La Constitución Europea es un feto abortado. Uno más. Uno entre muchos.
Las circunstancias, a pesar de la cortesía, dejan ver las tensiones de fondo. Es cosa embarazosa ver a gente tan ilustre y elegante echarse culpas mutuamente. Periodista Digital del 14 de septiembre de 2003 lo refleja con crudeza muy española: “Empantanados en la lucha por el reparto del poder, los líderes europeos de los 25 (los Quince más los diez candidatos) fueron incapaces de pactar el texto de la primera Constitución europea y se fueron a casa lanzándose entre ellos todo tipo de amenazas.” Quizá las cosas se pueden decir con más diplomacia pero no cabe duda de un punto: se trataba de asegurar poder.