El Papa confirma al Cardenal Sarah como Prefecto de Culto Divino

“El cardenal Robert Sarah, Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, ha sido confirmado en su cargo por el Papa Francisco, según las fuentes de la agencia I.MEDIA. El prelado, designado para este cargo por el Pontífice argentino el 23 de noviembre de 2014, cumplió 75 años, la edad canónica de jubilación, el pasado 15 de junio de 2020…”

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Los Museos Vaticanos se preparan para reabrir al público

“Los Museos Vaticanos se preparan para reabrir gradualmente al público tras el cierre de sus puertas desde el pasado 9 de marzo ocasionado por la pandemia del coronavirus, Covid-19. Así lo informó el Secretario General de la Gobernación del Vaticano, Mons. Fernando Vérgez Alzaga, en una entrevista concedida a Vatican News…”

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Uno prefiere la honestidad, ¿no es cierto?

Con todo esto de la Pachamama en el Vaticano he visto la gran capacidad de algunos para estirar las palabras y las razones tratando de justificar, como sea, lo sucedido.

Supongo que hay gente que cree que si uno critica algo que involucra claramente al Papa está faltando al amor y fidelidad que son debidos a la Iglesia, a la fe y a la persona misma del Sucesor de Pedro. No van por ese lado mis observaciones.

De hecho, yo oro por el Papa todos los días. En muchas de mis predicaciones, y ante los más diversos auditorios, pondero muchas cosas buenas que creo que ha hecho y dicho. Ahí está mi canal de Youtube para atestiguarlo.

Pero el Papa mismo reconoce que se equivoca, que necesita confesarse–como todos, y repite con frecuencia que es importante que recemos por él. No veo entonces por qué hay que tratar, a toda costa, de justificar el uso que se hizo de aquel ídolo.

Además, la multiplicación de justificaciones sirve para el propósito contrario: cuando cada semana te cambian de pastilla para tu tratamiento es que ninguna realmente sirve. Han dicho que esto de los ídolos es “acoger” a los indígenas; o más bien es “inculturar” la fe; hubo un monseñor que dijo que, en realidad, aunque usaran esas figuras, ellos están adorando al único Dios; y por supuesto, otros defensores de esta causa perdida han hablado también de lo consabido: la apertura, la tolerancia, la mente amplia. El extremo del cinismo está en aquel que dijo: “Y si hubiera sido un acto pagano, tampoco pasaba nada.” Son muchas “pastillas” tratando de ocultar lo inocultable: jamás debió suceder lo que sucedió, y lo único lógico en este momento son los actos de desagravio, reparación y humildad.

Además, siempre está a la mano la solución más sencilla: se señalan los errores, se reconocen los errores, uno se arrepiente de los errores, luego se corrigen los errores, y en la medida de lo posible no se repiten. Ya está. No es complicado.

Tomás, el apóstol, reconoció su error.

Pedro, el apóstol, reconoció su error.

Pablo, el apóstol, reconoció su error.

María Magdalena reconoció su error.

Es así de simple. Llevar ídolos a una iglesia no está bien. Es sacrílego. Es ofensa contra el Primer y más importante de los Mandamientos. Postrarse ante la inculturación no está bien. No pierdan fuerza tratando más de justificarlo. No hurguen en sus mentes buscando qué calificativo dar a los que han dicho y a los que decimos que no está bien. Llamarnos dinosaurios, inquisidores, derechistas, hambrientos de poder, no cambia que Dios fue desobedecido gravemente y ofendido públicamente.

¿Por qué entonces hay que retorcer las palabras, imaginarse que la gente no se da cuenta de las cosas, y tratar de hacer pasar por aceptable lo que no lo es?

El camino de los apóstoles: denunciar, reconocer, arrepentirse, corregirse, es el de siempre.

Y funciona.

El Sínodo de la Amazonía

Varios lectores nos han preguntado de manera equivalente: ¿Por qué hay tanta desconfianza o resistencia frente al próximo Sínodo de la Amazonía, en algunos sectores de la Iglesia?

* * *

Ante todo: este no es un tema de “sectores” ni de conveniencias o tendencias políticas. Una reiente entrevista con el Cardenal Müller ayuda a entender qué está sucediendo y por qué hay razones de preocupación.

