El 29 de Enero pasado sentí una predicción dentro de mí. Como yo he sido más bien escéptico ante las predicciones, he pensado que lo mejor es decir esta en público, de modo que si estoy equivocado, como probablemente lo estoy, haya testigos del hecho. Si es acertada la predicción, juntos podremos buscar el significado que todo ello pueda tener.
Continuar leyendo “Una predicción”
¡Jesucristo!
Yo no sé si encontraremos unas palabras sobre Jesucristo tan grandiosas, y tan sencillas a un tiempo, como las que trae el Catecismo de la Iglesia Católica tomándolas del Concilio, cuando nos dice:
El Hijo de Dios trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de nosotros, en todo semejante a nosotros, menos en el pecado.
Todo esto lo sabemos desde siempre y lo confesamos continuamente en el Credo, cuando decimos que el Hijo de Dios se hizo hombre. Es la verdad fundamental de nuestra fe.
Pero, ¿nos hemos puesto a pensar en lo que significa que Dios se haya hecho hombre? Pues significa esto precisamente: que el Hijo de Dios, una de las Tres Personas de la Santísima Trinidad, al hacerse hombre, y quedando Dios verdadero, ahora va a ser uno igual que nosotros.
Nos va a conocer como conocemos nosotros. Nos va a querer como queremos nosotros. Nos va a amar como amamos nosotros. Va a trabajar con manos encallecidas como trabajamos nosotros.
Dios va a hacer todo lo nuestro con manos nuestras, va a entender con cerebro nuestro, va a amar con corazón nuestro…
Si este Dios no se gana nuestra voluntad, nuestro cariño, nuestro amor, nuestra adhesión, y si lo dejamos de lado no haciéndole caso ninguno, entonces Dios ha fracaso del todo con nosotros; pero también nosotros habremos fracasado del todo en la vida, y nos perderíamos sin excusa alguna. Porque Dios no ha podido hacer por nosotros más de lo que ha hecho.
Un científico alemán protestante, aunque lo llamaríamos mejor un descreído, profesor en la universidad, lanza en una reunión de gente sabia esta atrevida pregunta: -¿Que Dios existe? No lo creo, porque, de existir, se cuidaría un poco más de los hombres.
Un caballero católico acepta el desafío y le contesta: -Falso, señor profesor. Es usted quien no se ocupa de Dios, ya que Dios se ha preocupado bien de usted. Porque, para salvar a los hombres, el mismo Dios se ha hecho hombre. El profesor reconoce su atrevimiento y empieza a pensar. No mucho después abrazaba el catolicismo.
Tener con nosotros a Dios hecho hombre, es la condescendencia suma a que Dios ha podido llegar. El Hombre Jesús nos descubre a Dios tal como es Dios con nosotros, porque es Dios quien actúa en Jesús para decirnos cómo Dios nos ama, cómo quiere que seamos, cómo quiere que actuemos en la vida, cómo vamos a ser después para siempre.
Dios ha hecho todas las cosas y en ellas ha dejado la huella de su propio ser, sobre todo de su amor. Por eso la creación entera es una revelación manifiesta de Dios. Dentro de la creación, el hombre es la criatura más excelsa, pues ha sido hecho como varón y como mujer a imagen y semejanza de Dios. Pero en Jesús, Dios ha manifestado toda su gloria en la máxima expresión. El Dios hecho Hombre ha revelado al hombre todo lo que Dios es, lo que ama, lo que promete y lo que va a ser para el hombre glorificado. Si examinamos esas cuatro palabras clave del párrafo del Concilio y del Catecismo, descubrimos en ellas todo el abismo de la bondad de Dios.
¿Que Dios, en Jesús, trabaja con manos de hombre?… Entonces nosotros amamos nuestra fatiga, nuestro esfuerzo, nuestro deber diario. Si Dios ha hecho lo que hago yo, ¿por qué no voy a hacer yo lo que ha hecho Dios?…
¿Que Dios, en Jesús, piensa con inteligencia de hombre?… Entonces, ¿no veo cómo mis pensamientos pueden ser un cielo límpio, bello, que refleje toda la hermosura del alma preciosa de Jesús?
