San Carlos Borromeo comprendió que un consagrado puede hacer un gran bien o un gran mal según cómo viva su entrega al Evangelio, y que la santidad del clero era clave para el bien del pueblo de Dios.
En el primer misterio glorioso contemplamos la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.
En el segundo misterio glorioso contemplamos la Ascensión de Cristo a los Cielos.
En el tercer misterio glorioso contemplamos el día de Pentecostés: la efusión del Espíritu Santo da nacimiento a la Iglesia.
En el cuarto misterio glorioso contemplamos la santidad de la Iglesia, especialmente visible en sus mártires, ya desde los primeros tiempos.
En el quinto misterio glorioso contemplamos la Asunción de la Virgen María y el poder singular de su intercesión por la Iglesia que peregrina.
En el sexto misterio glorioso contemplamos la segunda venida de Cristo, y que de su Reinado han de participar para siempre la Virgen María y todos los santos.
En el séptimo misterio glorioso contemplamos que la muerte misma morirá, y que Dios será todo en todos.
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Hoy, especialmente en oración, unimos la muerte de todos los fieles difuntos con la muerte de Cristo, para que la vida victoriosa de Nuestro Señor también se haga realidad en ellos.