1. Sobre el método del Instrumentum Laboris (IL)

Nadie puede cuestionar la buena voluntad de quienes están involucrados en la preparación y aplicación del sínodo (panamazónico) y su deseo de hacer lo mejor posible para animar la fe católica entre los habitantes de esta extensa región de paisaje fascinante.

La región amazónica representa para la Iglesia y para el mundo «un pars pro toto, un paradigma, una esperanza para el mundo» (IL 37). Ya esta asignación de su tarea demuestra la idea de un desarrollo «integral» de todos los hombres en la única casa que es la Tierra, de la que la Iglesia se declara ser responsable. Esta idea la encontramos repetidamente en el Instrumentum Laboris (IL). El propio texto está dividido en tres partes: 1) La voz de la Amazonía; 2) Ecología integral: el clamor de la tierra y de los pobres; 3) Iglesia profética en la Amazonía: desafíos y esperanzas. Estas tres partes están construidas según el esquema que también utiliza la Teología de la Liberación: ver la situación – juzgar a la luz de los Evangelios – actuar para establecer mejores condiciones de vida.

2. Ambigüedad en la definición de los términos y los objetivos

Como suele suceder con textos que han sido escritos por un grupo de trabajo, siempre hay equipos de personas que tienen un modo de pensar similar, en los que cada uno trabaja una porción, lo que da como resultado algunas redundancias tediosas. Si se eliminaran todas las repeticiones, el texto quedaría fácilmente reducido a la mitad, incluso menos.

Sin embargo, el problema principal no es la extrema longitud del texto, sino el hecho de que no se aclara el significado de los términos clave, que son utilizados de manera ambigua: ¿qué es un camino sinodal, qué es desarrollo integral, qué significa una Iglesia samaritana, sinodal y abierta, o una Iglesia de apertura, la Iglesia de los pobres, la Iglesia del Amazonas, etc.? ¿Es esta Iglesia distinta al Pueblo de Dios, o hay que considerarla meramente como la jerarquía del papa y los obispos, o es parte de ella, o está en el lado opuesto al pueblo? ¿Es el Pueblo de Dios un término sociológico o teológico? ¿O no es, más bien, la comunidad de los fieles que, junto a sus pastores, están en peregrinación hacia la vida eterna? ¿Son los obispos los que tiene que oír el clamor del pueblo, o es Dios el que, tal como hizo con Moisés durante la esclavitud de Israel en Egipto, les dice ahora a los sucesores de los apóstoles que guíen a los fieles fuera del pecado y de la maldad del naturalismo e inmanentismo secular hacia la Palabra de Dios y los Sacramentos de la Iglesia?

3. Cambio en la hermenéutica

¿Ha sido entregada la Iglesia de Cristo por su Fundador, como si se tratara de una materia prima, en las manos de los obispos y los papas para que estos, iluminados ahora por el Espíritu Santo, la reconstruyan haciendo de ella un instrumento actualizado con fines más bien seculares?

La estructura del texto presenta un giro radical en la hermenéutica de la teología católica. La relación entre Sagrada Escritura y Tradición Apostólica por un lado, y el Magisterio de la Iglesia por otro, ha sido determinado clásicamente de tal modo que la Revelación está plenamente contenida en la Sagrada Escritura y la Tradición, mientras que es tarea del Magisterio -unido al sentido de la fe de todo el pueblo de Dios- interpretarla de manera auténtica e infalible. Así, la Sagrada Escritura y la Tradición son los principios constitutivos del conocimiento para la profesión católica de fe y su reflejo teológico-académico. El Magisterio, por su parte, es meramente activo de una manera interpretativa y reguladora (Dei Verbum 8-10; 24).

