El Misterio de la Maternidad

Por repetido no es menos cierto: el embarazo y la maternidad son unas experiencias inigualablemente bellas, y para muchas mujeres incluso llegan a ser los momentos más hermosos de sus vidas. Portar un hijo en las entrañas y ayudar a traerlo al mundo son verdaderos y gratuitos regalos que nos ha dado la naturaleza: por nada se nos da todo, y todo es el misterioso don de la vida, de la existencia, única, portentosa y maravillosa.

Para muchos el desarrollo de una vida dentro del vientre sigue siendo un misterio. ¿Cómo explicar que de la unión de un óvulo y un espermatozoide surja la vida?, y que esta pequeña célula en multiplicación explosiva empiece a tener un corazón, unas manos, unos ojos…, sólo ocho semanas después del encuentro entre las dos células. Así, como si recibiera soplos maravillosos de vida, se inicia la existencia.

Y mientras la barriguita de la madre se va abultando, al tiempo que se abultan sus sueños, su felicidad y su agradecimiento por la nueva vida, se va formando el nuevo ser: un nuevo ser único, irrepetible, con toda su carga genética, con todo su misterio interior, pero que podría no haber existido de no haber sido por ese encuentro amoroso de este hombre y esta mujer concretos, en aquel momento concreto.

La espera casi siempre suele terminar con ese ¡momento maravilloso!, que es el alumbramiento. Por primera vez, el padre y la madre pueden ver a ese “desconocido” que ha convivido con ellos durante nueve meses. Han sido hasta ahora como dos cuerpos en uno, que, al final, se dirán adiós por siempre, porque aquella pequeña semilla que creció de manera tan natural ya está preparada para seguir creciendo en su propia parcela.

Es difícil describir con palabras lo que se siente al saber que se lleva a alguien dentro; y que ese alguien crece día a día, gracias a que la madre le está dando la vida, parte de su vida. Es algo así como una mezcla de orgullo y de alegría incontenible, por saber que dentro de sí está él, ¿ella?, respirando, moviéndose, mientras se siente cómo se funden los sonidos uniformes de los dos corazones.

Y mientras pasan los días, los padres planean, preparan y sueñan con la llegada de aquel pequeño ser, a quien este “cubículo”, que tiene por morada, cada día le resulta más incómodo. Los padres saben que, a pesar de los tiempos que corren, lo único que sigue siendo indispensable para el recibimiento del nuevo miembro es su amor incondicional, su sí de aceptación definitivo, radical y sin restricciones. Un sí de amor con el que los padres acogen al nuevo ser y le dicen: “te quiero, te quiero tal como eres y no te cambiaría por nadie”. Al contemplarlo nacido nos damos cuenta de que, aunque pequeño, él tiene ya una semilla de libertad, de inteligencia y de capacidad de amar. Tomará sus opciones y será él mismo, con su personalidad e independientemente de nuestras expectativas respecto a él.

Es cierto: seis mil millones de mujeres del mundo contemporáneo han recibido este don que es dar la vida, pero nunca deja de ser una novedad, un milagro, un misterio, algo inexplicable, que nos hace instrumentos de Dios y ayudantes vitales y esenciales en la conservación de la raza humana.

Por Olga Cubides Martínez (SOI)

Carrera Contra el Tiempo

Durante años se ha dicho a las mujeres que podían tener hijos después de los 40. Un nuevo libro explica que es demasiado tarde.

(CNN-TIME) El dolor se manifiesta como amargura y remordimiento cuando una mujer dedicada al trabajo se pregunta por qué no puede concebir un hijo. ¿Se suponía que tener hijos sería fácil, no? Que sería un regalo de la Madre Naturaleza. ¿Qué es lo que puede haberse complicado? Especialmente ahora que la Ciencia está empeñada en detener las manecillas del reloj biológico. “Estaba sentada en la sala de espera de la clínica”, recuerda una mujer que pasó por todas las etapas de la lucha contra la esterilidad, “y una mujer de unos 45 años que lo había intentado todo para quedarse embarazada me dijo que uno de los médicos le había echado un vistazo a su historial clínico y le dijo: “¿Qué hace usted aquí? Pierde su tiempo”. Fue muy cruel. Ella se aferraba a esa última esperanza. ¡Fue terrible perder la esperanza!”

Aunque la forma de comunicarlo fue fría, el mensaje era claro y devastador. “Las mujeres profesionales podrían haberlo tenido todo, hijos y profesión, de haberlo querido”, sugiere Pamela Madsen, directora ejecutiva de la Asociación Estadounidense contra la Esterilidad (AIA, según sus siglas en inglés). “El problema es que nadie les dijo la verdad acerca de sus cuerpos”. Y la verdad es que incluso los mejores expertos en esterilidad descubrieron que el reloj biológico no se deja manipular. Los especialistas pueden ayudar —y mucho— a una mujer de 29 años con trompas obstruidas, o a otra de 32 años cuyo esposo tiene un nivel muy bajo de espermatozoides. Pero a pesar de todas las noticias referidas a actrices de 45 años dando a luz, el hecho es que “no existe una terapia prometedora para la esterilidad producida por la edad”, dijo el doctor Michael Soules, profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington y otrora presidente de la Sociedad Estadounidense para la Medicina Reproductora (ASRM, por sus siglas en inglés). “Ciertamente no hay nada nuevo en el horizonte”.

