LA GRACIA del Sábado 3 de Agosto de 2019

La autodeterminación de los pueblos es ajena a la Biblia. Dios es el dueño de los pueblos, de las personas, de los corazones. No cambies al Señor por otros señores y por otros poderes.

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365 días para la Biblia – Día 336

Fr. Nelson Medina, O.P. lee contigo el texto completo de la Sagrada Escritura – Día 336 de 365

Ezequiel 38–39
Eclesiástico 35
Apocalipsis 4

Lo que se ha publicado de esta serie de lectura de la Biblia.

Formación católica todos los días: amigos@fraynelson.com

Predicación y más oración: https://fraynelson.com/blog

Seguimos el texto publicado en la página web del Vaticano.

Una preciosa perspectiva sobre SER MAMÁ

Las mujeres a lo largo de nuestra vida vivimos varias transformaciones que nos renuevan, nos permiten renacer, crear y crecer.

Pero la maternidad, es la transformación más grande que se produce a nivel físico, emocional y mental en el cuerpo de una mujer.

Cuando estamos gestando en nuestro útero la vida de un nuevo ser, sin darnos cuenta, estamos creándonos a nosotras mismas como madres.

En cada fase, una parte de nosotras muere para renacer una nueva mujer, más creativa, más amorosa, más intuitiva, más sensible…

Estas cualidades nos permiten caminar a través de la maternidad con más fuerza, seguridad y poder, más conectadas con nuestro cuerpo, nuestro bebé y con la naturaleza mamífera del ser humano,…

Este proceso transformador y maravilloso, pone patas arriba nuestra vida. En el momento en el que nos pensamos madres, incluso antes de haber concebido a nuestro bebé, muchas mujeres sienten un resurgir de lo más profundo de nuestro inconsciente, emociones a las que quizá no sabemos ni poner nombre y que en otras ocasiones nos cuesta mirar de frente porque nos inquietan o molestan.

Nuestro cuerpo, nuestro ser, se convierte en un huracán de emociones, alegría, miedo, inseguridad, tristeza, duda, angustia, amor,…

Todas tienen cabida en nuestro cuerpo de mujer, porque todas forman parte de nuestras vidas y vienen a contarnos algo que debemos saber antes de que llegue nuestro bebé.

Atender esas emociones es necesario para que la transformación se transite con calma y nos prepare de forma agradable y placentera para la llegada de nuestro hij@.

La sociedad actual, con sus prisas, el ruido mental incesante y la deshumanización que arrasa en todos los ámbitos de la vida, ha provocado que muchas mujeres vivan la maternidad con prisas, angustia, malestar, sin escuchar sus emociones, sin disfrutar del proceso grandioso que es dar vida.

Es importante tomar conciencia, que todo lo que la madre vive en su embarazo, parto y crianza, también es vivido por el bebé. Por este motivo, es necesario cuidar este momento sagrado, que marcará de alguna manera tanto la vida de la mamá como la del bebé.

Hay muchas cosas que deberían cambiar para que se genere el bienestar necesario en torno a la llegada al mundo de un nuevo ser, tanto a nivel laboral, como social y también sanitario,…

Pero las mujeres NO podemos dejar en manos de otras personas, ni nuestras vidas, ni la de nuestros hijos.

La maternidad nos ofrece la oportunidad de reconciliarnos y conectar con nuestro cuerpo, que será el primer hogar de nuestro bebé.

También nos permite escuchar y cuidar a la niña que llevamos dentro para que sus miedos no interfieran en la crianza de nuestras hijas e hijos.

Pero la gran transformación que nos permite transitar la maternidad, es la oportunidad de AMARNOS, RESPETARNOS y CUIDARNOS como DADORAS DE VIDA.

[Tomado de un escrito de Miriam Toledo]

ROSARIO de las Semanas 20190801

#RosarioFrayNelson para el Jueves:
Contemplamos los Misterios de la vida pública del Señor

Usamos esta versión de las oraciones.

  1. En el primer misterio de la vida pública contemplamos a Jesús, que es bautizado por Juan en el Jordán y recibe la unción del Espíritu Santo.
  2. En el segundo misterio de la vida pública contemplamos que el diablo tienta a Jesús en el desierto pero al final tiene que retirarse derrotado.
  3. En el tercer misterio de la vida pública contemplamos las bodas en Caná de Galilea, donde Cristo dio su primera señal como Mesías.
  4. En el cuarto misterio de la vida pública contemplamos a Jesús, que predica la Buena Nueva a los pobres.
  5. En el quinto misterio de la vida pública contemplamos a Jesús, que llama a algunos discípulos para que estén con él y sean sus apóstoles.
  6. En el sexto misterio de la vida pública contemplamos la transfiguración del Señor, verdadero anuncio de su pasión y de su pascua.
  7. En el séptimo misterio de la vida pública contemplamos la institución de la Eucaristía y el mandamiento de amar como Jesús nos ha amado.

[REPRODUCCIÓN PERMITIDA – Este es un ejercicio privado de devoción “ad experimentum” en proceso de aprobación oficial. Puede divulgarse en las redes sociales, blogs, emisoras de radio, y otros medios siempre que al mismo tiempo se haga la presente advertencia.]

