Lo que no sabemos que sabemos

Hacer filosofía es a menudo convertir en figura el fondo. El motivo de nuestras preguntas es sobre todo esclarecer, que significa más que ver mejor, o ver lo que no hemos visto. En realidad se trata de ver lo que nos hemos cansado o no nos hemos preocupado de ver.

Ningún autor dice todo de su propio mundo. Escribe dando por descontadas muchas cosas, o sea, desde su propio “fondo.” Nadie escribe lo obvio, o casi nadie. El texto escrito “dibuja” la figura pero no necesariamente nos dice mucho sobre el fondo.

La pregunta clave, entonces, a la hora de comprender un texto escrito, es qué resultaba obvio, qué era lo natural y esperable cuando el texto fue escrito. El libro completo no es el que tengo empastado y abierto cómodamente sobre mi mesa. El libro completo es esa “figura,” eso que está sobre la mesa, junto con todo lo que es obvio para el autor y que por obvio no lo ha escrito. Eso obvio, eso sobreentendido, a menudo contiene las claves para lo que el autor quiere que se entienda. Es lo que sucede a menudo en los chistes. La principal razón por la que es difícil captar el sentido del humor de otras culturas es porque parten de presupuestos diversos a los nuestros. Como su “fondo” es diverso, las expectativas, lo que se espera que suceda, es distinto también. Y como el humor funciona en la fractura entre la expectativa y lo sucedido, los que no tenemos las mismas expectativas no tenemos el mismo sentido del humor.

Todo esto indica que nosotros los humanos interactuamos con la información de un modo muy distinto al que tienen los computadores. Por seguir con nuestra terminología, el computador sólo tiene la “figura;” para él sólo existe lo explícito. Y sin embargo, cuando nosotros los humanos decimos que conocemos algo, en realidad nos estamos refiriendo a muchas cosas al tiempo, y en ellas hay muchos implícitos y un modo complejo de relacionar lo implícito y sobreentendido con lo explícito.