Eso significa, argumenta la economista Sylvia Ann Hewlett en su nuevo libro, “Creating a Life: Professional Women and the Quest for Children” (Creando una vida nueva. Las mujeres que trabajan y la búsqueda de los hijos) que muchas jóvenes ambiciosas que también quieren tener hijos transitan por mal camino si piensan que pueden pasarse una década cimentando su carrera y esperar hasta los 35 años o más para formar familia. Mientras más parejas que nunca buscan tratamientos contra la esterilidad —el número de procedimientos realizados aumentó un 27 por ciento entre 1996 y 1998— los médicos se percatan de que el tratamiento más eficaz quizá sea la prevención, que en este caso significa conocimiento. “Pero el hecho de que el reloj biológico sea algo real no es una buena noticia para mi hija de 24 años”, observa Hewlett, “y el de ella es un caso común”.

Las mujeres llevan una generación debatiendo cómo mejorar el equilibrio entre el trabajo y la familia, pero de alguna manera cada capítulo nuevo da pie a una lucha nueva, y el libro de Hewlett no es la excepción. En 1989, cuando Felice Schwartz planteó en la revista Harvard Business Review la posibilidad de darle más flexibilidad a las mujeres que trabajan y tienen hijos, sus propuestas fueron calificadas de “peligrosas” y “retrofeministas” porque podrían darle a las empresas una excusa para sabotear las carreras laborales de las mujeres. Si uno se decide a formar una familia temprano, se corre el riesgo de no poder volver a recuperar el tiempo perdido, advirtieron las escépticas.

Entonces, según Hewlett, muchas mujeres adoptaron el “modelo masculino” concentrado en el trabajo, y el resultado es “una epidemia de ausencia de hijos” entre las mujeres profesionales. Realizó una encuesta a nivel de todo EE.UU. entre 1.647 “mujeres de posición alta” en sus respectivas profesiones, incluidas 1.168 que pertenecen al 10 por ciento con mayores ingresos dentro de su grupo de edad o que tienen títulos en Derecho o Medicina, y otras 479 con educación terciaria pero que ya no trabajan. Lo que descubrió fue sorprendente. El 42 por ciento de las mujeres que llegaron lejos en las grandes empresas (aquellas con un mínimo de 5.000 trabajadores) seguían sin procrear después de los 40 años. Esa cifra trepaba al 49 por ciento para las mujeres que ganan 100.000 dólares o más al año. Muchas otras sólo tuvieron un hijo porque formaron sus familias demasiado tarde. “Ganaron mucho dinero”, dice el doctor David Adamson, reconocido especialista en fertilidad de la Universidad de Stanford, “pero eso no les devolverá el tiempo”.

Los últimos datos de la Oficina del Censo de EE.UU. apoyan la investigación de Hewlett. Las familias sin hijos se duplicaron en los últimos 20 años, por lo que una de cada cinco mujeres entre 40 y 44 años no tiene descendencia. La cifra asciende al 47 por ciento para las mujeres de esa edad o menores con educación universitaria. Claro que este grupo incluye a muchas mujeres para las cuales tener hijos no era una prioridad. La apertura del mercado laboral les ofreció muchas oportunidades nuevas, incluida la del éxito en otros ámbitos fuera del familiar. Pero Hewlett argumenta que muchas mujeres no optaron necesariamente por no tener hijos nunca. Cuando les preguntó a las mujeres que recordaran cuáles eran sus objetivos cuando terminaron la universidad, sólo el 14 por ciento respondió con claridad que no habían querido tener hijos.

Para la mayoría de las mujeres entrevistadas por Hewlett, no tener hijos equivalía más a lo que una llamó “una no-opción por inercia”. El tiempo pasa y el trabajo es implacable. Los viajes y los horarios dificultan las relaciones. Para cuando una mujer se casa y está afianzada en su trabajo como para comenzar a pensar en formar una familia, con frecuencia ya es muy tarde. “Van al médico, se hacen un análisis de sangre y les dicen que el juego terminó antes de haber comenzado”, dice Madsen, de la AIA. “Se quedan sorprendidas, abatidas y enojadas”. Las mujeres generalmente saben que la fertilidad decae con la edad, pero ignoran cuánto y cuán rápido. Según los Centros para el Control de Enfermedades, cuando una mujer cumple 42 años, las posibilidades de engendrar un hijo con sus propios óvulos, aun con ayuda médica, son inferiores al 10 por ciento. A los 40 años, la mitad de sus óvulos son cromosomáticamente anormales. La cifra se incrementa al 90 por ciento a los 42 años. “Los pañuelos de papel se acaban en un santiamén en mi oficina”, dijo el endocrinólogo especializado en reproducción Michael Slowey, de Englewood (Nueva Jersey).

Hewlett y sus aliados dicen que sólo intentan mejorar esas cifras, dado el falso optimismo reinante. Su encuesta reveló que casi el 90 por ciento de las mujeres jóvenes confiaban en que podrían quedar embarazadas incluso después de cumplir los 40 años. El año pasado la AIA realizó una encuesta en el sitio Web iVillage.com sobre la información que manejan las mujeres acerca de la fertilidad. De las 12.524 mujeres que respondieron, sólo una acertó las 15 preguntas. Al preguntarles cuándo comienza a disminuir la fertilidad (a los 27 años), sólo el 13 por ciento acertó; el 39 por ciento respondió que a los 40. El 42 por ciento respondió que la pareja debe intentar concebir un hijo por su cuenta durante 30 meses antes de buscar ayuda. Esa es una combinación peligrosa. Una pareja que cree que la fertilidad sólo es problemática una vez cumplidos los 40 años e intenta embarazarse durante 30 meses antes de consultar al médico tiene pocas probabilidades de convertirse en padres.