¿Que Dios, en Jesús, quiso y se determinó con voluntad de hombre?… Entonces, ¿cómo debo yo abrazarme con todo el querer de Dios, si Dios mismo me enseña a hacerlo como Él? ¿Que Dios, en Jesús, amó y ama con corazón de hombre?… Entonces, ¿no veo cómo el amor mío es un amor como el del mismo Dios?…
El hecho de la Encarnación del Hijo de Dios no ha podido ser invento nuestro. No hay hombre que pueda imaginarse algo semejante. Lo sabemos por revelación de Dios, y no es extraño que esta verdad cristiana tan fundamental haya sido objeto, desde la antigüedad hasta hoy, de discusiones acaloradas. Antiguamente se decían algunos herejes: – ¿Dios unido a la materia? ¡Imposible!… Hoy se han dicho algunos: – ¿El hombre necesita a Dios? ¡No nos hace falta!…
Pero la verdad cristiana se mantiene firme: Dios, en Jesús, se hace hombre; y el hombre, en Jesús, llega a ser Dios. Dios no ha podido descender más abajo, y el hombre no ha podido subir más arriba.
Todo ha sido obra del amor de Dios para ganarse el amor del hombre y darle la salvación. ¿Cabe ahora en el hombre negar a Dios el amor y no aceptar la salvación que Dios le ofrece?… Algunos, harán lo que quieran. Otros, nos apegamos a ese Dios, que, en Jesús, lo es todo para nosotros…
Actualización de nuestra imprenta
Como un aporte ofrecido gratuitamente hemos recogido en veinte títulos algunos de los escritos, ensayos y entrevistas sobre filosofía, ciencia y teología de nuestra página, dispuestos en formato PDF, listos para imprimir. Esta es la lista:
Continuar leyendo “Actualización de nuestra imprenta”
Influencia del demonio sobre el hombre
a) El asedio es acción contra el hombre desde fuera, como cercándolo, provocando miedo en él.
b) La obsesión es ataque personal con injurias, daño del cuerpo, o actuando sobre los sentidos.
c) La posesión es la ocupación del hombre por el dominio de sus facultades físicas, llegando hasta privarle de la libertad sobre su cuerpo. Contra la posesión y la obsesión la Iglesia emplea los exorcismos.
d) Existen otros modos de seducción, tales como los milagros aparentes que el puede realizar, y la comunicación con el demonio que se supone en algunos fenómenos de la magia negra, el espiritismo, etc.
e) Pero la manera ordinaria como el demonio ejecuta sus planes es la tentación, que alcanza todos los seres humanos. Se define por tal, toda aquella manipulación por la que el demonio, positivamente y con mala voluntad, instiga a los humanos al pecado para perderlos. Es muy importante percatarse que a pesar del indiscutible poder de la tentación diabólica, no puede su malicia actuar más de donde Dios lo permite, su poder es poder de criatura, poder controlado. Dios es fiel, y no permitirá que seais tentados más allá de vuestras fuerzas.(I Cor.l0,l3).
En concreto, conviene, pues, situarse en el justo medio: No olvidar su acción y su eficacia maligna, ni perder la serenidad y confianza en Dios.
Gracias Señor
Una alma recién llegada al cielo se encontró con San Pedro. El santo llevó al alma a un recorrido por el cielo. Ambos caminaron paso a paso por unos grandes talleres llenos con ángeles.
San Pedro se detuvo frente a la primera sección y dijo: “Esta es la sección de recibo. Aquí, todas las peticiones hechas a Dios mediante la oración son recibidas.” El ángel miró a la sección y estaba terriblemente ocupada con muchos ángeles clasificando peticiones escritas en voluminosas hojas de papel de personas de todo el mundo.
Ellos siguieron caminando hasta que llegaron a la siguiente sección y San Pedro le dijo: “Esta es la sección de empaque y entrega. Aquí, las gracias y bendiciones que la gente pide, son empacadas y enviadas a las personas que las solicitaron.”