En el caso del IL, sin embargo, la visión es exactamente la opuesta. Toda la línea de pensamiento se vuelve autorreferencial y circula en torno a los últimos documentos del Magisterio del papa Francisco, con algunas pocas referencias a Juan Pablo II y Benedicto XVI. Se cita muy poco la Sagrada Escritura y casi nada a los Padres de la Iglesia, sólo de manera ilustrativa y con el fin de apoyar convicciones ya preexistentes por otras razones. Tal vez se quiere así mostrar una especial lealtad al papa, o tal vez se cree que es posible evitar los desafíos del trabajo teológico cuando se hacen constantes referencias a palabras clave muy conocidas, y a menudo repetidas, que los autores llaman, de una manera bastante vulgar, «el mantra de Francisco» (IL 25). Este elogio es llevado a un extremo cuando los autores añaden, después de afirmar que «el sujeto activo de la inculturación son los mismos pueblos indígenas» (IL 122), esta extraña formulación, a saber: «Como ha afirmado el papa Francisco ‘la gracia supone la cultura’». Como si hubiera sido él quien ha descubierto este principio, que es en realidad un principio fundamental de la propia Iglesia católica. En el original, la Gracia supone la Naturaleza, del mismo modo que la Fe supone la Razón (cfr. santo Tomás de Aquino, S. Th. I q.1 a.8).

Además de confundir los roles del Magisterio por un lado, y de la Sagrada Escritura por el otro, el IL llega al punto de afirmar que hay nuevas fuentes de la Revelación. El IL 19 afirma: «Además, podemos decir que la Amazonía -u otro espacio territorial indígena o comunitario- no es solo un ubi (un espacio geográfico), sino que también es un quid, es decir, un lugar de sentido para la fe o la experiencia de Dios en la historia. El territorio es un lugar teológico desde donde se vive la fe, es también una fuente peculiar de revelación de Dios. Esos espacios son lugares epifánicos en donde se manifiesta la reserva de vida y de sabiduría para el planeta, una vida y sabiduría que hablan de Dios». Si aquí se declara que un cierto territorio es «una fuente secular de revelación de Dios», entonces tenemos que afirmar que es una enseñanza falsa, puesto que durante dos mil años la Iglesia católica ha enseñado de manera infalible que la Sagrada Escritura y la Tradición Apostólica son las únicas fuentes de la Revelación y que no se puede añadir ninguna otra Revelación a lo largo de la historia. Como afirma Dei Verbum, «no hay que esperar ya ninguna revelación pública» (4). La Sagrada Escritura y la Tradición son las únicas fuentes de la Revelación, tal como explica Dei Verbum en el n. 7: «Por consiguiente, esta sagrada tradición y la Sagrada Escritura de ambos Testamentos son como un espejo en que la Iglesia peregrina en la tierra contempla a Dios, de quien todo lo recibe, hasta que le sea concedido el verbo cara a cara». «La Sagrada Tradición, pues, y la Sagrada Escritura constituyen un solo depósito sagrado de la palabra de Dios, confiado a la Iglesia» (Dei Verbum 10).

Además de estas desconcertantes afirmaciones y referencias, la organización Red Eclesial Panamazónica (REPAM) -a la que se le encargó la preparación del IL, para la cual fue fundada en 2014-, así como los autores de la llamada Teologia india, normalmente se citan mutuamente.

Es una sociedad cerrada de personas con el mismo punto de vista sobre el mundo, tal como se puede observar fácilmente en la lista de nombres de los encuentros pre-sinodales que tuvieron lugar en Washington y en Roma, que contiene un número desproporcionadamente alto de europeos de habla alemana.

Ellos son inmunes a objeciones serias porque éstas pueden estar basadas sólo en un doctrinarismo y dogmatismo monolítico, o en un ritualismo (IL 38; 110; 138), así como en un clericalismo que es incapaz de dialogar (IL 110), y en el rígido modo de pensar de los fariseos y en el orgullo de la razón de los escribas. Razonar con estas personas sería una pérdida de tiempo y un esfuerzo vano.

No todos ellos tiene experiencia con Sudamérica y están presentes sólo porque siguen la línea oficial y controlan los temas del proceso sinodal que han emprendido la Conferencia Episcopal alemana y el Comité Central de los católicos alemanes (abolición del celibato, acceso de las mujeres al sacerdocio y a posiciones cruciales contra el clericalismo y fundamentalismo, adaptar la moral sexual revelada a la ideología de género y aceptación de las prácticas homosexuales).

Yo he estado sirviendo en el campo pastoral y teológico en Perú y otros países durante quince años consecutivos, cada 2 a 3 meses. Estaba principalmente en parroquias y seminarios sudamericanos, por lo que mi juicio no tiene una mera perspectiva eurocéntrica, tal como algunos quisieran reprocharme.