Una visión crítica del informe del Gran Jurado de Pensilvania

“Al analizar la evolución de los casos de abusos a lo largo de ese periodo de setenta años, se ve que comienzan en la década de los 40 y van creciendo gradualmente, desde unos pocos al año a unos 15 anuales en los 60 y a casi 30 en los años 70. Después de alcanzar un máximo de 58 en 1980, empiezan a caer rápidamente desde inicios de los 90 y llegan a ser menos de cinco al año desde 2000…”

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Una página sombría: La esclavitud de negros en América

La esclavitud de negros en América

Aunque hubo algunos momentos de vacilaciones, como hemos visto, la actitud antiesclavista de la Iglesia y la Corona en relación a los indios fue firme y clara. En cambio, la importación de esclavos negros a las Indias constituyó un problema moral y legal diferente. Si su presencia, más o menos difundida por toda Europa, no suscitaba problemas de conciencia, tampoco se veían dificultades morales para permitir su paso a América, donde estuvieron presentes desde el primer momento, aunque en modalidades muy diferentes, que ahora simplificaremos en tres tipos.

1. Esclavos-conquistadores. Los negros esclavos fueron casi siempre compañeros de aventura de los descubridores y conquistadores -Ovando, Cortés, Pizarro, Núñez Cabeza de Vaca, etc.-, desempeñando a veces funciones relevantes. En las Instrucciones dadas en 1501 por los Reyes Católicos al gobernador Nicolás de Ovando, se prohibía el paso a las Indias de judíos y moros, pero se autorizaba el ingreso de negros esclavos, con tal de que fuesen nacidos en poder de cristianos.

El historiador chileno Rolando Mellafe hace notar que estos esclavos «se sentían también conquistadores, y de hecho lo eran», y «muchos de ellos obtuvieron su libertad por este hecho, otros alcanzaron a adquirir hasta la jerarquía de conquistadores y pudieron a su vez poseer esclavos» (La esclavitud… 25), con los que no solían ser demasiado clementes. Muy pronto las leyes de la Corona hubieron de proteger a los indios de posibles abusos de los negros. En todo caso, «la aceptación social de estos esclavos llegó hasta el matrimonio de conquistadores o hijos de ellos con esclavas mulatas y negras, y de negros con hijas mestizas de conquistadores. De este modo, estos grupos, que podríamos llamar esclavos-conquistadores, se enriquecieron a través de granjerías económicas, encomiendas de indios, etc., y pasaron a constituir puntos troncales importantes de la aristocracia señorial indiana, y se diferenciaron claramente de los demás esclavos negros, que después llegaron en forma masiva, como mano de obra» (26).

2. Esclavos-criados. Por otra parte, «permisos para pasar a las Indias con un número de esclavos que fluctuaba entre tres y ocho se les dio a casi todos los funcionarios nombrados por el Consejo [de Indias] en el siglo XVI: virreyes, gobernadores, oidores, contadores, fundidores, así como a las dignidades eclesiásticas y hasta los simples párrocos» (22). Estos negros de que hablamos ahora venían a ser criados, hombres a veces de mucha confianza de sus señores. El arzobispado de Sevilla, por ejemplo, tenía un gran número de estos esclavos, y también los tenían en las Indias los religiosos, a veces en gran número, como los jesuitas.

Cuando el obispo Mogrovejo parte en 1580 para Lima con veintidós familiares y colaboradores, «iban también por especial licencia real seis fieles criados de raza negra. En bien de estos servidores hizo don Toribio dos solicitudes al Rey antes de partir: una para el uso de «armas ordinarias dobladas»; otra, para que en el Perú se les concediesen «tierras y solares en que puedan labrar y edificar». A ambas accedió el Monarca» (Rodríguez Valencia I,154). Dando a los esclavos buen trato, no había escrúpulo de conciencia en tenerlos. San Martín de Porres, por ejemplo, con un donativo que recibió, «compró un negro para el lavadero del convento». Y San Pedro Claver tuvo en Cartagena esclavos negros a su servicio como intérpretes.

3. Esclavos-mano de obra. Otra muy distinta, y mucho más dura, fue la situación de los negros llevados a las Indias, y en primer lugar a las Antillas, como mano de obra. Estas Islas fueron a los comienzos la base fundamental de los descubrimientos y conquistas, de tal modo que los indígenas antillanos, poco numerosos y primitivos, se vieron obligados a trabajos enormes y urgentes, siendo así que, a diferencia de los indios de los grandes imperios de México o del Perú, ellos no estaban habituados de ningún modo al trabajo organizado y persistente.

Esfuerzos tan agotadores, unidos a las epidemias y a la violencia de los comienzos anárquicos, acabaron prácticamente en las Islas con lo población india. Y fue preciso entonces pensar en la importación de negros africanos, que viniesen a complementar, y en muchos casos a sustituir, la mano de obra indígena. Los negros, en efecto, resistían las epidemias de origen europeo, pues pertenecían al mismo medio endémico, y poco a poco, a requerimiento de funcionarios y pobladores, fueron trayéndose a todas las zonas de las Indias hispanas, aunque en proporciones muy diversas.


El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.