En cierto sentido, la confusión es comprensible, ya que los médicos descubrieron sus propias limitaciones tan sólo en los últimos 10 años. “Recuerdo que muchos doctores me dijeron: “Pero si te queda mucho tiempo”, incluso cuando tenía 38 años”, dice Claudia Morehead, una abogada californiana de 47 años que finalmente quedó encinta tras utilizar óvulos de una donante. Incluso los especialistas en fertilidad se asombraron “de que la fertilización in vitro no funcionara bien después de los 42 años”, admitió la doctora Sarah Berga, una endocrinóloga de la Facultad de Medicina de la Universidad de Pittsburgh. “En mi opinión, a principios de los años 90 todos estábamos asombrados porque no podíamos superar esta barrera”. Pero cuando los médicos comenzaron a divulgar la verdad, se encontraron con resistencias de todo tipo. Una radica simplemente en la forma de diseminar la información. La imposibilidad de concebir es una tragedia personal, pero el milagro de dar a luz a una edad avanzada siempre ocupa los titulares. “Cuando uno ve todas esas noticias referidas a mujeres que tuvieron hijos poco antes de cumplir los 50, siempre se trata de casos con óvulos de donantes”, insiste Adamson, de Stanford. “Pero eso queda convenientemente excluido de la noticia”. Las clínicas de esterilidad más emprendedoras tienen un incentivo financiero para fomentar las noticias buenas y encubrir los hechos. Una mujer de 45 años que haya pasado por siete ciclos de fertilización in vitro puede llegar a gastar hasta 100.000 dólares en el tratamiento. Pero incluso en las mejores clínicas de fertilidad del país, sus probabilidades de quedar encinta son inferiores al 10 por ciento.

Con el fin de informar a las mujeres, la ASRM lanzó una modesta campaña publicitaria a un costo de 60.000 dólares el otoño pasado, con carteles y folletos que advertían que fumar, el sobrepeso y las infecciones venéreas podían reducir la fertilidad. Pero el revuelo lo generó la cuarta advertencia: “La edad disminuye su capacidad para tener hijos”, junto a una foto de una mamadera con forma de reloj de arena. Los médicos lo consideraron un servicio público dada la confusión imperante, pero el grupo fue criticado por “asustar” a las mujeres ofreciendo un mensaje simplificado de un tema complejo.

Con ello se insinúa que “tengo que apurarme y tener hijos ahora o renunciar a tenerlos”, afirma Kim Gandy, presidenta de la Organización Nacional para las Mujeres. Y eso no es verdad para la gran mayoría de las mujeres. Gandy, de 48 años, tuvo su primer hijo a los 39. “Fue mi elección, pero en muchos sentidos no lo fue. No es que se pueda sacar de la galera una pareja con la que se quiera formar una familia y con las circunstancias económicas y emocionales que les permitan ser buenos padres. Presionar a las mujeres jóvenes para que se apresuren y tengan hijos cuando no tienen esos otros factores resueltos en realidad las perjudica a ellas y a los niños”.

Hacer hincapié en la edad de la mujer por encima de los demás factores también puede ser erróneo, sugiere Gandy. La concepción “involucra a dos personas, y sin embargo descargamos toda la responsabilidad sobre las mujeres e insinuamos que son egoístas si no deciden tener hijos a una edad temprana”. Gandy teme que, al enterarse de la investigación y ver la publicidad, las mujeres terminen por sentir que el equilibrio es tan difícil que ni siquiera vale la pena intentarlo. “Hay todo un sector antifeminista que nos dice que debemos volver a los años 50”, dice Caryl Rivers, profesora de Periodismo de la Universidad de Boston. “El mensaje subliminal es no estudies demasiado, no tengas demasiado éxito ni seas demasiado ambiciosa”.

Allison Rosen, una psicóloga de Nueva York decidida a que sus pacientes femeninas estén bien informadas y que sepan qué probabilidades tienen de engendrar hijos, discrepa con Rivers. “Este no es un caso de médicos varones que quieren que las mujeres estén todo el tiempo embarazadas y en la cocina”, asegura. “Uno plantea los hechos y entonces cada mujer puede decidir”. Madsen, de la AIA, argumenta que el imperativo biológico está allí, aunque las mujeres no lo sepan. “Me molesta cuando las feministas dicen que informar a las mujeres sobre su capacidad reproductiva es presionarlas para que tengan hijos”, dice. “Eso sencillamente no es verdad. La libertad reproductora no se limita a la capacidad de no tener un hijo mediante la planificación familiar. También es la capacidad de tener un hijo si una lo quiere y cuándo lo quiera”.

La clave de la cruzada de Hewlett está en que es fundamental que las mujeres planifiquen a dónde quieren llegar a los 45 años sabiendo que la posibilidad de engendrar hijos es menor de la que se les hizo creer y, que una vez que esa posibilidad se hace realidad, la Ciencia no puede hacer mucho para mejorarla. Hewlett también busca que las empresas y las autoridades ayuden más a las familias para que puedan alcanzar el equilibrio. “La mejor oportunidad que tiene la mujer de hoy es poder elegir libremente el tener tanto un trabajo como una familia, ser apoyada y admirada por lograr ambos y no ser vista como una yuppie quejica”.

Hewlett lo sabe por experiencia propia. Su intención no era escribir un libro sobre lo difícil que es ser mamá para las mujeres que trabajan, sino acerca de aquellas que cumplieron 50 años en el milenio y de los factores que dieron forma a sus vidas. Pero entonces descubrió, en entrevista tras entrevista con decanas de facultades y divas de la ópera, en una muestra representativa de mujeres triunfadoras de distintos campos, que ninguna tenía hijos, y no por decisión propia. Muchas se culpaban a sí mismas por haber trabajado y esperado en demasía, y por haber descubierto la verdad tardíamente. “Cuando hablé con estas mujeres”, recuerda, “su sensación de pérdida era palpable”.

