Una Iglesia Perseguida (4a. parte)

�Una Entrevista con Fr. Nelson Medina�

4. El Agnosticismo como Dogma

¿Dónde está lo que Ud. llama persecución en el contexto de respeto por la opinión ajena que caracteriza a la sociedad occidental?

– Las cosas no son tan simples como decir �respeto versus irrespeto�. Se puede respetar de muchas maneras. Se puede respetar y a la vez manipular.

¿Ud. diría que eso sucede hoy en nuestra sociedad?

– Sí, porque el respeto, que en sí mismo es una cosa buena, humana y humanizante, en un momento dado se volvió sinónimo de �agnosticismo�. Sobre el supuesto de que cada uno tiene �su� verdad se ha pretendido construir una sociedad en que la verdad se define por mayoría. Ahí está el engaño: respetar a todos pasó a significar hacer callar a todos.

Eso parece exagerado. Nadie está �haciendo callar�. ¿Por qué es una persecución ser metodológicamente agnóstico?

– Para comprenderlo necesitamos el concepto de �existencia social�. No todo lo que existe, existe también socialmente. La existencia social es el curso libre que tienen algunos comportamientos, ideas políticas, modas, criterios de acción, en fin, todo aquello que pertenece a la sociedad, en cuanto es más que un agregado de individuos. El �curso libre� quiere decir lo que puede ser parte de un argumento susceptible de ser aceptado socialmente.

Un ejemplo, por favor.

– Los temas morales nos dan los mejores ejemplos. Suponga que alguien dice en el curso de un debate sobre reforma agraria que la muerte de los pobres es una continua ofensa a Dios. En nuestra sociedad casi cualquier cosa puede ser admitida como argumento, pero que se esté ofendiendo a Dios no es un argumento aceptable, es decir, carece de existencia social.

Yo voy a jugar un poco el papel de �abogado del diablo�. Supongamos que se admitiera lo que Ud. dice. Los ateos podrían sentirse excluidos. O los que creen no en Dios sino en los Espíritus de las Montañas, o lo que sea. Si se quiere que la sociedad humana sea inclusiva y que todos tengan espacio en ella, no hay manera de argumentar desde un Dios.

– Pero observemos que la inclusión tiene grados. Yo no estoy abogando por la segregación ni por la exclusión. Pero una cosa es permitir que un huésped se quede en mi casa y otra es abstenerme de hablar en mi idioma para no incomodar al que habla otro idioma.

¿Y quién es el �dueño de casa� en el caso de la sociedad? ¿Los cristianos? ¡Esos tiempos ya pasaron!

– Es verdad que ya pasaron, pero lo que no ha pasado es que las casas tienen dueños, responsables, o gobernantes. Y los países también. Hay alguien que pone reglas, ¿o no? Pues bien, la persona o personas que ponen las reglas obran en ese momento como dueños de casa, entendiendo esta expresión en el sentido de poner las reglas.

Pero esas personas son las que la gente misma ha elegido…

– Nosotros no debemos ser ingenuos: las elecciones no las gana cualquiera. Hay que tener poder para acceder al poder. Los países, las empresas, los sistemas tienen dueños.

En un sistema de sociedad abierta y democrática, cualquiera puede exponer sus ideas y ganar poder.

– Eso depende mayormente de las condiciones en que las ideas son presentadas. Las ideas, lo mismo que las personas, pueden ser calumniadas, malinterpretadas, tergiversadas. Una democracia real, es decir, un �ágora justa�, sería un ambiente en que �cualquiera� pudiera hacerse oír en condiciones justas. Eso no sucede. Se necesita una cuota, muchas veces alta, de poder para hacerse oír.

¿Y la Iglesia no tiene ese poder?

– Pido que analicemos primero el funcionamiento del sistema en cuanto tal, y que luego sí examinemos el caso de la Iglesia Católica.

De acuerdo. Aún así es fácil estar en desacuerdo con Ud. Mucha gente de origen humilde o de escasa formación académica ha alcanza el poder. Personas como el presidente Lula da Silva en Brasil, o el alcalde Lucho Garzón en Bogotá simplemente no habrían tenido opción alguna en otra clase de régimen sociopolítico. En una lógica de castas, de nobleza o de monarquía ellos nunca hubieran pasado de ser rebeldes inocuos, cuando no torturados o asesinados.

– No lo niego; pero tenga en cuenta que yo no estoy proponiendo un retorno a regímenes de burguesía o de monarquía. Es claro que el sistema actual tiene aspectos sumamente positivos con respecto a otros sistemas del pasado. Mas eso, en primer lugar, no implica que sea mejor en todos los aspectos, ni, en segundo lugar, implica que las bondades que este sistema tiene estén amarradas a sus deficiencias, que también son muy serias. Con otras palabras: cabe pensar en otros regímenes y modos de organización social en los que personas con ideas y valores nuevos puedan acceder al poder sin que eso esté condicionado por las deficiencias que estoy denunciando en el régimen liberal democrático actual.

