Luces para discernir

Confusionismo. -Supe que vacilaba la rectitud de tu criterio. Y, para que me entendieras, te escribí: el diablo tiene la cara muy fea, y, como sabe tanto, no se expone a que le veamos los cuernos. No va de frente. -Por eso, ¡cuántas veces viene con disfraz de nobleza y hasta de espiritualidad!

Dice el Señor: “Un mandato nuevo os doy: que os améis los unos a los otros. En esto conocerán que sois mis discípulos”. -Y San Pablo: “Llevad unos la carga de los otros, y así cumpliréis la ley de Cristo”. -Yo no te digo nada.

No olvides, hijo, que para ti en la tierra sólo hay un mal, que habrás de temer, y evitar con la gracia divina: el pecado.

Más pensamientos de San Josemaría.

Que son los Laudes o las Laudes?

“La palabra laudes (es decir, alabanzas) explica el carácter particular de este Oficio cuyo fin es alabar a Dios. Obviamente, todas las horas canónicas tienen el mismo objetivo, sin embargo, se puede afirmar que laudes tiene esta característica par excellence…”

Laudes

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Primer millon

Hace unos años fue muy popular una canción de un artista, Bacilos, que decía:

Yo solo quiero pegar en la radio
Para ganar mi primer millon;
Para comprarte una casa grande,
En donde quepa tu corazón.

Este pasado fin de semana hemos llegado a 950.000 reproducciones en mi canal de Youtube. El ritmo de estos últimos días hace pensar, con humildad y fe, que antes de Semana Santa habremos llegado al Primer Millón. Es un momento para darle gracias a Dios. Un momento también para reconocer que esta “Casa para tu Fe Católica” se ha transformado en una “casa grande” que quiere recibir a todos en el corazón.

Hombre y mujer, justa igualdad

“La antropología nos habla de una reciprocidad sexuada: hombre y mujer. Y esto responde al proyecto de Dios: no es debilidad, confusión ni divertimento, sino la voluntad del Señor que con su Palabra creadora así nos creó…”

hombre y mujer

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Bajo el signo de la solidaridad, del respeto y del amor

18 La Iglesia camina junto a toda la humanidad por los senderos de la historia. Vive en el mundo y, sin ser del mundo (cf. Jn 17,14-16), está llamada a servirlo siguiendo su propia e íntima vocación. Esta actitud —que se puede hallar también en el presente documento— está sostenida por la convicción profunda de que para el mundo es importante reconocer a la Iglesia como realidad y fermento de la historia, así como para la Iglesia lo es no ignorar lo mucho que ha recibido de la historia y de la evolución del género humano.[Cf. Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 44: AAS 58 (1966) 1064] El Concilio Vaticano II ha querido dar una elocuente demostración de la solidaridad, del respeto y del amor por la familia humana, instaurando con ella un diálogo « acerca de todos estos problemas, aclarárselos a la luz del Evangelio y poner a disposición del género humano el poder salvador que la Iglesia, conducida por el Espíritu Santo, ha recibido de su Fundador. Es la persona del hombre la que hay que salvar. Es la sociedad humana la que hay que renovar ».[Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 3: AAS 58 (1966) 1026]

19 La Iglesia, signo en la historia del amor de Dios por los hombres y de la vocación de todo el género humano a la unidad en la filiación del único Padre,[Cf. Concilio Vaticano II, Const. dogm. Lumen gentium, 1: AAS 57 (1965) 5] con este documento sobre su doctrina social busca también proponer a todos los hombres un humanismo a la altura del designio de amor de Dios sobre la historia, un humanismo integral y solidario, que pueda animar un nuevo orden social, económico y político, fundado sobre la dignidad y la libertad de toda persona humana, que se actúa en la paz, la justicia y la solidaridad. Este humanismo podrá ser realizado si cada hombre y mujer y sus comunidades saben cultivar en sí mismos las virtudes morales y sociales y difundirlas en la sociedad, «de forma que se conviertan verdaderamente en hombres nuevos y en creadores de una nueva humanidad con el auxilio necesario de la divina gracia».[Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 30: AAS 58 (1966) 1050]

Este Compendio se publica íntegramente, por entregas, aquí.

La Iglesia ha muerto !?

Cuenta un feligrés del pueblo de Allá. “Cuando el nuevo párroco, el Padre Heriberto inició su labor en la Parroquia de Allá, encontraba solamente indiferencia y rechazo. El primero domingo predicó en un templo completamente vacío. El segundo domingo sucedió lo mismo. Y cuando entre semana visitaba a los feligreses, nadie quería escuchar. Le dijeron: “La Iglesia está muerta, tan muerta que no hay posibilidad de revivirla”.

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Papas del siglo XX

“Esta página aspira a ser un espacio de recuerdo, gratitud y memoria. En ellas se hace un rápido e incompleto recuento de los Sumos Pontífices que el Altísimo ha llamado para dirigir su Iglesia en el difícil siglo XX…”

Papas del siglo XX

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Abraham, nuestro padre en la fe

Este título, tomado de una expresión que aparece en la liturgia (cf. Plegaria Eucarística I), indica la importancia de la figura de Abraham no sólo para el pueblo de Israel, sino también para nosotros cristianos.

Después de la llamada «prehistoria bíblica» (Gen 1-11), el capítulo 12 del Génesis marca un nuevo inicio: tras presentar cómo el pecado se difundía produciendo la división de los hombres, el libro del Génesis nos muestra cómo Dios toma la iniciativa de la salvación irrumpiendo en la historia de los hombres, y lo hace eligiendo a un hombre, Abraham, en el cual «serán bendecidas todas las familias de la tierra» (Gen 12, 3).

1.- Trasfondo histórico

Las narraciones sobre Abraham y los patriarcas que nos recoge la Biblia fueron puestas por escrito varios siglos después de los sucesos. Mientras tanto fueron transmitidas oralmente (hay que notar que nos encontramos en una época de cultura oral en que se ejercitaba notablemente la memoria). No podemos pedir a estos textos la exactitud de una crónica (con el paso del tiempo quizá se han añadido detalles pintorescos o imaginativos, se han idealizado personajes…); sin embargo, podemos asegurar que la sustancia que nos transmiten está sólidamente garantizada y que las tradiciones patriarcales están firmemente enraizadas en la historia.

De hecho, se sabe que los nombres usados en la Biblia eran normales en ese período, que las costumbres que nos refieren coinciden con las que conocemos por otros documentos extrabíblicos (y la Biblia los conserva aunque ya no sean los de la época en que se ponen por escrito e incluso algunas resulten escandalosas), que el itinerario recorrido por los patriarcas según la Biblia era el normal en aquel periodo y que sus modos de vida corresponden al de otros muchos clanes de ese tiempo.

Abraham se inserta en las corrientes migratorias de los primeros siglos del 2º milenio a.C. Aunque es difícil precisar mucho, se le suele situar hacia el año 1850 a.C. Abraham es un seminómada que sale de Ur, en Caldea, y se instala en Canaán; pastor de ganado menor, es uno más entre los innumerables jefes de las tribus que emigran buscando pastos para sus ganados. La Biblia no nos cuenta muchos detalles de él que quizá hubieran halagado nuestra curiosidad, sino que se centra en la llamada que Dios le dirigió, en la promesa que le hizo y en su respuesta obediente cumpliendo la misión encomendada.

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