Todos los católicos estarán de acuerdo con una importante intención del IL, a saber: que los pueblos de la Amazonía no sigan siendo objeto del colonialismo y el neocolonialismo, sujetos a fuerzas que sólo piensan en el provecho y el poder, a costa de la felicidad y la dignidad de los demás. Está claro para la Iglesia, la sociedad y el Estado que la gente que vive allí -sobre todo nuestros hermanos y hermanas católicos-, son iguales y libres en sus vidas y trabajos, su fe y su moral, y esta es nuestra responsabilidad común ante Dios. Pero, ¿cómo se puede lograr?

4. El punto de partida es la Revelación de Dios en Jesucristo

Sin duda, la proclamación del Evangelio es un diálogo, que corresponde a la Palabra (Logos) de Dios dirigida a nosotros y nuestra respuesta en el don libre de la obediencia a la fe (Dei Verbum 5). Porque la misión viene de Cristo, el Dios-Hombre y porque Él pasó Su Misión desde el Padre a Sus Apóstoles, las alternativas del enfoque dogmático «desde arriba» hacia el enfoque pedagógico-pastoral «desde abajo» no tienen sentido, salvo que se rechace el «principio divino-humano del caso pastoral» (Franz Xaver Arnold).

Pero el hombre es el destinatario del mandato misionero universal de Jesús (Mateo 28, 19), «el mediador universal y único de la salvación entre Dios y toda la humanidad» (Juan 14, 6; Hechos 4, 12; 1 Tim 2, 4 ss.) y el hombre puede reflexionar, con la ayuda de la razón, sobre el sentido de la vida entre el nacimiento y la muerte, y su vida está golpeada por las crisis existenciales de la existencia humana, y pone su esperanza en la vida y en la muerte, en Dios, el origen y la meta de todo ser.

Una cosmovisión con sus mitos y el mágico ritual de la Madre «Naturaleza», o de sus sacrificios a los «dioses» y espíritus que nos causan un gran temor, o que nos seducen con falsas promesas, no pueden ser un enfoque adecuado para la venida del Dios Trino en Su Palabra y en Su Espíritu Santo. Mucho menos puede ser un enfoque basado en un punto de vista científico-positivista de una burguesía progresista que acepta el cristianismo como una cómoda reliquia de valores morales y ritos civiles-religiosos.

Seamos serios, ¿Acaso en la formación de los futuros pastores y teólogos debe sustituirse el conocimiento de la filosofía clásica y moderna, de los Padres de la Iglesia, de la teología moderna y de los concilios por la cosmovisión amazónica y la sabiduría de los antepasados con sus mitos y rituales?

Si la expresión «cosmovisión» significa sólo que todas las cosas creadas son interdependientes, es un tema. Debido a la sustancial unión del cuerpo y el alma, el hombre está en el crucero del entramado del espíritu y la materia. Pero la contemplación del cosmos es sólo la ocasión para glorificar a Dios y su grandioso trabajo en la naturaleza y la historia. El cosmos, sin embargo, no tiene que ser adorado como Dios; sólo el Creador debe serlo. No nos arrodillamos ante el enorme poder de la naturaleza y ante «los reinos del mundo y su gloria» (Mateo 4, 8), sino sólo ante Dios: «Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto» (Mateo 4, 10). Es así como Dios rechazó al seductor diabólico en el desierto.

5. La diferencia entre la Encarnación de la Palabra y la inculturación como vía de evangelización

La «teología indígena y la ecoteología» (IL 98) son una invención de los románticos sociales. La teología es el entendimiento (intellectus fidei) de la Revelación de Dios en Su Palabra en la Profesión de Fe de la Iglesia, y no una nueva y continua mezcla de sentimientos del mundo y de puntos de vista del mundo o de constelaciones religioso-morales del sentimiento cósmico panteísta, la mezcla de los sentimientos del propio yo con los del mundo (hen kai pan). Nuestro mundo natural es la creación de un Dios Personal. La fe en el sentido cristiano es, por tanto, el reconocimiento de Dios en Su Palabra Eterna que se hizo Carne: es la iluminación del Espíritu Santo para que reconozcamos a Dios en Cristo. Con la fe, se nos comunican las virtudes sobrenaturales de la esperanza y la caridad. Esta es la manera como nos comprendemos a nosotros mismos como hijos de Dios, quien, a través de Cristo, llama a Dios en el Espíritu Santo, Abba, Padre (Rom 8, 15). Ponemos nuestra confianza en Él, y Él nos convierte en sus hijos, libres del miedo a las fuerzas elementales del mundo y a las apariciones demoníacas, dioses y espíritus, que con malicia nos esperan en el carácter impredecible de las fuerzas materiales del mundo.