Trate de exponer nuevamente la deficiencia que Ud. encuentra con respecto a lo del �ágora justa�.

– Sabemos que el ágora era el lugar preferido por los atenienses para sus discusiones de todo género, desde la filosofía hasta la política. El problema está en que las dimensiones del ágora influyen en su funcionamiento. Por dar una analogía: cuando el ágora es del tamaño de un país, es preciso tener una dosis de poder para hacerse oír. Ese poder que hace que algunos sean visibles y otros no hace una preselección y marca un sesgo en torno a qué tendrá relevancia y cómo la tendrá.

¿Algo así como el poder que tendría un moderador en una gran sala de debate?

– Exactamente. Por ejemplo, la voz de la Iglesia es casi sistemáticamente recortada o retorcida en los medios actuales.

Esa es una acusación muy grave…

– Pero sustentable. Y precisamente en eso consiste la �persecución de irrelevancia�: en el modo de manejar los contenidos. Los personajes están a la vista, pero la verdad de sus opiniones y argumentos no son igualmente visibles.

¿En qué estriba la diferencia entre los personajes y sus argumentos?

– El caso típico es el Papa. Los periódicos pueden mostrarnos casi todos los días al Papa sin realmente darnos lo que dijo el Papa, de modo que sea realmente entendido y pueda ser acogido. Esto sucede entre otras cosas porque los medios como tales tienen que funcionar con una lógica que está más allá de su propio oficio.

¿Cómo así?

– El periodista no puede hacer �periodismo puro�, tiene que hacer periodismo rentable. A poco de examinarlo encontramos que hay una censura de eficacia y rentabilidad que hace insalvable el tema de la verdad.

Es lo que Ud. considera como una especie de �pecado original� en el sistema de sociedad liberal.

– Sí: la verdad por consenso. Admitido eso, todo el tema del poder queda ligado a quién maneje el consenso. A la larga esto produce un nuevo sistema de castas, aunque sean menos visibles que la antigua nobleza.

¿No hay entonces justicia posible en ese esquema?

– La pregunta es si la justicia resulta rentable, útil o deleitable para quienes actualmente gozan del poder conjunto (política, economía, medios, leyes). ¿Por qué suponemos que las personas van a ser justas precisamente en el momento en que sus propios intereses van a ser cuestionados y sus posturas ventajosas agrietadas? Los hechos demuestran que el poder político, el legislativo, el económico y el mediático se unen, mezclan y confunden, de modo que sólo logra existencia social aquello que no contradiga el sistema de conceptos de justicia, verdad, libertad y beneficios del poder reinante.

Razón por la cual no basta simplemente con otorgar el derecho de hablar…

– El punto es que la existencia social no es algo que esté dado por sí mismo sino que en cada modelo de sociedad brota de acuerdo con patrones y reglas específicas. Si un determinado pensamiento está excluido de la existencia social y los mecanismos de la sociedad que lo excluye no permiten que adquiera existencia cabe hablar de una represión y de una persecución.

¿Por qué dice Ud. que ello se deriva de un �dogma agnóstico�?

– Suponga que admitimos que nuestra mente puede alcanzar verdad en torno a los fundamentos últimos de la convivencia humana, es decir, en aquellos temas que rozan el sentido mismo de la vida. Cosas como la realidad del pecado y de la conversión, la necesidad de una formación moral coherente y continua, y la esperanza de una vida eterna. Eso supondría que dejamos de ser agnósticos.

¡Pero eso no lo va admitir toda la gente de un país!

– Yo no pido que lo admitan todos; pero no veo una sola razón por la que no podrían admitirlo expresa y públicamente un conjunto de seres humanos ligados a una historia, una tierra y una cultura. Es decir: no veo por qué un país no podría buscar su futuro dentro de los parámetros de un conjunto de verdades en las que cree.

Los estados confesionales ya tuvieron su hora. El problema es que eso que Ud. quiere no lo van a creer todos los habitantes de un país.

– Lo mismo digo yo: no todos creemos en el agnosticismo y tenemos que vivir bajo su dominio, y nuestra voz no es escuchada en condiciones realmente justas. Eso demuestra que no se necesita unanimidad para que sea posible la convivencia. Además, tenga en cuenta que afirmar que las cuestiones hondas de las que antes hablé no pueden resolverse, o por lo menos que nunca un sistema social puede construirse sobre esas bases, es un dogma que produce una tiranía agnóstica y laicista. Una tiranía que, con sus propios métodos, no dejará de perseguir a sus adversarios.

Cuando la Iglesia tuvo el poder político produjo un engendro: la Inquisición…

– De nuevo: el hecho de que hayamos superado las aberraciones de la Inquisición no significa que seamos globalmente mejores; y además, el hecho de que tengamos una sociedad sin los métodos de la inquisición no significa que cualquier sociedad tenga que apoyarse en el dogma agnóstico. Ser tolerante y reconocer libertad de pensamiento no significa aprobar lo que nuestra sociedad aprueba. Y ello tendremos que decirlo, así implique ser impopulares o incluso perseguidos.

(continúa…)