Con tu conducta de ciudadano cristiano, muestra a la gente la diferencia que hay entre vivir tristes y vivir alegres; entre sentirse tímidos y sentirse audaces; entre actuar con cautela, con doblez… ¡con hipocresía!, y actuar como hombres sencillos y de una pieza. -En una palabra, entre ser mundanos y ser hijos de Dios.
No se puede separar la religión de la vida, ni en el pensamiento, ni en la realidad cotidiana.
De lejos -allá, en el horizonte- parece que el cielo se junta con la tierra. No olvides que, donde de veras la tierra y el cielo se juntan, es en tu corazón de hijo de Dios.