Hewlett había pasado la mayor parte de su vida profesional escribiendo y dando conferencias sobre la necesidad de que las empresas y el Gobierno provean ambientes de trabajo que faciliten la creación y el desarrollo de la familia. Hewlett es doctora en Economía por la Universidad de Harvard; ha tenido hijos, los ha perdido y luchado por tener más. Siendo una joven profesora en la Universidad de Barnard con un bebé en casa, perdió mellizos durante el sexto mes de embarazo. Si tan sólo —pensó entonces— hubiera tomado más tiempo libre o aligerado la carga de trabajo. Dieciocho meses después, escribe, un comité de nombramiento le negó la cátedra porque, según expresó uno de sus integrantes, ella había “permitido que la maternidad diluyera su concentración”. Hewlett tuvo suerte. Tuvo tres hijos más, entre ellos a Emma, a quien dio a luz a los 51 años utilizando un óvulo propio y tratamientos para la esterilidad. Hewlett dice comprender el “ansia por tener bebés”.

Hewlett insiste en que sólo intenta ayudar a las mujeres a tomar decisiones basadas en buena información. Recomienda que las mujeres obtengan un título universitario y trabajen mucho en sus primeros empleos, pero que deben prepararse para hacer un alto en el camino y dirigir su energía hacia sus vidas personales, con la intención de recuperar el tiempo perdido en el trabajo más adelante. “Algunas veces tendrán que hacer concesiones respecto a su carrera. Pero luego se pondrán al día, se redescubrirán a sí mismas en el momento adecuado”, escribe.

El problema es que la propia investigación de Hewlett apunta en otro sentido. En su libro todos los ejemplos de mujeres de éxito que también tienen familias dieron a luz antes de cumplir los 30 años. Esas mujeres quizá no hayan corrido la suerte de otras que esperaron demasiado tiempo para procrear, pero padecen otros obstáculos a la hora de equilibrar el trabajo con la familia. La biología quizá no perdone, pero tampoco lo hace la cultura empresarial. Aquellas que abandonan su carrera por voluntad propia para criar a sus hijos con frecuencia descubren que es sumamente difícil reincorporarse al mundo laboral. Muchas de las encuestadas por Hewlett dijeron que se sintieron marginadas por jefes inflexibles, y dos tercios de las entrevistadas dijeron que desearían volver a trabajar.

La estructura del ámbito laboral tiene que cambiar mucho para que los padres puedan bajar las revoluciones por un tiempo y luego retomar el ritmo cuando sus hijos sean mayores. Hewlett espera que la batalla por conseguir talentos inspire a las grandes empresas a adoptar políticas que favorezcan la familia para atraer y mantener a los padres más talentosos, ya sean hombres o mujeres. Pero es poco probable que muchas de sus recomendaciones sean adoptadas a corto plazo, como la licencia obligatoria por paternidad/maternidad con derecho a sueldo; períodos de excedencia, como la generosa política de IBM que concede a sus empleados hasta tres años de licencia con la garantía de retornar al mismo empleo o a uno similar; o una nueva Ley de Normas Justas de Trabajo que restaría atractivo a las semanas laborales de 80 horas ampliando el pago de horas extraordinarias a todos los ejecutivos, salvo los más altos.

Hewlett se considera una feminista, pero a menudo se ha enfrentado a otras feministas que, según dice, están tan preocupadas por defender la libertad de elegir entre tener hijos o no que descuidan las necesidades de las mujeres que deciden ser madres. En la historia de la familia, señala, es un avance muy reciente que las mujeres tengan el control sobre su maternidad, gracias a una mejor atención médica y al control de la natalidad. Pero ahora se ha producido una irónica vuelta de tuerca. “En solo 30 años hemos pasado de temerle a nuestra fertilidad a derrocharla,y muy a pesar nuestro”. Engendrar un hijo seguirá siendo una de las decisiones más importantes de la vida. El reto es impedir que el tiempo y la biología decidan por nosotros.

Informes de Janice M. Horowitz, Julie Rawe y Sora Song/Nueva York

Curas pederastas y médicos abortistas

Carta Abierta a Gina Parody, Senadora Colombiana

Hay muchas cosas malas que se le pueden hacer a un niño.

Toda maldad contra un niño es abominable y cobarde, pero hay grados de maldad.

Senadora, en sus recientes intervenciones en la radio FM, Ud. quiere aprovechar la ola de la opinión pública que hoy apoya el aborto y está en trance de despedirse de la Iglesia Católica. Pero a Ud. se le olvida el niño asesinado. Ud. tiene palabras para los niños violados, y está bien que las tenga; Ud. protesta contra la pederastia, y está muy bien que lo haga; pero Ud. no dice nada del niño que mataron en el Hospital Simón Bolívar.

Escúcheme: no lo violaron; lo mataron. Y ahora yo pregunto: ¿no bastaba con matarlo a él sino que hay que matar su memoria?

Hace tres meses Ud. no hablaba de sacerdotes pederastas. Hace seis meses tampoco. Ahora sí. ¿Qué ha cambiado? Ha cambiado la ola, siempre inestable, siempre servil, de la opinión pública. Como resulta que la Iglesia Católica es prácticamente la única institución que se ocupa de defender niños que nunca votarán (ya que por lo menos los violados, sí podrán hacerlo), entonces Ud. hace lo que hacen casi todos los políticos: montarse en la cresta de las emociones de la gente. Porque, ¡qué terriblemente impopular es contradecir lo que la gente está sintiendo! ¡Qué difícil es hablar desde la orilla de lo “políticamente incorrecto”! Y para infortunio de todos, hoy lo políticamente “correcto” es hacer caso omiso del niño asesinado y alzar la voz en clamor (justo, por demás) de defender a los niños abusados. ¿Pero es que acaso unos niños sí valen y otros no?