El ángel vio cuan ocupada estaba. Habían tantos ángeles trabajando en ella como tantas bendiciones estaban siendo empacadas y enviadas a la tierra.
Finalmente, en la esquina más lejana del cuarto, el ángel se detuvo en la última sección. Para su sorpresa, sólo un ángel permanecía en ella ocioso haciendo muy poca cosa.
“Esta es la sección del agradecimiento” dijo San Pedro al alma. “¿Cómo es que hay tan poco trabajo aquí?” – preguntó el alma. “Esto es lo peor”- contestó San Pedro. “Después que las personas reciben las bendiciones que pidieron, muy pocas envían su agradecimiento.”
“¿Cómo uno agradece a las bendiciones de Dios ?”
“Simple” – contestó San Pedro, “Solo tienes que decir dos palabras: “¡gracias, Señor!”
La Fuerza del Amor
El núcleo del amor es la fuerza, el valor que mostramos para luchar por lo que amamos, la fortaleza para defender lo que más apreciamos, enfrentar desafíos, superar barreras, derribar obstáculos.
Cuando el amor es auténtico surge con la fuerza de la audacia, el atrevimiento, la osadía que nos lanza a correr riesgos para conquistar lo que amamos; es en esa entrega sin condiciones donde surgen fortalezas donde antes no las había.
El amor nos da el valor de:
– Luchar por nuestros sueños.
– Dar la vida por los que llevamos en el corazón.
– Modificar nuestra propia existencia.
– Cambiar nuestro ser.
– Rebasar el límite de nuestras potencialidades.
El amor nos da la fuerza:
– Para respetar a los seres que amamos.
– Para sonreír a pesar de las adversidades.
– De la humildad para pedir perdón.
– La grandeza de la comprensión.
– La nobleza de perdonar.
El amor nos da el poder:
– Para manifestar nuestras emociones.
– Para alcanzar estrellas.
– Para convertir nuestros sueños en realidades.
– Entregar nuestra vida por un ideal.
El amor nos transforma en seres superiores, nos despierta nuestra capacidad de asombro, nos da la sensibilidad de la contemplación, nos impulsa a niveles infinitos, nos da la fuerza para recorrer nuestra vida con un espíritu invencible y nos impulsa a alcanzar lo imposible.
El amor es la fuerza que Dios deposita en el corazón de todos los seres humanos, a cada uno corresponde decidir vivir como un paladín o un cobarde, como un conquistador o un conformista, como un ser excelente o un mediocre, como un ser lleno de luz o quien permanece por siempre en la oscuridad, el amor hace nacer la fuerza para atrevernos a ser auténticos colaboradores en la grandeza de la creación.
Pregúntate:
Si de verdad amas, ¿Estás luchando con todas tus fuerzas para conquistar lo que deseas?
– El valor para luchar por tus hijos.
– Cuidar de tus padres.
– Conceder el perdón a tu enemigo.
– Pedir humildemente perdón a quien ofendiste.
Pregúntate:
¿Tienes la fuerza para amarte a ti mismo, de convertirte en el ser que estás llamado a ser?
¿Te atreverías a hacer de tu vida una obra magistral digna de las manos que te crearon?
¿Tendrás el valor de ser un auténtico hijo de Dios?
¿Tienes la fuerza del amor?
Disfruta la vida inmensamente, y sé feliz.
Razones de un cambio
Reza el proverbio: No reinventes la rueda. El propósito de nuestra sección de Noticias era ofrecer una lectura cristiana de acontecimientos recientes. Sin que repitan exactamente lo que yo quería, he encontrado propuestas que en otros sentidos rebasan lo que yo podría ofrecer.
Estoy pensando, por ejemplo, en estas ofertas, a las que remito a mis lectores y oyentes:
- La sección de Semana Internacional de Zenit.
- Periodismo Católico
- El Servicio de Observación sobre Internet
- Algunas secciones de Aciprensa
- La sección de actualidad de Arvo.
