Hablemos de catecismos (4)

El Catecismo Holandés (CH), publicado originalmente en 1967, quería abordar al hombre “adulto,” esto es, al hijo de la Modernidad, al que está acostumbrado a pensar en términos de ciencia, capitalismo y, sobre todo, su propia existencia y su propia búsqueda de felicidad. El experimento no resultó bien. Siendo grandes navegantes los holandeses, este barco hizo agua muy pronto, bajo el impacto de diversos factores.

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Pausa necesaria (3)

Hay un país donde los niveles de violencia alcanzan límites inusitados. En casi todas partes del mundo los servicios de ambulancia son respetados, y ante la sirena de una ambulancia el tráfico se pliega con respeto para dar paso a los heridos o enfermos, o para permitir que el vehículo que todos reconocen como capaz de salvar vidas alcance a llegar a tiempo a su destino.

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¿Y yo qué?

Buena cuenta me doy que ese camino de nuevas comunidades de laicos y sacerdotes unidos en un compromiso común y estable son posibles e incluso necesarias. No como reemplazo, sino como posibilidad que embellece a la Iglesia y le ayuda a estar mejor dispuesta a su tarea fundamental: dar testimonio de Cristo y ser así sacramento universal de salvación, como bien la llamó el Concilio Vaticano II.

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La otra cara de la moneda

La insistencia en comunidades laicales estrechamente unidas al ministerio y la vida de sacerdotes no trae únicamente ventajas. Un sacerdote unido a una comunidad es fácilmente un sacerdote sin tiempo para otra cosa. Su mundo puede achicarse increíblemente y empezar a gravitar en torno a las necesidades reales o ficticias de un grupo pequeño o incluso de unas cuantas personas, sea porque ellas lo necesitan, porque lo reclaman, o porque el sacerdote mismo se siente más seguro o confortable junto a ellas.

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