Explicablemente, estos temas caldean los ánimos. Razón de más para serenarse y pensar bien lo que se dice. Es decir, lo opuesto de lo que Ud. hace. Su argumento, como el de muchos en estos días, cae en el conocido sofisma de la argumentación “ad hominem,” o sea, desacreditar al interlocutor. ¿Quiere la Iglesia hablar? Niéguesele el derecho, porque en sus filas hay sacerdotes pederastas. Pobre y oportunista argumento. Pobre, porque ¿qué tal que aplicáramos eso al senado de Colombia? ¿Hemos de escuchar la voz del senado o acatar las leyes de la Corte, dados los exabruptos institucionales y las falencias que por allá suceden con nombre propio?

Su argumento se vuelve contra Ud., senadora, y su oportunismo hace agua, porque si las instituciones se desacreditan por sus incoherencias, ningún respeto y ningún oído merecen nuestros gobernantes. Ni merece mucha atención una cierta legisladora colombiana que en su página web aparece sonriendo junto al lema: “Un país que protege a sus niños piensa en su futuro,” y que luego defiende la muerte premeditada de un bebé. ¡No se le olvide ESE bebé, Gina; no se le olvide ESE! Porque si se le olvida ESE quiere decir que unas vidas sí merecen atención y defensa, mientras que otras sólo pueden salir por la puerta de desperdicios del Hospital Simón Bolívar.

No caigamos en la falsa alternativa. No pesquemos en aguas revueltas. No pensemos que facilitar un aborto legal disminuye la pederastia. No cohonestemos la ideología de que abortar a un niño disminuye las violaciones de niñas.

Senadora: no manche sus votos; no ensucie su sueldo con sangre de bebés inocentes.

El Matrimonio: una Comunión de Vida y Amor

Carta Pastoral de Mons. Victor Galeone
Obispo de Saint Augustine, Florida

Hermanos y hermanas en el Señor:

1. Algunas legislaciones de estados están considerando leyes que podrían redefinir el matrimonio como la unión estable de dos adultos sin importar el género. Tal legislación equipararía las uniones del mismo sexo con el matrimonio tradicional. Además, continúan extendiéndose los divorcios hasta el punto que las parejas pueden ahora lograr un divorcio de buena fe por internet con un coste de 50 a 300 dólares.

Estos últimos avances son meros síntomas de un desorden sumamente más serio. Hasta que no se afronte la raíz de tal desorden, me temo que continuará cosechando frutos de matrimonios fallidos y empeorando el comportamiento sexual en todos los ámbitos de la sociedad.

¿El desorden? La anticoncepción. La práctica está tan extendida que envuelve al 90% de las parejas casadas en algún momento de su matrimonio, implicando a todas las denominaciones. Puesto que uno de las principales funciones del obispo es enseñar, os invito a reconsiderar lo que la Iglesia afirma sobre este tema y, lo más importante: por qué.

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La presencia que encanta

Te has hecho alguna vez las siguientes preguntas:

¿Qué significa para ti el arreglo personal?
¿Para quiénes te vistes?
¿Consideras que el vestirse es un verdadero arte?
¿Naces elegante o aprendes a serlo?
¿Qué significa la moda para ti?
¿Qué es para ti el pudor?

Y…

¿Qué me dices de la forma en que te maquillas?
¿Lo haces para cubrir lo que no te gusta o para destacar lo mejor de tu belleza?
Reflexiona por un momento en torno a estas preguntas.

UNA CUALIDAD INNATA

Nosotras las mujeres tenemos una cualidad innata, la que afirma una forma de ser; la que habla sobre nuestra interioridad y anuncia cuanto nos importa, esto ó aquello: somos detallistas y nos fijamos en los detalles.

Cuando miramos, no lo hacemos como el hombre, que mira, pero no procesa todo lo que nosotras como mujeres recordamos fácilmente. Por ejemplo: observamos la caída y textura de un vestido; la belleza de un peinado; el buen gusto en el maquillaje o su uso en exceso.
Es muy difícil que pasemos por alto el acento que complementa todo el conjunto, los accesorios.

Por todo lo anterior: así como miramos a otros, se nos es mirado y juzgado. Ama de casa, profesional, soltera, casada, viuda, incluso religiosa, la forma en que te presentas a los demás, el esmero que pones en tu arreglo personal le dice a los demás: esta soy yo.

EL VESTIDO Y YO

No hay duda que la creatividad de una mujer se despliega a la hora de prolongar su belleza. La moda, es un invento femenino, y las grandes industrias existen gracias a la feminidad de la mujer.
Pero debemos aprender que el vestido es un aliado y complemento para saber llevar nuestra belleza.
Y que arreglo personal no significa moda, sino más bien decoro y señorío.

“Cuando el hombre se viste, cubre su cuerpo; cuando la mujer lo hace, descubre su alma”.

Sobre todo, hoy que todo es tan moderno, debemos prestar especial atención a la hora de elegir lo que realmente va a acentuar y hacer resplandecer nuestra belleza.

Si somos madres, es a través del ejemplo que demos a nuestras hijas como ellas se formaran el concepto de lo que es el pudor y la influencia de la moda.

LA MUJER ELEGANTE

La mujer elegante sobre todo es pudorosa. El pudor es la tendencia natural a la reserva de lo íntimo. Allí donde hay intimidad brota el pudor. La intimidad, de por sí se recata, se reserva, se oculta en su propio misterio, consciente del alto valor que posee.

Porque estoy convencida como mujer de esto, es que sí me importa el largo que tenga mi falda; la forma en que desnudo o cubro mis hombros y el detalle al usar ropa que no ajuste de manera excesiva las formas de mi cuerpo. Por esto es, que a la hora de ir en la búsqueda de un estilo personal, que sólo puede manifestarse con el tiempo, es importante que nos preguntemos:

¿En qué creo?
¿Qué relación hay entre lo que yo creo y me pongo?
¿Existe coherencia entre lo que digo y proyecto a la hora de vestirme?
Si por primera vez se presentará inesperadamente ante mí un personaje al que admiro, ¿me sentiría orgullosa de la impresión que le di?