Eso no significa que no puedan enriquecerse esas opiniones autorizadas con algunas otras, quizá también la mía propia.
Pero se requiere un cambio de orientación. Más que “noticias” estás serán “notas” que se mueven en un espectro más amplio de intereses y campos, con una lectura desde la fe. Podemos decir que entramos así en el ámbito y estilo de un audio-cast católico con pretensiones de periodicidad y sobre todo, de servicio.
4. La Mirada y La Palabra
4.1. Invoqué el Nombre del Señor y puse mi esperanza en Él; y luego escuché.
4.2. ¡Dios nos une! Esta es una sublime verdad que deseo se convierta en tu alegría. Más unidos estamos cuando miramos hacia Él que si pretendiéramos mirar el uno hacia el otro. Por eso hoy te propongo un camino fácil para evitar multitud de pecados: mira primero a Dios y sólo después a tu prójimo.
4.3. Aquí sucede lo mismo que con los mandamientos que Cristo enseñó como fundamento de toda la Ley y los Profetas: primero, amar a Dios sobre todas las cosas, y segundo amar al prójimo como a sí mismo (Mt 22,36-40). Cristo dijo que este segundo mandamiento era “semejante” al primero, pero también lo llamó “segundo”, porque si no está apoyado en el primero, es imposible de cumplir. Pues bien, ya que la mirada sigue al afecto y el afecto a la mirada, lo que Cristo dijo del amor has de aplicarlo a tu modo de ver, y por eso has de mirar primero a Dios y sólo después a las creaturas de Dios.
Continuar leyendo “4. La Mirada y La Palabra”
El Verdadero Halloween
Año Nuevo de los Celtas
El 31 de octubre es el día más importante en el año satánico. Marca el Año Nuevo de los Celtas,antiguo pueblo de Gran Bretaña. En esta fecha terminaba la época de las cosechas. Ellos tenían las siguientes creencias:
– Hasta el 31de octubre reinaba Baal, dios celta de la primavera y el verano.
– Desde el 1º de Noviembre reinaba Sanhaim, el dios de la muerte.
El 31 de octubre de noche, era un intervalo entre los dos reinados. Las barreras entre lo natural y lo sobrenatural dejaban de existir y los muertos aprovechaban para deambular por el mundo de los vivos, a veces interfiriendo violentamente sus asuntos. Por este motivo el festival del 31 de octubre era considerado el “Festival de la Muerte”.
De ahí también los colores de esta festividad: el naranja representa al otoño, y el negro, representa a la muerte. En este día, el dios de los celtas llamaba a los espíritus de los malvados que habían muerto en ese año.
La noche del 31 de Octubre, era una noche de horror para el pueblo celta. Era el momento de los sacrificios humanos.
Hombres, mujeres, ancianos y niños eran llevados a la fuerza y encerrados en grandes cajones de madera y paja.
Allí los sacerdotes les prendían fuego. Luego de estos sacrificios, los sacerdotes tenían una comida de acción de gracias, junto a las cenizas.
El Sacerdote
Antes que nada es un hombre, un hombre que siente, que llora, que tropieza, que ríe y que duerme. Un hombre que busca, que necesita, que pide y que ama. Un hombre.
Dios en Jesucristo, le trastornó la vida. Lo eligió, le mostró su afecto, lo llamó a seguirlo, le entregó un mensaje, le dio una misión y lo conquistó definitivamente.
Por eso, como una locura incomprensible decidió dejar todas las cosas para ir con Él por los caminos.
Abandonadas quedaron en el lago unas barcas y unas redes. Allí quedó una profesión, un estudio, un gran futuro o una gran fortuna. Allí quedó la hacienda, la familia, la patria, la esperanza de una encantadora mujer y unos hijos muy hermosos.
Sólo por EL, para darle a EL más minutos de la vida. Para conversar con ÉL sin interrupción. Para amarlo a ÉL con el corazón entero, para hablar sobre ÉL en cualquier momento.
