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Aunque creció como un joven mundano, esclavo de sus pasiones, algunas veces aspiró a ideales más elevados.
La muerte de un pariente suyo a manos de su propio padre durante un duelo, hizo que el joven escapase horrorizado y se internase en un Monasterio cercano, donde permaneció por tres años en la más absoluta austeridad y fervor.
Luego, permaneció por años en compañía de un santo ermitaño, quien veló por la total conversión y formación de San Romualdo, de manera que éste pudiese predicar con ardor y corazón a Jesús.
Justamente el anuncio del evangelio fue uno de sus más grandes sueños, y contando con el permiso del Papa, decidió partir a Hungría para iniciar su misión evangelizadora.
Sin embargo, una terrible enfermedad impidió el viaje, y San Romualdo, que siempre estuvo atento a las señales de Dios, se dio cuenta de que el Padre Celestial no lo quería para esa misión.
Por treinta años, el Santo fundó numerosas ermitas y monasterios por toda Italia. El Monasterio más famoso es el de Camáldoli, creado por él alrededor del año 1012.
Allí impuso reglas aún más severas que la de San Benito, dando inicio a una nueva Congregación llamada Camaldulense, en la cual unió la vida cenobítica con la eremítica.
Después de permanecer algunos años en Camáldole, el Santo retornó a sus viajes apostólicos. Pero, la muerte lo sorprendió mientras estaba visitando la región de Val-di-Castro, falleciendo el 19 de junio de 1027.
La devoción al Corazón de Jesús ha existido desde los primeros tiempos de la Iglesia, desde que se meditaba en el costado y el Corazón abierto de Cristo, de donde salió Sangre y Agua.
De ese Corazón nació la Iglesia y por ese Corazón se abrieron las puertas del Cielo.
La devoción al Sagrado Corazón está por encima de otras devociones, porque veneramos al mismo Corazón de Dios.
Pero, fue el propio Jesús, quien en el siglo XVII en Paray-le-Monial, Francia, solicitó a través de una humilde religiosa, que se estableciera definitiva y específicamente la devoción a su Sacratísimo Corazón.
En efecto, el 16 de junio de 1675, Jesús se le apareció a Santa Margarita María de Alacoque. Su Corazón estaba rodeado de llamas de amor, coronado de espinas, con una herida abierta de la cual brotaba Sangre.
Del interior de su Corazón, salía una Cruz. Santa Margarita escuchó a Nuestro Señor decir: "He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres, y en cambio, de la mayor parte de los hombres, no recibe nada más que ingratitud, irreverencia y desprecio, en este Sacramento de amor."
Con las anteriores palabras, Nuestro Señor mismo nos dice en qué consiste la devoción a su Sagrado Corazón. La devoción en sí, está dirigida a la persona de Nuestro Señor Jesucristo y a su amor no correspondido, representado por su Corazón.
Dos son los actos esenciales de esta devoción: amor y reparación. Amor, por lo mucho que Él nos ama. Reparación y desagravio, por las muchas injurias que recibe sobre todo en la Sagrada Eucaristía.
La devoción al Corazón de Jesús, no sólo se ajusta enteramente a los requisitos mencionados en el Documento del Concilio Vaticano II concerniente a la liturgia, sino que, además, se encuentra enraizada en la entraña del mismo Evangelio.
De este último proceden todos aquellos ideales, actitudes, conductas y prácticas fundamentales, definitorias del auténtico cristianismo y peculiares del culto cristiano.
En ese sentido, la devoción al Corazón de Jesús está totalmente de acuerdo con la esencia del Cristianismo, que es religión de amor. Porque, tiene por objetivo el aumento de nuestro amor a Dios y a los hombres.
No apareció de repente en la Iglesia, ni se puede afirmar que deba su origen a revelaciones privadas. Pues, es evidente que las revelaciones de Santa Margarita María de Alacoque no añadieron nada nuevo a la Doctrina Católica.
La importancia de estas revelaciones está únicamente en que sirvieron para que de una forma extraordinaria, Cristo nos llamase la atención, con el fin de que nos fijásemos en los misterios de su amor.
"En su Corazón debemos poner todas las esperanzas", puesto que "la Eucaristía, el Sacerdocio y María, son dones del Corazón de Jesús" (Pío XII, Encíclica Haurietis Aquas).
Cartagena, Colombia - Dianita, mi amor, hoy es un día maravilloso, Dios nos premió con tu vida, le pido que toque tu corazón, que te de la paz que solo El nos puede dar y te bendiga con el inigualable regalo de la Fe.
Bogotá, Colombia - Recibe especiales bendiciones para que todo lo que esperas en el Señor se te haga realidad y siga multiplicando en ti todo lo bueno. te abrazamos con amor.
Quiriat Gat, Israel (2005) - Es el día en que recibi mi bautismo, mi comunión, mi confirmación y tuve mi casamiento. Con tantas cosas buenas..Como no compartir el momento?
Hermanos: Secundando su obra, os exhortamos a no echar en saco roto la gracia de Dios, porque él dice: "En tiempo favorable te escuché, en día de salvación vine en tu ayuda"; pues mirad, ahora es tiempo favorable, ahora es día de salvación.
