Restablecido el servicio

Gracias a Dios, hemos cumplido 48 horas de restablecimiento de nuestra página, y a estas horas todos nuestros servicios operan normalmente.

Pido a todos que protejamos con sugerencias oportunas y con oraciones esta obra de evangelización. A partir de mañana espero retomar el curso de nuestras reflexiones usuales.

Invasores!

Durante tres días nuestra página estuvo “caída.” Nuestro servidor de Internet sufrió un ataque dirigido específicamente contra nuestra página.

El ataque consiste en utilizar las casillas de entrada de datos (como lo que teníamos para hacer comentarios o para buscar dentro del diario) para “inyectar” código en el servidor. El objetivo de ese código puede ser cualquier cosa, desde mandar correo spam o pornografía hasta robar datos o contraseñas. Por supuesto, ante un ataque así la compañía que hospeda mi página tuvo que cerrar el acceso a ella; por eso estuvimos “caídos.”

Como el epicentro del problema era este diario (blog) esta es también la última o casi la última sección de la página que estoy restaurando en servicio. La esperanza es que esta vez estemos en mejores condiciones. Yo sigo en comunicación con la empresa que nos hospeda.

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La pureza como revolución social

Existe la idea de que la pureza es una virtud individual, algo así como un hobby que ciertas personas cultivan como aditamento a sus convicciones privadas o sus represiones sexuales. Si algo ha quedado grabado en mi corazón de mi paso por Villavicencio es que lo privado y lo público refluyen el uno en el otro de manera continua e inseparable.

Dos ejemplos.

Se sabía que un alcalde de aquella época había sido, y probablemente seguía siendo, un drogadicto. Supuestamente eso pertenecía a su historia personal. Sin embargo, viendo tantos brotes de ineficiencia y burocracia, y tanta incapacidad de poner freno a los desmanes, mucha gente sacó la única conclusión lógica: “A este hombre sólo le importa su comodidad y pasarla bien, así la ciudad se caiga a pedazos.” En efecto, uno piensa: no es distinto el cuerpo que se acostumbra a drogarse y el cuerpo que se sienta en su despacho a atender los problemas de la ciudad.

Dígase otro tanto de otros temas. Si casi toda la plana editorial de un periódico de amplia circulación hace tiempos que practica el adulterio, el intercambio de parejas y todo tipo de experimentos afectivo-sexuales, hay que decir: Es el mismo cuerpo el que de noche refocila y de día escribe editoriales.

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¿Qué nos está diciendo Francia?

Francia ha marcado la delantera en muchas cosas y de muchas maneras. La política, la filosofía, el arte, e incluso la moda, han mirado hacia París con respeto, admiración o temor, bajo la convicción de que consagrarse en la capital de Francia es de algún modo haber tocado el corazón de la cultura de Occidente.

Por estos días manos cargadas de ira colman los barrios pobres de París–porque también hay pobres en París, aunque sean invisibles a los millones de turistas. Incendios, gritos de violencia, amenazas y atentados contra las fuerzas del orden.

¿Qué nos dicen estos hechos? ¿Son incidentes aislados que el Primer Ministro Villepin sabrá conjurar? ¿Son un intento más de desestabilizar a Chirac, algo así como la avanzada de un movimiento político que emergerá como alternativa al “establishment” actual? ¿Son episodios de nadaísmo, de simple amor al caos, o de rabia que no ha encontrado su cauce?

Por ahora no hay respuesta clara a estos interrogantes. Una hipótesis cabe, sin embargo: al igual que en Melilla y Ceuta; lo mismo que en las pateras de desesperados rumbo a la Florida, este parece ser un episodio más que revela el volumen de tensión entre Norte y Sur. Es verdad que la destrucción tiene un encanto extraño pero real en el corazón humano, como aparece claro en los pirómanos y en muchos actos terroristas. Existe el placer de destruir. Pero esa no es toda la explicación a los hechos presentes.

Resuena todavía en mis oídos la protesta de un africano, cuya voz podría atraer la de muchos otros del “Sur.” Decía este hombre: ¿Por qué los productos de mi tierra pueden irse al Norte y yo mismo no puedo ir? ¿Por qué tienen visa mis bosques y yo no? ¿Por qué yo no debo caber en los barcos donde sí caben los diamantes de mi suelo?