Convéncete: cuando se trabaja por Dios, no hay dificultades que no se puedan superar, ni desalientos que hagan abandonar la tarea, ni fracasos dignos de este nombre, por infructuosos que aparezcan los resultados.
¡Serenidad!, ¡audacia! Desbarata con esas virtudes la quinta columna de los tibios, de los asustados, de los traidores.
No te lanzas a trabajar en esa empresa sobrenatural, porque -así lo dices tú- tienes miedo a no saber agradar, a hacer una gestión desafortunada. -Si pensaras más en Dios, esas sinrazones desaparecerían.
A veces considero que unos pocos enemigos de Dios y de su Iglesia viven del miedo de muchos buenos, y me lleno de vergüenza.
“La crisis que aún perdura en economía y en política, y lo que nos queda -ya siento decirlo-,es consecuencia de algo que viene de antes, de cuando se pensaba que estamos en este mundo para enriquecernos y pronto, para disfrutar y “pasarlo bien”, sin sufrimiento…”
“El papa Francisco afirmó que asesinar en nombre de Dios es una “aberración”, pero insistió en que “la libertad de expresión” no da derecho a “insultar” la religión del prójimo…”
Catalina, hija de la Providencia de Dios Padre,
enséñanos a descubrir en Él nuestro fundamento inconmovible
y a vivir con alegre gratitud la certeza de ser sus hijos amados.
Catalina, esposa fidelísima del Verbo Encarnado,
enséñanos a escuchar su voz con fe y amor,
para conocernos más y más como Dios nos conoce
y para reconocerle a Él como Señor de nuestras vidas.
Catalina, madre de una grande y bella Familia Espiritual,
acógenos como fruto de tu poderosísima plegaria;
recíbenos como discípulos en la escucha de tu sabia doctrina,
abrázanos como a hijos que en ti confían;
enséñanos a ser hermanos, diversos pero unidos:
partícipes de un mismo Fuego de Amor en Cristo,
ágiles en el servicio a la Santa Iglesia,
limpios en la intención, el corazón, las palabras y las obras.
Catalina, mujer y milagro del Espíritu Santo,
audaz y prudente, generosa y penitente,
pura y fecunda, humilde y ya bienaventurada,
pide de Dios para nosotros:
misericordia, que cubra nuestro pasado,
sabiduría que ilumine nuestro presente,
y gloria celeste, que sea nuestro futuro,
a los pies del Cordero Degollado y Victorioso,
junto a María, la Virgen Santísima,
y cerca de ti para siempre.
Nadie se acercó a ti sin volverse mejor;
irradia, pues, tu bondad sobre nosotros,
y haz con tu oración que la gracia dé su fruto en nuestras vidas
en el tiempo y para toda la eternidad.