Y así enamorado locamente, entra en cada casa para entregar una sonrisa, preside una asamblea para dar a Dios las gracias, perdona a un hombre arrepentido, para que pueda encontrar la paz, entrega su consejo sin esperar retribuciones.
Y a los pobres anuncia el Evangelio para que trabajen por su liberación. Su más profunda alegría y su aspiración más auténtica es que el joven o el adulto conozca a Jesús y lo experimente cerca.
Su único deseo es que los hombres se amen con el estilo de su amor. Que no teman. Que vivan. Que sean hombres plenamente. Que reconozcan la compañía cariñosa de un Dios que es y se declara Padre. El sacerdote es un hombre.
Muchos defectos y mediocridad lo limitan. Es débil, es a veces cobarde, ama a medias. Se apasiona. Es verdad. Pero él no fue llamado por su admirable perfección. Dios no lo eligió por el brillo de sus virtudes. Es llamado para ser instrumento, portavoz y transmisor de El.
En su gran debilidad Dios se muestra fuerte. Por eso el sacerdote no se anuncia a sí mismo. Anuncia siempre al que lo envió y a la comunidad que lo prolonga. Es ministro de la Iglesia a la que sirve. Trabaja en comunión.
Se afirma en la oración porque necesita oir a Dios antes de proclamar lo que El dice. Un sacerdote es padre amoroso para todos. Es pastor que da la vida. Es liturgo que celebra el paso de Dios entre nosotros. Es amigo, de los niños y de los enfermos, de los jóvenes y de los pobres, de los que necesitan cariño o compañía.
Y entre lágrimas y gozos ambiciona sólo una cosa: poder decir sinceramente: “Esto es mi cuerpo para que ustedes lo coman” “Esta es la sangre de mi vida, la derramo por ustedes, por cada uno, por todos, con un amor que me desborda”.
Peligros de los distintos mundos
Mientras que tanta gente se goza en minimizar las diferencias entre hombre y mujer yo me gozo en descubrir cómo somos maravillosamente distintos, y cómo esa distinción revela tanto de la belleza y la sabiduría del Creador.
Continuar leyendo “Peligros de los distintos mundos”
Dios no respondía…
Cuentan que una mujer dirigía siempre su oración y nunca era respondida por Dios.
Pidió entonces ayuda a un sabio que habitaba en un convento muy alejado, quien le dijo: – “¿Cómo oras a Dios?”
Ella respondió: – “Señor, este día tengo muchos problemas, muchas dificultades, necesito ayuda y ya no sé que hacer. Te pido que tengas compasión de mí pues mis fuerzas se han agotado. Mi familia no me ayuda y tengo muchos enemigos”.
A lo que el sabio respondió: – “Tu problema radica en algo muy sencillo, cuando oras, debes ver a Dios y no ver tus problemas. Dirigirte a Dios confiando en que Él escucha, y sabiendo que su poder está sobre todas las cosas. De esta forma reconocerás a Dios como centro de tu vida, y entonces tu oración será escuchada. Aún más: Dios escucha intentos, nunca dejes de orar. Haz hecho bien y por eso Dios te ha escuchado.”
¿Saben? A veces Dios se convierte en un pañuelito de lágrimas a quien nos acercamos pero no para que nos libre de nuestros problemas, sino para “quejarnos” y nuestras oraciones decimos de todo, nos quejamos y enojamos, pero casi nunca decimos a Dios que confiamos en que Él conoce nuestros problemas y los puede solucionar.
Cuando Pedro caminaba por el agua, cuenta la Biblia que quitó su mirada de Cristo, y entonces empezó a hundirse. Cada vez que sientas que te hundes, debe volver tus ojos a Jesús, el vendrá a ti, extenderá su mano y entonces te levantará.
Pero no quites tus ojos de El. De la misma forma, tampoco en la oración debes tener a tus problemas como centro, sino a Jesús.
Mensaje de Cuaresma
Yo quiero recibir esta cuaresma como un regalo. Estoy necesitado de fe. Mi alma requiere bálsamo de esperanza. Mi ser entero sabe que fui creado para el amor. Yo quiero que esta cuaresma me traiga fe, esperanza y amor.