La Encarnación es un hecho único en la historia que Dios determinó libremente con Su deseo universal de salvación. No es una inculturación, y la inculturación de la Iglesia no es una encarnación (IL 7;19;29;108). No fue Ireneo de Lyon, en su V libro sobre Adversus haereses (IL 113), sino Gregorio Nacianceno el que formuló el principio: «quod non est assumptum non est sanatum – lo que no es asumido no es redimido» (Ep. 101, 32). Lo que significa la plenitud de la naturaleza humana contra lo afirmado por Apolinario de Laodicea (315-390), que pensaba que el Logos en la Encarnación sólo asumía una naturaleza, sin alma humana. Por esta razón la siguiente frase es totalmente incomprensible: «La diversidad cultural reclama una encarnación más real para asumir diversos modos de vida y culturas». (IL 113)

La Encarnación no es el principio de una adaptación cultural de segundo orden, sino el principio principal de la salvación concreta en la «Iglesia como sacramento de salvación del mundo en Cristo» (Lumen Gentium 1, 48), en la profesión de fe de la Iglesia, en sus siete sacramentos y en su episcopado con el papa a la cabeza, en sucesión apostólica.

Los ritos secundarios de las tradiciones de los pueblos pueden ayudar a insertar la cultura de los sacramentos, que son los medios de salvación establecidos por Cristo. Sin embargo, no pueden ser independientes porque, por ejemplo, de pronto costumbres matrimoniales pueden convertirse en más importantes que el “Sí”, constitutivo del Sacramento del matrimonio. Los signos sacramentales, instituidos por Cristo y los apóstoles (símbolos verbales y materiales) no pueden cambiarse a cualquier precio. El bautismo es administrado de manera válida sólo si es en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, y con agua natural. Y en la Eucaristía no se puede reemplazar con comida local el pan hecho de trigo y el vino hecho con uva. Hacerlo no sería inculturación, sino una inadmisible interferencia con el deseo de Jesús como fundamento y también sería destruir la unidad de la Iglesia en su nodo sacramental.

Cuando la inculturación se refiere a la celebración externa secundaria del culto divino y no a los sacramentos -que son ex opere operato, a través de la presencia viva de Cristo, el fundamento y el verdadero dador de Gracia en estos signos sacramentales-, entonces la siguiente frase es escandalosa, o como mínimo, irrespetuosa: «Sin esta inculturación la liturgia puede reducirse a una ‘pieza de museo’ o ‘una posesión de pocos’». (IL 124)

Dios no sólo está en todas partes y presente de igual manera en todas las religiones, como si la Encarnación fuera meramente un fenómeno típico del Mediterráneo. De hecho, Dios como Creador del mundo está presente como un todo y en cada corazón humano individualmente (Hechos 17, 27 y sig.), incluso si los ojos del hombre están frecuentemente cegados por el pecado, y sus oídos están sordos al Amor de Dios. Pero Él viene por medio de la Revelación de sí mismo en la historia de Su pueblo elegido, Israel, y viene a nosotros en su Palabra Encarnada y en el Espíritu que infundió en nuestros corazones. Esta comunicación de sí mismo que hace Dios como gracia y vida de cada hombre se expande en el mundo mediante la proclamación de la Iglesia de su vida y su celebración, es decir, mediante la misión en el mundo según el mandato universal que recibió de Cristo.

Sin embargo, Él se anticipa y trabaja con la ayuda de la Gracia en los corazones de los hombres que aún no le conocen expresamente y por Su nombre, por lo que, cuando oyen hablar de Él en la proclamación apostólica, pueden identificarle como el Señor Jesús, en el Espíritu Santo (1 Cor 12, 3).