El magnetismo que surge del buen gusto de una mujer que sabe elegir las prendas de su guardarropa es impresionante. Lo es, porque el vestido, simplemente es como una segunda piel que prolonga la belleza de su alma y la solidez de sus valores y creencias.

Pan y Tulipanes

La historia de Pan y Tulipanes puede despistar por su aparente trivialidad: Durante un viaje turístico en autobús, Rosalba, ama de casa de Pescara, se queda por descuido, en un área de servicio en un descanso del viaje. Ofendida, en lugar de esperar a que la recojan, decide volver a casa por su cuenta. Sin saber cómo, se encuentra camino a Venecia, donde nunca ha estado; al llegar allí decide quedarse y conocer la ciudad. Su estancia le conduce a descubrir un mundo “distinto”, que finalmente resulta ser el suyo, aquel que estaba sepultado en la racionalidad y la cotidianidad.

La historia

Creo que la primera escena de la película es el programa temático que habrá de ofrecernos: recorriendo algunos lugares donde se dio el encuentro entre la cultura griega y la romana, el guía turístico hace una pequeña reflexión sobre la naturaleza ambivalente de Italia —y yo pienso que el tema es extensivo al Occidente—. Entre la inspiración griega y la eficacia romana; entre la ley romana y la estética griega: ahí está Italia, ahí está la civilización de Occidente; ahí estamos quizá nosotros mismos.

Pero el desarrollo no es teórico sino narrativo. Rosalba es la encarnación de la (aparente) ineficiencia. Es una “inadaptada”; una persona con dificultades, siempre pequeñas pero siempre presentes, para usar todo lo que la tecnología y la racionalidad ofrecen, empezando por el uso inteligente del inodoro en que se le cae uno de sus pendientes, incidente tonto, que sin embargo motiva el retraso por el que ella se separa del grupo de paseantes.

Rosalba, pues, sometida al absurdo de su ineficiencia, debe llamar a su esposo, pero éste es el polo opuesto: acaba de cambiar de número celular porque ha conseguido un nuevo aparato con una pila fantástica y unas servicios fantásticos. Como ella no puede llamar debe esperar a que la llamen, y así sucede: el esposo, que es la encarnación de la racionalidad eficientista exasperada, no puede ni quiere entender las “pequeñeces” que hacen tan torpe a su mujer.

La rebeldía de ella, al separarse del grupo, no es entonces un pretexto del guión, es el grito que nace de una vida nunca escuchada, nunca acogida; siempre tasada, calificada… y reprobada.

Rosalba emprende un camino sin dirección. O mejor: esta vez se deja guiar no por la cuadrícula de un paseo programado, aburrido y calculado. Esta vez se permite oír su corazón, y entonces suceden dos cosas: primero, que sus sueños adquieren relieve y color; segundo, que pronto entra en contacto con las vidas rotas, desgastadas, manoseadas que este mundo eficiente va dejando tiradas por el camino. Es impresionante, por ejemplo, el caso de aquella mujer que tiene una gran camioneta y mucho dinero, pero que mide las épocas y lugares con la frialdad de aquel comentario: “¡Oh, sí! Por aquella época fui a Copenhage para mi segundo aborto…”.

Ese camino de la inspiración y de la apuesta por los sueños lleva a nuestra protagonista a Venecia. Allí palpa una soledad extraña pero no devoradora. De algún modo es la soledad que le permite auscultar sus propias fuentes: su propia risa, su propia travesura (como tomar una foto de sí misma con un espejo), en fin, sus propios gustos.

El dinero se agota y un capítulo nuevo se abre: hay que sobrevivir en el mundo. Busca un trabajo y un hospedaje más permanente, pues ya se ha resuelto a vivir su experiencia de libertad y corazón abierto hasta el fondo.

El hospedaje lo logra en un antiguo edificio donde vive Fernando, camarero de un restaurante de mediana calidad adonde ella ha acudido varias veces. Fernando es otra cara del rostro final de la racionalidad eficientista: aprisionado por sus recuerdos y maltratado por sus adicciones (sobre todo, el juego), ahora sido es poco más que un desecho, una vida que carece de color y de horizonte. Su obsesión, su única salida es el suicidio, y a ese final se dispone estoica y fríamente.

De modo que Rosalba y Fernando son dos polos, no opuestos sino complementarios. Son dos náufragos del mundo de la lógica implacable; dos seres unidos por una sentencia: “inhábil para el mundo”.

En el mismo edificio hay otros que han naufragado. Grazia es una mujer todavía joven, “masajista holística”: una persona que quiere de algún modo brindar descanso y ofrecer un lenguaje de ternura que nadie sabe entender ni leer en su justa proporción. Sus clientes, casi todos hombres, no pueden tocar sin desear. Pertenecen al mismo mundo que el Sr. Baretta, el esposo de Rosalba: gente reprimida que luego explota en un desvarío de sexualidad atropellada e insensible. Saben de ardor pero no de calidez; conocen el furor de la pasión, no la fuerza de la amistad o de la comprensión. Nada de raro entonces en que Grazia y Rosalba se hagan amigas. Descubren que no es difícil compartir el lenguaje cuando ya se comparten tantos vacíos y tantas lágrimas reprimidas.

Mientras tanto, el Sr. Baretta ha quemado sus propios cartuchos. Fiel a su lógica, intenta básicamente recuperar el control de lo que se ha salido de su dominio. Está inhabilitado para entender que alguien escape de sus esquemas, así como no ha podido entender que a Rosalba se le rompan tantas cosas o le fallen tantos aparatos en las manos. Cuando ella decide quedarse en Venecia para unas “vacaciones”, él asume la situación como un problema, y lo resuelve: sus demandas de sexo quedan satisfechas con la amante con la que lleva una relación metódica, anodina, esquemática y estéril, como su vida entera. Y el desorden de la casa queda resuelto con alguna empresa especializada.