Además, necesito ser guiado. No lo sé todo, no lo entiendo todo, no lo puedo todo. En la vida hay muchas trampas y no todas son evidentes. Hay muchas oportunidades y uno no las ve todas. Ya he perdido bastante tiempo y muchas cosas buenas. He sido engañado de muchos modos y también me he engañado a mí mismo. Necesito guía. Necesito alguien que me conozca, que infunda confianza y que me lleve con sabiduría y con firmeza. Creo que no encontraré a nadie mejor que a Jesucristo.
Quiero vivir la cuaresma con Jesucristo. Quiero ir con él, porque a nadie admiro tanto y de nadie aprendo tanto. Quiero que me ayude a conocerme y a superar las cosas que me han hecho daño o con las que he dañado a otras personas. Quiero que él me enseñe también a perdonarme y a tener una mirada de mucha misericordia para conmigo y para con todo ser humano.
Necesito cuaresma. Mi alma necesita una buena cuaresma, llena de luz, de oración, de soledad y a la vez encuentro íntimo con el Señor y con mis hermanos más necesitados.
Necesito Palabra de Vida, Palabra de alimento, Palabra de gracia. Quiero nutrirme bien, desintoxicarme, limpiar la mirada, sentir una brisa de salud y de fuerza nueva que me recorra completamente.
Quiero una buena cuaresma. Quiero llegar con el corazón renovado al misterio grande la Pascua. Quiero poder cantar la alegría de esta pascua como ninguna otra. Quiero derretirme de amor cuando Jesús se da entero. Morir con él y vivir para siempre con él.
Dios, ayúdame. Dame una buena cuaresma, por favor. Prepárame y fortaléceme para que esta cuaresma sea victoria tuya y gloria tuya en mi vida.
Amén.
Nelson Medina, OP
Testimonio de Adhemar Cuéllar
Mi nombre es Adhemar Cuéllar, soy de Bolivia; por gracia de Dios tengo 33 años, quiero contarles lo que el Señor Jesús hizo en mi vida, y estoy seguro de que también puede hacer en sus vidas.
Mi vida de vicios y placeres comenzó a los 14 años cuando tuve mi primera “borrachera” luego de eso me hice adicto al alcohol. Recuerdo que además fumaba un promedio de 20 cigarrillos por día. En fin mi vida era un caos, ya que sufría yo y hacia sufrir a todos mis seres queridos. Para rematar todos mis males, un día se me ocurrió abrir un “extraño” negocio. Armé una tienda donde alquilaba y vendía películas pornográficas; eso sí que ya estaba mas grave. El negocio era muy bueno, ya que los clientes para ver y comprar ese tipo de material abundan. Así transcurría mi vida en medio del vicio del alcohol, el cigarrillo y la pornografía; no tenia tiempo para Dios; es más, no me agradaba la idea de asistir a la Misa, recuerdo que en más de 10 años no fui ni 7 veces a la iglesia.
Continuar leyendo “Testimonio de Adhemar Cuéllar”
Contrición (dolor de los pecados)
Dolor de los pecados es arrepentirse de haber pecado y de haber ofendido a Dios. Arrepentirse de haber hecho una cosa es querer no haberla hecho, comprender que está mal hecha, y dolerse de haberla hecho. El arrepentimiento es un aborrecimiento del pecado cometido; un detestar el pecado.
No basta dolerse de haber pecado por un motivo meramente humano. Por ejemplo, en cuanto que el pecado es una falta de educación (irreverencia a los padres), o en cuanto que es una cosa mal vista (adulterio), o que puede traer consecuencias perjudiciales para la salud (prostitución), etc. El arrepentimiento profundo, que mira la aborrece la ofensa a Dios, precisamente porque Dios ha sido ofendido, y que se propone no volver a ofenderlo, es exactamente la contrición.