6. El criterio de discernimiento: la comunicación histórica de Dios en Jesucristo

Ausente en el IL es un testimonio claro de la comunicación de Dios en el verbum incarnatum, de la sacramentalidad de la Iglesia, de los sacramentos como medio objetivo de la Gracia en lugar de simples símbolos autorreferenciales, del carácter sobrenatural de la Gracia, por lo que la integridad del hombre no consiste sólo en la unidad con una bio-naturaleza, sino en la Filiación Divina y en la comunión llena de gracia con el Espíritu Santo y, por lo tanto, en el hecho de que la vida eterna es el premio por la conversión a Dios, la reconciliación con Él, y no sólo con el medio ambiente y el mundo que compartimos.

No se puede reducir el desarrollo integral sólo a proveer recursos materiales. Porque el hombre recibe su nueva integridad sólo mediante la perfección en la Gracia; en el Bautismo, por el que nos convertimos en nuevas criaturas y en hijos de Dios, y un día en la Visión Beatífica en la comunidad con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y en comunión con Sus santos (1 Juan 1, 3; 3, 1 y sig.).

En lugar de presentar un enfoque ambiguo con una religiosidad vaga y un intento inútil de convertir al cristianismo en una ciencia de la salvación al convertir en sagrados al cosmos y la biodiversidad de la naturaleza y la ecología, tenemos que mirar al centro y origen de nuestra fe: «Dispuso Dios en su sabiduría revelarse a Sí mismo y dar a conocer el misterio de su voluntad, mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen consortes de la naturaleza divina» (Dei Verbum 2).

(Traducción de ACI Prensa)

ONU: La Santa Sede reafirma su posición sobre “salud sexual” y “género”

“En lo referente al “género”, continuó, “la Santa Sede entiende que el término debe basarse en la identidad y la diferencia sexual biológica”. “En cuanto a los conceptos de ‘normas de género’ y ‘estereotipos de género’, Mons. Jurkovic señaló que la Santa Sede no reconoce la idea según la cual el género se construye socialmente, sino que se encuentra en la identidad objetiva de la persona humana en tanto que nace hombre o mujer”…”

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¿Por qué el Vaticano tiene “secretos”?

Padre Medina: Ha salido bastante en las noticias el tema de la apertura de los archivos secretos del Vaticano en lo que concierne al papa Pío XII y su verdadero papel en el tiempo de la segunda Guerra Mundial. Yo, como laico de a pie, me pregunto para qué necesita “secretos” la Iglesia si no es para alimentar la desconfianza o por lo menos la curiosidad morbosa en el común de la gente. ¿O hay algo que no estoy viendo? Gracias por su apostolado en Internet. — J.K.L.

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La idea central es que los Archivos “Secretos” se refieren a la correspondencia y otros documentos privados. ¿Es razonable pensar que todo lo que un gerente, o un gobernador, o un líder de movimiento político ha dicho y escrito pase a ser de dominio público inmediatamente termina su oficio? Algo así sucede aquí. El portal católico Aciprensa lo explica bastante bien:

Los Papas conservan los escritos que se refieren al ejercicio de la actividad de sus predecesores en un lugar que al principio se llamaba Scrinium Sanctae Romanae Ecclesiae y que con el tiempo llegaría a llamarse Archivo Secreto Vaticano.

Con la multiplicación de las oficinas vaticanas crecieron los archivos y los documentos más valiosos se comenzaron a colocar en el Castillo S. Angelo a partir del siglo XV. En él se conservan documentos a partir del pontificado de Inocencio III.

El Archivo Vaticano “sirve primeramente al Romano Pontífice y a su curia, es decir a la Santa Sede”, afirma el motu proprio de León XIII del 10 de mayo de 1844.

Actualmente, en el Archivo Secreto Vaticano se encuentran, además de los documentos descritos, los archivos de la Rota Romana, de distintas Congregaciones, de algunas nunciaturas apostólicas, entre otros.

Afirmar la dignidad de la mujer es afirmar también el don de la maternidad

“En una declaración a los Delegados de la Comisión sobre el Estatus de la Mujer durante un evento sobre la dignidad humana de las mujeres y niñas rurales, el Observador Permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas, Arzobispo Bernardito Auza, recordó que el trabajo en afirmar la dignidad de la mujer pasa también por el reconocimiento de la feminidad y la maternidad…”

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En Navidad, el Papa propone criterios de renovación

Son principalmente doce: individualidad; pastoralidad; misionariedad; racionalidad; funcionalidad; modernidad; sobriedad; subsidiariedad; sinodalidad; catolicidad; profesionalidad; gradualidad.

