Alfonso Llano Escobar es un jesuita colombiano, algo más que octogenario, especialista en bioética, escritor asiduo del periódico EL TIEMPO de circulación nacional. Teniendo tan alta tribuna, el ilustre sacerdote ha decidido exponer sus opiniones no tanto sobre bioética, de la que poco escribe, sino sobre teología, pastoral o más o menos lo que quiera. Uno de sus últimos escritos lleva un título rotundo, que tiene carácter de testamento: Confesión de Fe en Jesucristo. En su columna, el controvertido jesuita reafirma su postura en temas de los que ya se le ha oído hablar en numerosas ocasiones, incluso en el mismo periódico. También esto apunta a la idea de un sumario de su “credo,” el credo con el que, al parecer, se dispone a vivir su último trecho sobre esta tierra. De hecho, esa columna en particular quiere promover un libro, no de bioética sino de fe católica en general, o sea, de lo que Llano estima que es una fe “crítica.” Su libro de hecho se llama Confesión de fe crítica.
La distinción clave para él es entre la fe de carbonero y la fe crítica, que marcan las dos partes de su obra. Según él, la primera “no presenta ningún problema,” mientras que la segunda aborda temas “candentes.” Tan candentes como la resurrección de Cristo y la virginidad física perpetua de María, la Madre del Señor. Para entrar en aguas que tiene razón para presentir turbulentas, el autor aclara casi de entrada:
La obra fue revisada por dos teólogos, profesores de la Facultad de Teología de la Universidad Javeriana, quienes, después de detenido análisis del texto y charlas con el autor, garantizan que no contiene errores en la fe y que todo lo que allí se dice es defendible hoy día en la Iglesia Católica y puede ayudar a todo católico, abierto al cambio, a crecer en el conocimiento y amor de Jesucristo, y a continuar firme y estable en la Iglesia Católica. El superior religioso le dio su aprobación.
Con mucho, esa es la parte que me resulta más dolorosa. Pero no entremos en mis dolores. No tan pronto.

Cuando estamos haciendo un trabajo sobre el perdón, puede suceder que descubramos en nuestro interior una herida antigua que aún sigue viva, aunque de manera inconsciente. Esta herida es capaz de bloquear nuestro proceso de perdón. Por eso es necesario hacerla consciente y someterla a un proceso de curación. Un sacerdote psicoterapeuta nos propone hacer la siguiente
¡Gloria a Dios! Según
111.2. Las escalas que llevan a las profundas estancias del alma están hechas de palabras. La palabra es el sentido desgranado, así como el tiempo es la vida en sus migajas. Ningún momento será para ti tan bienaventurado como aquel en que oyes al Verbo: con sus palabras te ofrece escalas y caminos para que ingreses en su misterio y al calor de su fuego descanses tu cuerpo peregrino.
Es tanta la importancia del perdón en nuestra vida, que no son necesarios muchos discursos para comprender la imperiosa necesidad que tenemos de él. Con sólo ver el panorama mundial nos damos cuenta de la necesidad del perdón. Nadie está libre de herir, de ofender, de recibir heridas, como resultado de frustraciones, decepciones, problemas, traiciones. Las dificultades ocasionadas por la vida en sociedad aparecen por doquier: conflictos entre los esposos, en las familias, entre las personas divorciadas, entre jefes y empleados en el trabajo, entre amigos, entre vecinos, entre razas, entre naciones. Y todos tienen necesidad de perdonar para restablecer la paz y continuar viviendo juntos en paz. En la celebración de unas bodas de oro preguntaron a la pareja cuál era el secreto de su longevidad conyugal. La esposa respondió: “después de una pelea, nunca nos hemos ido a dormir sin pedirnos mutuamente perdón”.