¿Hasta dónde debe uno dar la vida?

Buenas, Fray. Hablando con una amiga afirmaba que todo el que da la vida por sus amigos como dice el Señor es ético y cristiano; ella lo decía literalmente y me puso un ejemplo de un señor que donaba su corazón, estando bien de salud, a otra persona y ella decía que estaba bien, yo decía que no se puede uno quitar la vida por otro, así salve la de otro porque el único que puede disponer de nuestras vidas es Dios. Por favor ¿nos aclaras qué piensa el catolicismo sobre esto? Dios te guarde. –M. C.

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Una de las preguntas morales más difíciles es esta: ¿En qué circunstancias es lícito disponer de la propia vida? Una primera luz está en el número 2280 del Catecismo: “Cada cual es responsable de su vida delante de Dios que se la ha dado. Él sigue siendo su soberano Dueño. Nosotros estamos obligados a recibirla con gratitud y a conservarla para su honor y para la salvación de nuestras almas. Somos administradores y no propietarios de la vida que Dios nos ha confiado. No disponemos de ella.”

Dejando eso bien claro, se ve que hay coyunturas en que dar la vida no sólo no sería reprobable sino meritorio. Pensemos en los héroes de guerra, o en los mártires de la fe. En tales casos, evidentemente excepcionales, queda claro que un bien mayor, por ejemplo, el bien común de un pueblo, o el deseo de dar gloria a Dios mismo como único Señor, puede justificar la entrega de la propia vida.

No se ve en cambio, haciendo abstracción de otros motivos concurrentes, cómo se puede determinar con certeza que una vida es más valiosa que otra. Un par de ejemplos pueden ayudar a entender la cuestión.

San Maximiliano dio su vida por una persona, un prisionero de guerra como él, estando ambos en un campo de concentración de los nazis. Pero el desarrollo de los hechos mostró que no se trataba simplemente de cambiar una muerte por otra: San Maximiliano se entregó al servicio pastoral de los condenados a muerte, y con sus virtudes de inmenso heroísmo mostró verdaderamente el rostro de Jesús, el Buen Samaritano. Aunque uno pueda pensar que se trataba solamente de dar una vida por otra vida, en realidad los motivos del Santo franciscano iban más allá.

Una compasión parecida puede uno encontrar en el caso de aquella pareja que se vio en el horrible trance de un accidente ferroviario, viajando en compañía de su hija paralítica. No soportando el ver que su hija muriese ahogada, hicieron un esfuerzo supremo por mantenerla a flote, y por ello tuvieron que pagar el precio de su propio ahogamiento. Pero también en este caso se ve que hay un motivo especial de misericordia hacia los más desvalidos, de modo que la asfixia final de esos papás no es simplemente un intercambio de una muerte por otra, sino que es una señal de amor paterno con una dimensión notable de compasión.

Lo que en cambio no parece tener justificación es que una persona se haga matar para que otra persona viva, sin que haya un testimonio adicional o un bien notable, objetivo y mayor. Un escolta puede hacerse matar por proteger a un personaje que por su relevancia pública encarna en cierto sentido un bien mayor para la sociedad pero el caso general de una persona simplemente decidiendo morir en lugar de otra simplemente choca con el hecho, ya expuesto a partir del Catecismo: no somos dueños absolutos de la vida.

En resumen: aunque hay circunstancias que pueden avalar que alguien se inmole por otra persona debe haber razones suplementarias, notables, bien discernidas, objetivamente comprobables, que hagan de tal acto un modo de hacer posible un bien mayor, o de dar gloria y alabanza a Dios de un modo más pleno. Si tales circunstancias no se dan con esa claridad, parecería que estamos más ante un suicidio que ante un acto de amor.

El Cardenal Burke visita Barcelona

“El señor Cardenal Raymond Leo Burke viajará a Barcelona para visitar a los Jóvenes de San José y la labor apostólica que están realizando con los más necesitados. El cardenal llegará a Barcelona el día 23 de mayo y permanecerá con nosotros hasta el día 25 de mayo…”

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El sentido y lugar de las Constituciones en las Comunidades Religiosas

[Conferencia para las Hermanas Dominicas de la Inmaculada, en su Capítulo Provincial de Mayo de 2014.]

¿Qué son?

* Las Constituciones son documentos que nos hablan de la historia, esto es, orígenes y raíces de lo que somos como comunidad. Son archivos muchas veces centenarios de experiencias en las que seres humanos reales nos hablan.

* Son escritos que a la vez presentan un ideal, la vocación, y la humilde realidad de nuestra humanidad, en forma de previsiones específicas de comportamiento.

* En las Constituciones hay teología y testimonio; espiritualidad e inspiración; y sobre todo: guía firme para los momentos inciertos.

Ley y Espíritu

* Es verdad que el cristiano “no está bajo la Ley” pero también es verdad que a menudo el cristiano no vive a la altura de los dones recibidos.

* En tales circunstancias, las Constituciones son defensa contra la mediocridad; examen de conciencia; prevención contra el prevaricato y la inquina; protección contra la idolatría de la moda; y defensa contra el absolutismo del poder.

Actitudes sanas

* Aprecio cordial; estudio: inicial y continuado; que nuestra vida les haga “eco” y que ellas sean plataforma para la misión y la evangelización.

Saber estar donde estás

Eres, entre los tuyos -alma de apóstol-, la piedra caída en el lago. -Produce, con tu ejemplo y tu palabra un primer círculo… y éste, otro… y otro, y otro… Cada vez más ancho. ¿Comprendes ahora la grandeza de tu misión?

¿Brillar como una estrella…, ansia de altura y de lumbre encendida en el cielo? Mejor: quemar, como una antorcha, escondido, pegando tu fuego a todo lo que tocas. -Este es tu apostolado: para eso estás en la tierra.

Servir de altavoz al enemigo es una idiotez soberana; y, si el enemigo es enemigo de Dios, es un gran pecado. -Por eso, en el terreno profesional, nunca alabaré la ciencia de quien se sirve de ella como cátedra para atacar a la Iglesia.

¡Galopar, galopar!… ¡Hacer, hacer!… Fiebre, locura de moverse… Maravillosos edificios materiales… Espiritualmente: tablas de cajón, percalinas, cartones repintados… ¡galopar!, ¡hacer! -Y mucha gente corriendo: ir y venir. Es que trabajan con vistas al momento de ahora: “están” siempre “en presente”. -Tú… has de ver las cosas con ojos de eternidad, “teniendo en presente” el final y el pasado… Quietud. -Paz. -Vida intensa dentro de ti.

Más pensamientos de San Josemaría.