Palabras de sabiduría sobre el combate espiritual

Parece que hay calma. Pero el enemigo de Dios no duerme… -¡También el Corazón de Jesús vela! Esa es mi esperanza.

¡Gracias Señor, porque -al permitir la tentación- nos das también la hermosura y la fortaleza de tu gracia, para que seamos vencedores! ¡Gracias, Señor, por las tentaciones, que permites para que seamos humildes!

No se puede llevar una vida limpia sin la ayuda divina. Dios quiere nuestra humildad, quiere que le pidamos su ayuda, a través de nuestra Madre y Madre suya. Tienes que decir a la Virgen, ahora mismo, en la soledad acompañada de tu corazón, hablando sin ruido de palabras: Madre mía, este pobre corazón mío se rebela algunas veces… Pero si tú me ayudas… -Y te ayudará, para que lo guardes limpio y sigas por el camino a que Dios te ha llamado: la Virgen te facilitará siempre el cumplimiento de la Voluntad de Dios.

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Dos palabras para ponerte en movimiento

Reza seguro con el Salmista: “¡Señor, Tú eres mi refugio y mi fortaleza, confío en Ti!” Te garantizo que El te preservará de las insidias del “demonio meridiano” -en las tentaciones y… ¡en las caídas!-, cuando la edad y las virtudes tendrían que ser maduras, cuando deberías saber de memoria que sólo El es la Fortaleza.

¿Tú piensas que en la vida se agradece un servicio prestado de mala gana? Evidentemente, no. Y hasta se llega a concluir: sería mejor que no lo hiciera. -¿Y tú consideras que puedes servir a Dios con mala cara? ¡No! -Has de servirle con alegría, a pesar de tus miserias, que ya las quitaremos con la ayuda divina.

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Actos sencillos de amor a Jesús

Siempre que entro en el oratorio, le digo al Señor -he vuelto a ser niño- que le quiero más que nadie.

Si aquellos hombres, por un trozo de pan -aun cuando el milagro de la multiplicación sea muy grande-, se entusiasman y te aclaman, ¿qué deberemos hacer nosotros por los muchos dones que nos has concedido, y especialmente porque te nos entregas sin reserva en la Eucaristía?

Asoma muchas veces la cabeza al oratorio, para decirle a Jesús: …me abandono en tus brazos. -Deja a sus pies lo que tienes: ¡tus miserias! -De este modo, a pesar de la turbamulta de cosas que llevas detrás de ti, nunca me perderás la paz.

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Sobre el Corazón de Cristo y su amor por nosotros

Mi Señor Jesús tiene un Corazón más sensible que todos los corazones de todos los hombres buenos juntos. Si un hombre bueno (medianamente bueno) sabe que una determinada persona le quiere, sin esperar satisfacción o premio alguno (ama por amar); y conoce también que esta persona sólo desea que él no se oponga a ser amado, aunque sea de lejos…, no tardará en corresponder a un amor tan desinteresado. -Si el Amado es tan poderoso que lo puede todo, estoy seguro de que, además de terminar por rendirse ante el amor fiel de la criatura (a pesar de las miserias de esa pobre alma), dará al amante la hermosura, la ciencia, y el poder sobrehumanos que sean precisos, para que los ojos de Jesús no se manchen, al fijarse en el pobre corazón que le adora. -Niño, ama: ama y espera.

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Sin oración, nada

El sistema, el método, el procedimiento, la única manera de que tengamos vida -abundante y fecunda en frutos sobrenaturales- es seguir el consejo del Espíritu Santo, que nos llega a través de los Hechos de los Apóstoles: «omnes erant perseverantes unanimiter in oratione» -todos perseveraban unánimemente en la oración. -Sin oración, ¡nada!

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Todo tiempo es tiempo de gracia

Cualquier momento es propicio para hacer un propósito eficaz, para decir creo, para decir espero, para decir amo.

Aprende a alabar al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Aprende a tener una especial devoción a la Santísima Trinidad: creo en Dios Padre, creo en Dios Hijo, creo en Dios Espíritu Santo; espero en Dios Padre, espero en Dios Hijo, espero en Dios Espíritu Santo; amo a Dios Padre, amo a Dios Hijo, amo a Dios Espíritu Santo. Creo, espero y amo a la Trinidad Beatísima. -Hace falta esta devoción como un ejercicio sobrenatural del alma, que se traduce en actos del corazón, aunque no siempre se vierta en palabras.

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Dos resoluciones para hoy

Te pide Jesús oración… Lo ves claro. -Sin embargo, ¡qué falta de correspondencia! Te cuesta mucho todo: eres como el niño que tiene pereza de aprender a andar. Pero en tu caso, no es sólo pereza. Es también miedo, falta de generosidad.