Pero hay que encontrar a la fugitiva, y es aquí donde interviene Constantin, un rechoncho plomero que tiene su propio sueño: convertirse en uno de esos investigadores policiales que pueblan su imaginación después de centenares de novelas leídas. El Sr. Baretta no lee nada ineficiente, y hace rato que no sueña, pero ve en Constantin una oportunidad de resolver a un costo razonable su problema; reconducir al orden a su díscola esposa. Y así llega Constantin a Venecia, buscando con sus propias y risibles fuerzas a una mujer de la que muy poco conoce.

Las cosas suceden de tal modo que Constantin se conoce con Grazia, y un absurdo más llega a sus vidas: se enamoran. Finalmente se reconocen mutuamente como miembros de un equipo extraño pero feliz, y, a ritmo de los acordes del acordeón que Rosalba ha reaprendido, tienen una sencilla pero memorable fiesta celebrando el cumpleaños de Eliseo, el nieto de Fernando.

Entretanto, es un hecho que Rosalba ha abandonado su familia y aunque una amante y una empresa puedan solucionar muchas cosas para el Sr. Baretta, nada arreglan de las necesidades de mamá que tiene Nicolás, el hijo menor de esta pareja. De hecho, de los dos hijos que ellos tienen, Nicolás es el más parecido a Rosalba, mientras que el hijo mayor es fiel copia de su padre. Nicolás consume marihuana, no cree en el colegio, detesta, lo que llamaríamos, “el sistema”. Pero su rebeldía va yendo muy lejos; Rosalba lo entiende y en últimas es por él por quien vuelve a Pescara, y a su rutina de ama de casa.

Fernando deja caer uno por uno los pétalos de los tulipanes que Rosalba le ha dejado al despedirse. Se siente succionado por la vorágine de sus antiguas obsesiones; sobre todo, el licor y la muerte. Constantin, quien ya le quiere mucho, intenta detenerlo en su caída, pero Fernando entiende que su remedio tiene respuesta sólo en un nombre: Rosalba, y por eso, aunque suene loco, va a Pescara a declarar su amor y a recuperar el valor y la estatura de su sueño.

La película termina en fiesta: Fernando canta, Rosalba toca el acordeón y todos danzan, todos los que no cupieron en el mundo, incluyendo a Nicolás, Constantin, Grazia, y hasta el portero del “hotel” (un barco anclado) en que Constantin ha pernoctado mientras investigaba el paradero de Rosalba. A esta fiesta está permitida la entrada a los excluidos, y está prohibida, de algún modo, para los que siempre se sintieron fuertes, razonables y cuerdos.

El Mensaje

En el breve tiempo que Rosalba vive de vuelta de sus vacaciones hay una escena decisiva. Tiene su ropa de dormir y se dispone a acostarse junto a su esposo, con el que no ha tenido más comunicación que unas postales y cartas. Mil cosas pasan por su mente: recuerdos, preguntas, proyectos… Está resuelta a abrir su corazón y a plantear algún diálogo. Quizá ofrecer una disculpa, pero también desahogar el alma. Tal vez sembrar las bases de una vida distinta.

El Sr. Baretta no quiere hablar. Su expresión es seca, es la sentencia vestida de indulgencia, realmente cruel de un hombre que tendría que admitir que su mundo no es todo el mundo. Él sólo dice: “En lo que a mí respecta, aquí no ha pasado nada”: un modo urbano de matar el mundo de anhelos que nunca ha querido escuchar; un modo decente de seguir dominando, aplastando, utilizando.

El mensaje es claro: la lógica de nuestro mundo occidental sólo tiene dos puertas de salida: la neurosis de Baretta o el suicidio de Fernando.

El imperativo de la eficiencia es la sentencia que mata la vida, la alegría, la fecundidad, la risa. Baretta no sabe perder dos horas de su tiempo “libre”; su mundo es estricto; él mismo es una máquina que trabaja, sin saber bien para qué o para quién. Es la imagen de la idolatría que lleva a ganar sin disfrutar, a desear sin amar, a negociar sin dialogar, a pasar por alto sin perdonar, a razonar sin entender, a soportar sin esperar, a destruir cada segundo de la vida a nombre del valor de cada segundo de la vida.

Rosalba y Grazia, por su parte, son la imagen de aquella libertad que pone primero a la persona y después a la ley; son gente que entiende las excepciones, las lágrimas, los silencios, las equivocaciones. Han aprendido que, a veces, para llegar no hay que correr, y que la felicidad es una mariposa que sabe posarse frente a los que no la asustan. Pueden cantar y danzar; saben “perder” tiempo, cuando se trata de un amigo; entienden el lenguaje de la misericordia y pueden abrazar a los demás humanos, porque saben que en el fondo todos somos náufragos de alguna historia, de algún sueño o de alguna pasión.

Mi Mamá no tiene Novio

De visita en casa de mis tíos, me divierte ver a mi prima grande prepararse cuando espera a su novio; toda contenta se peina, perfuma y pinta los labios, se viste muy guapa y corre de un lado a otro de la casa, arreglando todo con detalle para que su “mi amor” no encuentre defecto alguno en el entorno.

