y frágil mientras estemos en la tierra, pero que la gracia hace posible al darnos la plena “libertad de los hijos de Dios” (cf. Rom 8, 21) y, consiguientemente, la capacidad de poder responder en la vida moral a la sublime vocación de ser “hijos en el Hijo” .

4.7 Esta vocación al amor perfecto no está reservada de modo exclusivo a una élite de personas. La invitación, “anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres” , junto con la promesa “tendrás un tesoro en los cielos” , se dirige a todos, porque es una radicalización del mandamiento del amor al prójimo. De la misma manera, la siguiente invitación “ven y sígueme” es la nueva forma concreta del mandamiento del amor a Dios. Los mandamientos y la invitación de Jesús al joven rico están al servicio de una única e indivisible caridad, que espontáneamente tiende a la perfección, cuya medida es Dios mismo: “Vosotros pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial” (Mt 5, 48). En el evangelio de Lucas, Jesús precisa ulteriormente el sentido de esta perfección: “Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso” (Lc 6, 36).

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