1- Individualidad (Conversión personal)

Vuelvo a reiterar la importancia de la conversión individual, sin la cual sería inútil cualquier cambio en las estructuras. El alma de la reforma son los hombres a los que va dirigida y la hacen posible. En efecto, la conversión personal sostiene y fortalece a la comunitaria.

Hay un fuerte vínculo de intercambio entre la actitud personal y la comunitaria. Una sola persona es capaz de hacer tanto bien a todo el cuerpo, pero también podría dañarlo y enfermarlo. Y un cuerpo sano es el que sabe recuperar, acoger, fortalecer, sanar y santificar a sus propios miembros.

2- Pastoralidad (Conversión pastoral)

Recordando la imagen del pastor (cf. Ez 34,16; Jn 10,1-21) y siendo la Curia una comunidad de servicio, «nos hace bien también a nosotros, llamados a ser Pastores en la Iglesia, dejar que el rostro de Dios Buen Pastor nos ilumine, nos purifique, nos transforme y nos restituya plenamente renovados a nuestra misión. Que también en nuestros ambientes de trabajo podamos sentir, cultivar y practicar un fuerte sentido pastoral, sobre todo hacia las personas con las que nos encontramos todos los días. Que nadie se sienta ignorado o maltratado, sino que cada uno pueda experimentar, sobre todo aquí, el cuidado atento del Buen Pastor»[19]. Detrás de los papeles hay personas.

El compromiso de todo el personal de la Curia ha de estar animado por una pastoralidad y una espiritualidad de servicio y de comunión, ya que este es el antídoto contra el veneno de la vana ambición y de la rivalidad engañosa. En este sentido el Beato Paolo VI advirtió. «Que la Curia Romana no sea, por tanto, una burocracia, como injustificadamente algunos la juzgan; pretenciosa y apática, sólo canonista y ritualista, una palestra de escondidas ambiciones y de sordos antagonismos como otros la acusan, sino una verdadera comunidad de fe y de caridad, de oración y de acción; de hermanos y de hijos del Papa, que lo hacen todo, cada cual respetando la competencia ajena y con sentido de colaboración, para ayudarle en su servicio a los hermanos e hijos de la Iglesia universal y de toda la tierra»[20].

3. Misionariedad [21](Cristocrentrismo)

Es la finalidad principal de todos los servicios eclesiásticos, es decir, llevar la buena nueva a todos los confines de la tierra[22], como nos recuerda el magisterio conciliar, porque «hay estructuras eclesiales que pueden llegar a condicionar un dinamismo evangelizador; igualmente las buenas estructuras sirven cuando hay una vida que las anima, las sostiene y las juzga. Sin vida nueva y auténtico espíritu evangélico, sin “fidelidad de la Iglesia a la propia vocación”, cualquier estructura nueva se corrompe en poco tiempo»[23].

4. Racionalidad

Basado en el principio de que todos los Dicasterios son jurídicamente iguales entre sí, se veía la necesidad de una racionalización de los organismos de la Curia Romana[24], para poner de relieve que cada Dicasterio tiene sus propias competencias. Dichas competencias deben ser respetadas y, también, distribuidas de forma racional, eficaz y eficiente. Ningún Dicasterio se puede atribuir la competencia de otro Dicasterio, según lo establecido por el derecho, y por otro lado todos los Dicasterios hacen referencia directa al Papa.

5. Funcionalidad

La eventual fusión de dos o más Dicasterios competentes en materias análogas o estrechamente relacionadas en un único Dicasterio sirve, por un lado, para dar al mismo Dicasterio mayor relevancia (incluso externa); por otro lado, la contigüidad e interacción de entidades individuales dentro de un único Dicasterio ayuda a tener una mayor funcionalidad (por ejemplo, los dos nuevos Dicasterios de reciente institución)[25].

La funcionalidad requiere también la revisión continua de las funciones y de la relevancia de las competencias y de la responsabilidad del personal y, por lo tanto, la realización de traslados, incorporaciones, interrupciones e incluso promociones.

