La maravilla de la Pentecostés es la consagración de todos los caminos: nunca puede entenderse como monopolio ni como estimación de uno solo en detrimento de otros. Pentecostés es indefinida variedad de lenguas, de métodos, de formas de encuentro con Dios: no uniformidad violenta.
Por “el sendero del justo descontento”, se han ido y se están yendo las masas. Duele…, pero ¡cuántos resentidos hemos fabricado, entre los que están espiritual o materialmente necesitados! -Hace falta volver a meter a Cristo entre los pobres y entre los humildes: precisamente entre ellos es donde más a gusto se encuentra.