No es lo mismo el dolor de una herida -que se siente en el cuerpo- que el dolor de la muerte de una madre -que se siente en el alma-. El arrepentimiento es “dolor del alma”. Pero el dolor de corazón que se requiere para hacer una buena confesión no es necesario que sea sensible realmente, como se siente un gran disgusto. Basta que se tenga un deseo sincero de tenerlo. El arrepentimiento es cuestión de voluntad. Quien diga sinceramente “quisiera no haber cometido tal pecado” tiene verdadero dolor en el alma. Un dolor de amor.
El dolor es lo más importante de la confesión. Es indispensable: sin dolor no hay perdón de los pecados. Por eso es un disparate esperar a que los enfermos estén muy graves para llamar a un sacerdote. Si el enfermo pierde sus facultades, no podrá “arrepentirse”.
El dolor debe tenerse antes de recibir la absolución; su materia son todos los pecados graves que se hayan cometido. Si sólo hay pecados veniales es necesario dolerse al menos de uno, o confesar algún pecado de la vida pasada.
Conocer, Amar y Servir a Dios
Para llegar a gozar de la vida eterna no basta saber que Dios existe, se necesita amarlo y demostrar ese amor con obras, esforzándonos en cumplir la voluntad del Señor.
Recordemos el ejemplo de aquel joven médico que al leer el periódico descubre la foto de una linda chica y su dirección, se decide a escribirle y cortejarla a distancia, enamorándose cada día más.
¿Qué hubiera ocurrido si a nuestro médico en el país lejano no le hubiera llamado la atención la joven de la fotografía? ¿O, si luego de unas pocas cartas, hubiera perdido el interés por ella y cesado la correspondencia? Aquella muchacha no habría significado nada para él a su regreso. Aunque se toparan en la estación a la llegada del tren, su corazón no se sobresaltaría al verla. Su rostro hubiera sido uno más entre la multitud.
Algo parecido sucederá si no empezamos a amar a Dios en esta vida: no hay modo de unirnos a Él en la eternidad. Si nuestro corazón llega a la eternidad sin amor de Dios, la dicha simplemente, no existirá. Como un hombre sin ojos no puede ver la belleza del firmamento estrellado, un hombre sin amor de Dios no puede ver a Dios; entra en la eternidad ciego; No es que Dios diga al pecador impenitente (el pecado no es más que una negativa al amor de Dios): Si no vienes preparado, no quiero que te me acerques. ¡Largo de aquí para siempre! No. El hombre que muere sin amor de Dios, o sea, sin arrepentirse de su pecado, ha hecho su propia elección. Fue él quien, consciente y lúcidamente, rechazó de un manotazo la amante invitación que Dios le ofrecía.
Lo primero será, pues, conocer todo lo que podamos sobre Dios, para poder amarlo, mantener vivo nuestro amor y hacerlo crecer. Volviendo a nuestro imaginario galeno: si ese joven no hubiera visto el periódico donde aparecía la chica, resulta evidente que nunca habría llegado a amarla. No podría haberse enamorado de quien ni siquiera sospechaba su existencia. E incluso, si después de ver su fotografía, el joven no le hubiera escrito y por la correspondencia conocido sus virtudes y su personalidad, la primera chispa de interés nunca a se habría hecho fuego abrasador.
Ésa es la razón por la cual nosotros estudiamos a Dios y lo que Él nos ha dicho de Sí. Ésa es la razón por la cual recibimos clases de catecismo en la infancia y cursos de religión en la juventud y madurez. Por esa razón atendemos a las homilías los domingos y leemos libros y folletos doctrinales, asistimos a círculos de estudio, seminarios y conferencias. Son parte de lo que podríamos llamar nuestra correspondencia con Dios. Son parte de nuestro esfuerzo por conocerlo mejor para que nuestro amor por Él pueda crecer y fructificar.
Pero no basta conocer para amar. Existe un termómetro infalible para medir nuestro amor por alguien, y es hacer lo que agrada a la persona amada, lo que le gustaría que hiciéramos. Volviendo al ejemplo de nuestro mediquillo: si, a la vez que dice amar a su novia y querer casarse con ella, se dedicara a derrochar su tiempo y dinero en prostitutas y borracheras, sería un hipócrita de cuerpo entero. Su amor no sería veraz si no tratara de ser la clase de persona que ella querría que fuese, si no pusiera en práctica las recomendaciones que ella le sugiere en sus cartas.
