Rostros del amor

“Timor Domini sanctus”. -Santo es el temor de Dios. -Temor que es veneración del hijo para su Padre, nunca temor servil, porque tu Padre-Dios no es un tirano.

Dolor de Amor. -Porque El es bueno. -Porque es tu Amigo, que dio por ti su Vida. -Porque todo lo bueno que tienes es suyo. -Porque le has ofendido tanto… Porque te ha perdonado… ¡El!… ¡¡a ti!! -Llora, hijo mío, de dolor de Amor.

Cuando hayas terminado tu trabajo, haz el de tu hermano, ayudándole, por Cristo, con tal delicadeza y naturalidad que ni el favorecido se dé cuenta de que estás haciendo más de lo que en justicia debes. -¡Esto sí que es fina virtud de hijo de Dios!

Te duelen las faltas de caridad del prójimo para ti. ¿Cuánto dolerán a Dios tus faltas de caridad -de Amor- para El?

Más pensamientos de San Josemaría.

No tantas primaveras, por favor

Se necesitaba un nombre para el surgimiento, hace unos dos años, de una oleada de exitosas protestas en el Norte de África. Ver que el mundo podía superar los oscuros años de Gadaffi, y que Túnez o Egipto podían abrirse a posibilidades nuevas de gobierno fue como dejar atrás un largo invierno, y ver nacer una primavera. De modo explicable se volvió viral la expresión: “primavera árabe.”

floresComo suele suceder, el uso relativamente exitoso de un término conduce a una multitud de usos exagerados o forzados. Pero antes de continuar, nótese que cabe cuestionar qué tan primaveral ha sido la situación en varios de los lugares que han cambiado drásticamente su horizonte social en estos últimos 30 meses. Creo que varios analistas vieron en esas revueltas una expresión unánime y contundente de opción por la democracia, y luego, sobre la base presupuesta de que la democracia tiene que ser un gran bien, se sentaron a esperar a que en el mundo islámico se constituyeran partidos políticos, plataformas de pensamiento y elecciones populares, de modo que se pudiera decir que, ahora sí, esos pueblos han tomado responsablemente las riendas de su propio destino. No fue así. Los hechos están demostrando que parte del daño que un tirano deja en su caída es un país dividido no sólo por facciones sino por verdaderos odios. Y el odio no deja pensar; no admite diálogo; detesta los comicios justos.

Otro problema es que no resulta tan sencillo para un musulmán admitir que su voto, y por consiguiente: su palabra, valga lo mismo que el de un “infiel,” es decir, de un no-musulmán, y eso, por supuesto, incluye a los cristianos. De hecho, la idea de que hay ciudadanos de pleno derecho, y otros que nunca lo serán enteramente, resulta de lo más natural en buena parte del mundo árabe. Si en algunos de esos lugares una mujer no puede legalmente conducir un automóvil, pues ya puedes imaginarte si los cambios de la primavera árabe los harán a ellos muy semejantes a lo que nosotros solemos entender por una vida justa, libre y digna. Caso dramático, por ejemplo, el de Siria, donde no se ve un futuro brillante ni mejor para los cristianos, aunque cayera el régimen de Bashar al-Assad. Todo esto para decir que cantar triunfo, y sobre todo: triunfo “occidental,” en los países árabes es, cuando menos, muy apresurado.

A pesar de estas y otras ambigüedades, el término “primavera” gusta demasiado para ser relegado sin más. Ya algunos hablan de una “primavera vaticana,” aludiendo sin duda a lo se quiere esperar y también exigir a partir del modo “Francisco” de ser Obispo de Roma. En medio de las incertidumbres naturales de una transición, que además ha sido atípica, pueden leerse cosas como esta:

…en Europa viene haciendo camino el concepto Primavera Vaticana que nos es otra cosa que el resurgir o florecer de una iglesia cuyos dos últimos monarcas mantuvieron una tradición medieval. El papa emérito Benedicto XVI pese a lo plausible de su retiro dejo entrever los problemas que se ciernen sobre una iglesia anquilosada que no ha podido incorporar a los jóvenes, que no define y respeta el papel de las mujeres en su institución y en particular que no toma posición ante el sinnúmero de denuncias de abuso sexual soportado en una justicia civil tímida de poca reacción ante delitos cometidos.

Difícil sintetizar el número de mentiras, falsas premisas y medias verdades que trae ese artículo pero ya se ve qué pretenden los que usan el término de marras.

Hans Küng, que a mi entender es quien ha acuñado el “meme,” sintió el deber de ser más explícito en declaraciones anteriores:

La primavera árabe sacudió toda una serie de regímenes autoritarios. Ahora que ha dimitido el papa Benedicto XVI, ¿será posible que ocurra algo similar en la Iglesia católica, una primavera vaticana? Por supuesto, el sistema de la Iglesia católica, más que a Túnez o Egipto, se parece a una monarquía absoluta como Arabia Saudí. En ambos casos, no se han hecho auténticas reformas, sino concesiones sin importancia. En ambos casos, se invoca la tradición para oponerse a la reforma. En Arabia Saudí, la tradición solo se remonta a 200 años atrás; en el caso del papado, a 20 siglos.

