Templa tu voluntad, viriliza tu voluntad: que sea, con la gracia de Dios, como un espolón de acero. -Sólo teniendo una fuerte voluntad sabrás no tenerla para obedecer.
Obedeced, como en manos del artista obedece un instrumento -que no se para a considerar por qué hace esto o lo otro.
El enemigo: ¿obedecerás… hasta en ese detalle “ridículo”? -Tú, con la gracia de Dios: obedeceré… hasta en ese detalle “heroico”.
¡Qué lástima que quien hace cabeza no te dé ejemplo!… -Pero, ¿acaso le obedeces por sus condiciones personales?… ¿O el “obedite praepositis vestris” -obedeced a vuestros superiores-, de San Pablo, lo traduces, para tu comodidad, con una interpolación tuya que venga a decir…, siempre que el superior tenga virtudes a mi gusto?
¡Qué bien has entendido la obediencia cuando me has escrito: “obedecer siempre es ser mártir sin morir”!