[Retiro ofrecido a un grupo de laicos de la Renovación Carismática en Lima, Perú, para el Pentecostés 2013.]
* Somos imagen y semejanza divina particularmente por nuestras facultades de inteligencia y voluntad.
* Lo propio de la inteligencia es buscar la verdad, más allá de la apariencia.
* Lo propio de la voluntad es buscar el bien, más allá de la conveniencia.
* El pecado impide que las facultades alcancen su fin propio: la inteligencia se deja seducir por apariencias, y la voluntad por intereses y conveniencias.
* La inteligencia puede recuperar la mayor parte de su claridad a través de una palabra externa, que podemos llamar la LEY. Al definir sobre lo correcto y lo incorrecto, la LEY ayuda a que el inteligente recupere la verdad moral.
* Pero la ley es insuficiente para restablecer a la voluntad en su propósito inicial. Para ayudarla en esa línea, la providencia divina suele disponer de tres clases de eventos en la vida del pecador: (1) Experimentar las consecuencias del mal obrar, es decir, “tocar fondo;” (2) Hacerse las preguntas profundas, como: ¿Cuál es el sentido de mi vida?; (3) Conocer realizaciones concretas del bien.