Ejercicios sobre el perdon, 60

Visualización de un enfado: Ahora haz una pausa de unos dos minutos y piensa en una ocasión en que te hayan hecho enfadar.

¿Cómo te sentías? ¿Cómo te sientes? Si en estos momentos la cólera te invade, toma conciencia de cómo te sientes.

Respira hondo, despacio y adéntrate en tus sentimientos. ¿qué ves debajo de tu rabia? ¿Ves miedo? ¿Tristeza? ¿Inseguridad? ¿Desamparo? ¿Impotencia? ¿Sientes que te han herido o que te han abandonado?

¿Tienes una sensación de desilusión ante expectativas no satisfechas o sueños normalizados?

Mira aún más profundamente. Bajo ese miedo, esa frustración y/o esa tristeza, ¿hay un ruego a alguien de que te preste atención, de que te escuche?

¿Hay una petición, consciente o inconsciente, de respeto, reconocimiento, interés o amor, petición de perdón? Entrégate al Espíritu Santo y pídele que te regale el perdón que necesitas dar a tu hermano. Agradece y adora a la Comunión del Padre el Hijo y el Espíritu Santo.

Paz en la Tierra

La paz en la tierra, profunda aspiración de los hombres en todo tiempo, no se puede establecer ni asegurar si no se guarda íntegramente el orden establecido por Dios.

El progreso de las ciencias y los inventos de la técnica nos manifiestan, ya el maravilloso orden que reina en los seres vivos y en las fuerzas de la naturaleza, ya la excelencia del hombre que descubre este orden y crea los medios aptos para adueñarse de aquellas fuerzas y reducirlas a su servicio.

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148. Cristo Predicador

148.1. Así como no llamas “lluvia” a la caída de una gota de agua, ni es una gota la que sacia la sed del sediento ni la que hacer reverdecer el jardín, así tampoco debes llamar “predicación” a una palabra hermosa y ni siquiera a un buen sermón. Una verdadera predicación es como una lluvia que, llegando a la aridez de este mundo, le hace revivir para Dios. Una frase bonita o una buena plática pueden ser el comienzo de un aguacero de gracias, pero si no van acompañados por esa eficacia que la lluvia tiene en la naturaleza incluso pueden hacer daño. Tú sabes, en efecto, que una media verdad es a veces más peligrosa que una completa mentira.

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147. La Dama Pobreza

147.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

147.2. Tu pobreza se llama fragilidad. La pobreza tiene muchos nombres, tantos cuantos son o pueden ser las carencias del ser humano.

147.3. Así, hay una pobreza que se llama ignorancia, porque la carencia del saber o de la ciencia conveniente hace pobre al hombre y le limita. De otro modo es pobre el que quisiera perdonar y no puede. Su resentimiento es una forma de pobreza, por consiguiente. Hay otro que anhela una salud que no le llega; es pobre en salud, y su enfermedad es también un modo de pobreza. La depresión que se adueña del alma robándole todo sosiego, ¿no es también un modo de durísima pobreza? Y desde luego, hay una pobreza por la que ha de pasar todo ser humano, cuando se vea despojado de todo. Es la pobreza de la muerte.

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