Para no poner en ridículo nuestro ministerio, nunca damos a nadie motivo de escándalo; al contrario, continuamente damos prueba de que somos ministros de Dios con lo mucho que pasamos: luchas, infortunios, apuros, golpes, cárceles, motines, fatigas, noches sin dormir y días sin comer; procedemos con limpieza, saber, paciencia y amabilidad, con dones del Espíritu y amor sincero, llevando la palabra de la verdad y la fuerza de Dios. Con la derecha y con la izquierda empuñamos las armas de la justicia, a través de honra y afrenta, de mala y buena fama. Somos los impostores que dicen la verdad, los desconocidos conocidos de sobra, los moribundos que están bien vivos, los penados nunca ajusticiados, los afligidos siempre alegres, los pobretones que enriquecen a muchos, los necesitados que todo lo poseen.
Cantad al Señor un cántico nuevo, / porque ha hecho maravillas: / su diestra le ha dado la victoria, / su santo brazo. R.
El Señor da a conocer su victoria, / revela a las naciones su justicia: / se acordó de su misericordia y su fidelidad / en favor de la casa de Israel. R.
Los confines de la tierra han contemplado / la victoria de nuestro Dios. / Aclamad al Señor, tierra entera; / gritad, vitoread, tocad. R.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Habéis oído que se dijo: "Ojo por ojo, diente por diente". Yo, en cambio, os digo: No hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también la capa; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehuyas."
Yo os digo: No hagáis frente al que os agravia (Mateo 5,38-42)
En los años de su vida oculta, "ordinaria" y cotidiana, Cristo escrutó los signos de los tiempos y aprendió en la escuela de la vida misma lo que luego predicó para asombro nuestro. 4 min. 14 seg.
Anunciar a Cristo llevando una vida como la de Él, cooperando con la gracia Divina, siendo partícipes del bien de nuestros hermanos y del sacrificio de Cristo. 5 min. 52 seg.
El verdadero servidor de Dios está dispuesto a sufrir por su causa, es fiel a su mensaje, es alegre porque ama con libertad y es generoso porque está dispuesto a hacer más. 6 min. 6 seg.
Preguntémonos ¿Dónde están nuestras marcas? ¿Qué es lo que hemos perdido por Cristo? ¿Cuáles son nuestras señales de que somos en verdad discípulos del Señor? 4 min. 32 seg.
El verdadero ministro de Dios se acredita por su semejanza con Cristo, entregando la vida como Él lo hizo. Quien es enviado por Jesús debe estar dispuesto a sufrir y a darlo todo, como lo hizo su Maestro. 6 min. 10 seg.
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1.1 En el contexto de las tensas relaciones entre Pablo y la comunidad de Corinto hubo diversas fases, podríamos decir. A su llegada, según cuenta él mismo, fue sobre todo la acción sensible del Espíritu Santo la que le abrió puerta en la atención y luego en el corazón de los corintios.
1.2 Acostumbrados a oír toda clase de discursos religiosos y filosóficos, y a presenciar todo tipo de prácticas que hoy llamaríamos mentales o mágicas, su mente curiosa y voluble quedó fascinada por el tema de los carismas del Espíritu Santo, de modo que Pablo tuvo que reconvenirlos e instruirlos ampliamente sobre el sentido de estos dones, para que pudieran dar a cada uno su valor propio y sobre todo para que entendieran que lo primero es la edificación de la comunidad de creyentes y el ejercicio sincero y continuo de la caridad. Tal fue el tema de los capítulos 12 a 14 de la que nosotros llamamos "Primera Carta a los Corintios".
2. Primacía de la Cruz
2.1 Decididamente los corintios veían en los carismas especies de "poderes" en los que primaba los extraordinario, lo vistoso o lo que diera realce en medio de los demás hermanos. No fue poca tarea para el apóstol enfatizar en su enseñanza que el gran "poder" que buscamos no es el que halaga la vanidad o el que sirve para conseguir seguidores.
2.2 El gran poder es el de la Cruz, es el del amor hasta el extremo, pues sólo en la sorprendente y casi escandalosa humillación de la Cruz hemos recibido la posibilidad de creer a fondo y sin reservas en el amor de Dios. El Señor Jesús nos ha manifestado qué significa un amor incondicional, sublime, puro y eficaz, y esto no es fruto de una obra que hayamos hecho ni es algo que pueda aprenderse como se aprenden las artes de la magia o los capítulos de las iniciaciones filosóficas que los corintios conocían.
3. La Cruz en la vida del Apóstol
3.1 Semejante doctrina no podía quedarse en palabras. Los corintios estaban, por decirlo así, "indigestos" de palabras. Pablo habla, entonces, en esta que nosotros llamamos "Segunda Carta a los Corintios" un lenguaje de testimonios y de hechos, mostrando claramente que su vida es una vida signada y sellada por el misterio de la misma Cruz que él predica.
3.2 Todos los tormentos padecidos, las incomprensiones y cárceles, los naufragios y azotes, las humillaciones y burlas, todo ello es a los ojos de Pablo una "prueba" de su propio apostolado, en dos sentidos: primero, porque muestra la sinceridad y pureza de su intención; segundo, porque le une y abraza al contenido de su propia predicación.
3.3 Esto nos ayuda a entender el lenguaje dramático y, sin embargo, desprovisto de ostentación o vanidad, con que Pablo relata sus infortunios. En ellos siente que le "persigue" el misterio del amor más grande, el misterio del amor crucificado.