Hay varias cosas que tienen en común estas dos llamadas primaveras, la árabe y la vaticana. En primer lugar, en ambos casos se cree que se trata de un avance de la democracia, y que lo democrático sólo puede ser bueno. En segundo lugar, muchos piensan que las redes sociales y los nuevos recursos de comunicación, tipo Internet o SMS, han sido y serán fundamentales en los cambios que vengan. Quizás con esa esperanza algunos abrieron una página en inglés sobre la Primavera Vaticana, la cual, a estas horas (finales del Viernes Santo) cuenta con la impresionante presencia y respaldo de… 52 personas. Permítaseme algo de ironía, pues el subtítulo de la tal página se traduce así: “Movimiento global para presionar al Papa Francisco y a la Iglesia Católica hacia acciones decisivas con respecto a la crisis por el abuso sexual de menores.”

floresLo que más me llama la atención es esa confianza ilimitada en los movimientos populares y en aquello que surja de la base, potenciado quizás por los medios de comunicación de la tecnología contemporánea. Esta gente de las primaveras de verdad cree que el poder de decisión y de acción reside en el pueblo. Y exactamente ese es el error bíblico, teológico e histórico fundamental. La Iglesia no nace del pueblo. No es entonces fruto de una transferencia parcial de poder al modo que el gobierno en una república civil recibe del constituyente primero, es decir, del pueblo la delegación para ejercer unas funciones legislativas, judiciales o ejecutivas.

Así que, por favor, no tantas primaveras. Bien nos basta con la primavera de eterna y bendita luz que resplandece en el Cuerpo del Resucitado.

No pudo la muerte

No pudo la muerte,
no pudo vencer:
¡venció el Nazareno,
venció Cristo Rey!

1. Los clavos y espinas,
la cruz y la hiel,
son claras señales
que no hay que esconder.

2. La Sangre abundante
que cubre su piel,
invita con fuerza
a confiar y a creer.

3. Que nadie se espante
por ver padecer
al que hizo portentos
librando a Israel.

4. Jesús es su Nombre
nacido en Belén,
humilde, obediente,
creció en Nazareth.

5. Llegada la hora
fue a Jerusalén
su muerte ha vencido
a la muerte también.

6. Hoy canta “¡Aleluya!”
aquel que tiene fe
y hoy responde el Cielo:
“¡Aleluya, amén!”

Durante la era de hielo

Durante la era glacial, muchos animales morían por causa del frío.

Los puercos espín, percibiendo esta situación, acordaron vivir en grupos, así se daban abrigo y se protegían mutuamente.

Pero las espinas de cada uno herían a los vecinos más próximos, justamente a aquellos que le brindaban calor. Y, por eso, se separaban unos de otros.

Nueva vez volvieron a sentir frío y tuvieron que tomar una decisión: o desaparecían de la faz de la tierra o aceptaban las espinas de sus vecinos. Con sabiduría, decidieron volver y vivir juntos.

Aprendieron así a vivir con la pequeñas heridas que una relación muy cercana les podía ocasionar, porque lo que realmente era importante era el calor del otro. Sobrevivieron.

La mejor relación no es aquella que une personas perfectas, es aquella donde cada uno acepta los defectos del otro y consigue perdón por los suyos propios.

La plenitud de los tiempos

La plenitud de los tiempos

Todas las grandes intervenciones de Dios en la antigua alianza estaban orientadas a la intervención definitiva y plena de Dios, hacia «aquel que había de venir» hacia el Mesías que establecería el Reino de Dios en el mundo. Este momento -la plenitud de los tiempos- aconteció cuando «Dios envió a su Hijo nacido de una mujer» (Gál. 4,4-5).

De hecho, el Antiguo Testamento es una preparación y todo en él anuncia a Cristo y confluye en Cristo. Él es el centro del plan de Dios (Ef. 1,3-19; 3,1-12). Con él han llegado los «últimos tiempos» (Heb. 1,2), el «tiempo de la salvación» (2Cor. 6,2). Con su muerte se realiza la victoria de Dios sobre el mal y sobre Satanás (Jn. 12,31; 16,11). En Él Dios realiza la alianza nueva y eterna (Mc. 14,22-23). Con Él se abre el paraíso, tanto tiempo cerrado (Lc. 23,42-43). Por Él se nos da el Espíritu, que transforma el hombre dándole la nueva vida y realizando la nueva creación (Jn. 19,30-34; 20,22; 3,5; 7,37-39). Él es el centro de la historia, “el Principio y el Fin”, “el Alfa y la Omega” (Ap. 22,13). Él es “el mismo ayer, hoy y siempre” (Heb. 13,8), “el que era y es y viene” (Ap. 1,8), continúa presente en su Iglesia y «no se nos ha dado otro nombre en el que podamos ser salvos» (Hech. 4,12).

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