Repite con frecuencia: Jesús, si alguna vez se insinúa en mi alma la duda entre lo que Tú me pides o seguir otras ambiciones nobles, te digo desde ahora que prefiero tu camino, cueste lo que cueste. ¡No me dejes!

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La sobrenaturalidad de cada día

Ojalá sepas cumplir ese propósito que te has fijado: “morir un poco a mí mismo, cada día”.

La alegría, el optimismo sobrenatural y humano, son compatibles con el cansancio físico, con el dolor, con las lágrimas -porque tenemos corazón-, con las dificultades en nuestra vida interior o en la tarea apostólica. El, «perfectus Deus, perfectus Homo» -perfecto Dios y perfecto Hombre-, que tenía toda la felicidad del Cielo, quiso experimentar la fatiga y el cansancio, el llanto y el dolor…, para que entendamos que ser sobrenaturales supone ser muy humanos.

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¿Y si llega el cansancio?

Quiero prevenirte ante una dificultad que quizá puede presentarse: la tentación del cansancio, del desaliento. -¿No está fresco aún el recuerdo de una vida -la tuya- sin rumbo, sin meta, sin salero, que la luz de Dios y tu entrega han encauzado y llenado de alegría? -No cambies tontamente esto por aquello.

Si notas que no puedes, por el motivo que sea, dile, abandonándote en El: ¡Señor, confío en Ti, me abandono en Ti, pero ayuda mi debilidad! Y lleno de confianza, repítele: mírame, Jesús, soy un trapo sucio; la experiencia de mi vida es tan triste, no merezco ser hijo tuyo. Díselo…; y díselo muchas veces. -No tardarás en oír su voz: «ne timeas!» -¡no temas!; o también: «surge et ambula!» -¡levántate y anda!

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Un santo nos enseña qué es la caridad en la vida cotidiana

Practica una caridad alegre, dulce y recia, humana y sobrenatural; caridad afectuosa, que sepa acoger a todos con una sincera sonrisa habitual; que sepa comprender las ideas y los sentimientos de los demás. -Así, suavemente y fuertemente, sin ceder en la conducta personal ni en la doctrina, la caridad de Cristo -bien vivida- te dará el espíritu de conquista: tendrás cada día más hambre de trabajo por las almas.

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Combatir y avanzar en el camino de la fe

Cuando en tu lucha diaria, compuesta ordinariamente de muchos pocos, hay deseos y realidades de agradar a Dios de continuo, te lo aseguro: ¡nada se pierde!

Piensa, porque es así: ¡qué bueno es el Señor, que me ha buscado, que me ha hecho conocer este camino santo para ser eficaz, para amar a las criaturas todas y darles la paz y la alegría! -Este pensamiento ha de concretarse luego en propósitos.

Sabes que no te faltará la gracia de Dios, porque te ha escogido desde la eternidad. Y, si te ha tratado así, te concederá todos los auxilios, para que le seas fiel, como hijo suyo. -Camina, pues, con seguridad.

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Estás rodeado de poderosos intercesores

Aquella mañana -para superar la sombra de pesimismo que te asaltaba- también insististe, como haces a diario…, pero te “metiste” más con tu Angel. Le echaste piropos y le dijiste que te enseñara a amar a Jesús, siquiera, siquiera, como le ama él… Y quedaste [de nuevo en paz].

A tu Madre María, a San José, a tu Ángel Custodio… ruégales que hablen al Señor, diciéndole lo que, por tu torpeza, tú no sabes expresar.

Llénate de seguridad: nosotros tenemos por Madre a la Madre de Dios, la Santísima Virgen María, Reina del Cielo y del Mundo.

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Asombro eucarístico

Agiganta tu fe en la Sagrada Eucaristía. -¡Pásmate ante esa realidad inefable!: tenemos a Dios con nosotros, podemos recibirle cada día y, si queremos, hablamos íntimamente con El, como se habla con el amigo, como se habla con el hermano, como se habla con el padre, como se habla con el Amor.

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¡Hijos de Dios!

Al traerte a la Iglesia, el Señor ha puesto en tu alma un sello indeleble, por medio del Bautismo: eres hijo de Dios. -No lo olvides.

Dale muchas gracias a Jesús, porque por El, con El y en El, tú te puedes llamar hijo de Dios.

Si nos sentimos hijos predilectos de nuestro Padre de los Cielos, ¡que eso somos!, ¿cómo no vamos a estar alegres siempre? -Piénsalo.

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¿Un secreto? Orar

Dios está contigo. En tu alma en gracia habita la Trinidad Beatísima. -Por eso, tú, a pesar de tus miserias, puedes y debes estar en continua conversación con el Señor.

Has de orar siempre, siempre. -Has de sentir la necesidad de acudir a Dios, después de cada éxito y de cada fracaso, en la vida interior.

Que tu oración sea siempre un sincero y real acto de adoración a Dios.

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