6. Modernidad ?(Actualización)

Es la capacidad de saber leer y escuchar los «signos de los tiempos». En este sentido: «proveemos con prontitud a que los Dicasterios de la Curia Romana se acomoden a las situaciones de nuestro tiempo y se adapten a las necesidades de la Iglesia universal»[26]. Esto fue solicitado por el Concilio Vaticano II: «Los Dicasterios de la Curia Romana sean reorganizados según las necesidades de los tiempos y con una mejor adaptación a las regiones y a los ritos, sobre todo en cuanto al número, nombre, competencia, modo de proceder y coordinación de trabajos»[27].

7. Sobriedad

En esta perspectiva es necesaria una simplificación y agilización de la Curia: la unión o fusión de Dicasterios según las materias de competencia y la simplificación interna de algunos Dicasterios; la eventual supresión de Departamentos que ya no responden más a las necesidades contingentes. La inclusión en los Dicasterios o reducción de comisiones, academias, comités, etc., todo con vistas a la indispensable sobriedad necesaria para un testimonio más correcto y auténtico.

8. Subsidiaridad

Reorganización de competencias específicas de los distintos Dicasterios, trasladándolas, si es necesario, de un Dicasterio a otro, para lograr autonomía, coordinación y subsidiariedad en las competencias y más interrelación en el servicio.

En este sentido, también es necesario respetar los principios de subsidiariedad y racionalidad en la relación con la Secretaría de Estado y dentro de la misma —entre sus diferentes competencias— para que en el ejercicio de sus funciones sea la ayuda más directa e inmediata del Papa[28]; además, para una mejor coordinación de los distintos sectores de los Dicasterios y de los Departamentos de la Curia. La Secretaría de Estado llevará a cabo esta importante función, precisamente mediante la unidad, la interdependencia y la coordinación de sus secciones y diferentes sectores.

9. Sinodalidad

El trabajo de la Curia tiene que ser sinodal: reuniones periódicas de los Jefes de Dicasterio, presididas por el Romano Pontífice[29]; audiencias de trabajo con regularidad de los Jefes de Dicasterio; reuniones interdicasteriales habituales. La reducción del número de Dicasterios permitirá encuentros más frecuentes y sistemáticos de cada uno de los Prefectos con el Papa, y eficaces reuniones de los Jefes de los Dicasterios, que no pueden ser tales cuando se trata de un grupo tan grande.

La sinodalidad[30] también debe vivirse dentro de cada Dicasterio, dando especial importancia al Congreso y, al menos, mayor frecuencia a la Sesión ordinaria. Dentro de cada Dicasterio se debe evitar la fragmentación que puede ser causada por varios factores, como la proliferación de sectores especializados, que pueden tender a ser autoreferenciales. La coordinación entre ellos debería ser tarea del Secretario, o del Subsecretario.

10.Catolicidad

Entre los colaboradores, además de sacerdotes y personas consagradas, la Curia debe reflejar la catolicidad de la Iglesia a través de la contratación de personal proveniente de todo el mundo, de diáconos permanentes y fieles laicos y laicas, cuya selección debe hacerse cuidadosamente sobre la base de una vida espiritual y moral ejemplar, y de su competencia profesional. Es oportuno proporcionar el acceso a un mayor número de fieles laicos, sobre todo en aquellos Dicasterios en los que pueden ser más competentes que los clérigos o los consagrados. De gran importancia es también la valorización del papel de la mujer y de los laicos en la vida de la Iglesia, y su integración en puestos de responsabilidad en los dicasterios, con particular atención al multiculturalismo.

11.Profesionalidad

Es esencial que cada Dicasterio adopte una política de formación permanente del personal, para evitar el anquilosamiento y la caída en la rutina del funcionalismo.

Por otra parte, es esencial archivar definitivamente la práctica del promoveatur ut amoveatur. Esto es un cáncer.

12.Gradualidad (discernimiento)

La gradualidad es el resultado del indispensable discernimiento que implica un proceso histórico, plazo de tiempo y de etapas, verificación, correcciones, pruebas, aprobaciones ad experimentum. En estos casos, por lo tanto, no se trata de indecisión sino de flexibilidad necesaria para lograr una verdadera reforma.