Análogamente, hay una sola forma de mostrar nuestro amor a Dios, y que consiste en hacer lo que Él quiere que hagamos, siendo la clase de persona que Él dispuso que fuéramos. El amor a Dios no está sólo en los sentimientos. Amar a Dios no significa que nuestro corazón deba dar brincos cada vez que pensamos en Él; eso no es esencial. El amor a Dios reside en la voluntad. No es por lo que sentimos sobre Dios, sino lo que estamos dispuestos a hacer por Él, como probamos nuestro amor a Dios.
Mientras más amemos a Dios aquí, tanto mayor será nuestra dicha en el cielo. Aquel que ama a su prometida sólo un poco, será dichoso al casarse con ella. Pero otro que ame más a la suya será más dichoso que el primero en la consumación de su amor. Del mismo modo, al aumentar nuestro amor a Dios (y nuestra obediencia a su voluntad) aumenta ! nuestra capacidad de ser felices en Dios.
Así, pues, aunque es cierto que cada uno de los que están en el cielo es totalmente dichoso, también es verdad que unos poseen mayor capacidad de dicha que otros. Para utilizar un ejemplo antiguo: un pequeño dedal y un barril pueden estar ambos llenos, pero el barril contiene más agua que el dedal. O también, si cinco individuos contemplan una pintura famosa todos están pasmados ante el cuadro, pero cada uno en grado distinto, dependiendo de su conocimiento y sensibilidad pictóricos.
Todo esto es lo que el catecismo enseña al decir: ¿Para qué te ha creado Dios? a lo que contesta diciendo: Para conocerlo, amarlo y servirlo en esta vida. Esa palabra de en medio, amar, es la palabra clave, la esencial. Pero el amor no se da sin previo conocimiento, pues hay que conocer a Dios para poder amarlo. Y no es amor verdadero el que no se traduce en obras: haciendo lo que al amado le complace.
Antes de terminar, interesa mucho tener en cuenta que Dios no nos deja abandonados a nuestra humana debilidad en este asunto de conocerlo, amarlo y servirlo. No se ha limitado a ponernos un instructivo en las manos y dejar que nos arreglemos con su interpretación lo mejor que podamos. Dios ha enviado a Alguien para que nos dé la fuerza interior y para ilustrar lo que debemos saber en orden a nuestro destino eterno. Dios ha enviado ni más ni menos que a su propio Hijo, el Verbo eterno, que vino a la Tierra para darnos la Vida que hace posible nuestra felicidad sobrenatural, y para enseñarnos el Camino y la Verdad con su palabra y ejemplo.
El Hijo de Dios hecho hombre, Jesucristo Nuestro Señor, subió al cielo el jueves de la Ascensión, y no tenemos ya más entre nosotros su presencia física y visible. Sin embargo, ideó el modo de permanecer aquí hasta el final de los tiempos. Con sus doce Apóstoles como núcleo y base, Jesús se modeló un nuevo tipo de Cuerpo. Es un Cuerpo Místico más que físico por el que permanece en la Tierra. Las células de su Cuerpo son personas en vez de protoplasma. Su cabeza es Jesús mismo, y el alma es el Espíritu Santo. La voz de este Cuerpo es el mismo Cristo, quien nos habla íntimamente para enseñarnos y guiarnos. A este cuerpo, el Cuerpo Místico de Cristo, que continuará la misión salvadora por todos los siglos y en todas las partes, lo llamamos Iglesia. La Iglesia enseña la Verdad y muestra el Camino. Pero la Iglesia también tiene -es el mismo Señor que continúa en Ella- la Vida del Redentor. No sólo nos ayuda desde fuera, como un maestro de la Tierra, sino que nos da la nueva vida, vida de Cristo, para poder unirnos con Él algún día.