Entonces llega el novio oliendo a mucha loción y cuando se miran…¡uff!, parece que flotan en el aire. Se abrazan con ternura y ella le ofrece algo de tomar junto con las galletas que le preparó durante la tarde. Además, el celebra todo lo que ella le prepara para cenar con esmero. Luego se sientan a platicar tontería y media por horas, después de lograr que los niños desaparezcamos de la sala; se escuchan el uno al otro sin perder detalle ni soltarse sus manos, hasta que al susodicho no le queda mas remedio que despedirse cuando mi tío empieza a rondar con la almohada bajo el brazo.

Al día siguiente le pregunto a mi mamá quién es su novio, y me dice muy sonriente que su novio es mi papá. “No mami en serio…” pero ella insiste.

¿Cómo va a ser mi papá su novio?. ¡En primera, él nunca llega con un ramo de flores, ni chocolates; sí le da un regalo a mamá en su cumpleaños y navidad, pero nunca he visto que el novio de mi prima se presente con una licuadora o dinero para que se compre algo. Además mamá no pone cara de Blanca Nieves cuando papá llega del trabajo, ni él sonríe como príncipe azul cuando la mira.

Mamá no corre a arreglarse el peinado, ni a pintarse los labios cuando suena el timbre de la puerta y apenas voltea a verlo para decir “hola” porque está revisando las tareas.

El saludo de mi papá, en vez de “hola mi vida” es “Hola ¡que día!” y de inmediato se pone en la peores fachas para estar cómodo.

En lugar de “¿qué se te antoja de cenar?”; Mi mamá le pregunta temerosa “Qué, ¿quieres cenar”? y cuando creo que papá le va a decir “Que bonita te ves hoy”, le pregunta ¿”no viste donde quedó el control de la televisión?”.

Los novios se dicen cosas románticas como “¡cuánto te amo”!, en vez de “¿fuiste al banco?”.
Mi prima y su novio no pueden dejar de mirarse. Cuando mamá pasa delante de papá, el inclina la cabeza para no perder detalle de lo que hay en la tele.

A veces, papá le da un abrazo sorpresa a mamá, pero ella tiene que zafarse por que siempre está a las carreras.

Además, mis papás solo se dan la mano cuando en Misa el padre dice “dense fraternalmente la paz”.

Yo creo que ella me dice que son novios para que no me entere de que “cortaron” cuando se casaron. La verdad es que mi mamá no tiene novio y mi papá no tiene novia.

Qué aburrido… ¡SOLO SON ESPOSOS!

Usando bien la televisión

Pienso que con la televisión, más que decisiones puntuales, hay que hacer toda una labor pedagógica: cuando dentro de una familia o comunidad se plantea el problema: “vamos a ver o no vamos a ver éste programa”, quizá es demasiado tarde, porque ya las personas tienen sus propias expectativas y de alguna manera ya tienen cierto apetito o curiosidad, o lo que sea, por ver ése programa.

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La Presencia que Encanta

Te has hecho alguna vez las siguientes preguntas:

¿Qué significa para ti el arreglo personal?
¿Para quiénes te vistes?
¿Consideras que el vestirse es un verdadero arte?
¿Naces elegante o aprendes a serlo?
¿Qué significa la moda para ti?
¿Qué es para ti el pudor?
Y…

¿Qué me dices de la forma en que te maquillas?
Lo haces para cubrir lo que no te gusta o para destacar lo mejor de tu belleza?
Reflexiona por un momento en torno a estas preguntas.

Una Cualidad Innata

Nosotras las mujeres tenemos una cualidad innata, la que afirma una forma de ser; la que habla sobre nuestra interioridad y anuncia cuanto nos importa, esto ó aquello: somos detallistas y nos fijamos en los detalles.
Cuando miramos, no lo hacemos como el hombre, que mira, pero no procesa todo lo que nosotras como mujeres recordamos fácilmente.

Por ejemplo: observamos la caída y textura de un vestido; la belleza de un peinado; el buen gusto en el maquillaje o su uso en exceso.

Es muy difícil que pasemos por alto el acento que complementa todo el conjunto, los accesorios.
Por todo lo anterior: así como miramos a otros, se nos es mirado y juzgado.

Ama de casa, profesional, soltera, casada, viuda, incluso religiosa, la forma en que te presentas a los demás, el esmero que pones en tu arreglo personal le dice a los demás: esta soy yo.

El Vestido y Yo

No hay duda que la creatividad de una mujer se despliega a la hora de prolongar su belleza.
La moda, es un invento femenino, y las grandes industrias existen gracias a la feminidad de la mujer.

Pero debemos aprender que el vestido es un aliado y complemento para saber llevar nuestra belleza.
Y que arreglo personal no significa moda, sino más bien decoro y señorío.

“Cuando el hombre se viste, cubre su cuerpo; cuando la mujer lo hace, descubre su alma”.
Sobre todo, hoy que todo es tan moderno, debemos prestar especial atención a la hora de elegir lo que realmente va a acentuar y hacer resplandecer nuestra belleza.

Si somos madres, es a través del ejemplo que demos a nuestras hijas como ellas se formaran el concepto de lo que es el pudor y la influencia de la moda.

La Mujer Elegante

La mujer elegante sobre todo es pudorosa. El pudor es la tendencia natural a la reserva de lo íntimo.
Allí donde hay intimidad brota el pudor. La intimidad, de por sí se recata, se reserva, se oculta en su propio misterio, consciente del alto valor que posee.

Porque estoy convencida como mujer de esto, es que sí me importa el largo que tenga mi falda; la forma en que desnudo o cubro mis hombros y el detalle al usar ropa que no ajuste de manera excesiva las formas de mi cuerpo. Por esto es, que a la hora de ir en la búsqueda de un estilo personal, que sólo puede manifestarse con el tiempo, es importante que nos preguntemos:

¿En qué creo?

¿Qué relación hay entre lo que yo creo y me pongo?
¿Existe coherencia entre lo que digo y proyecto a la hora de vestirme?
Si por primera vez se presentará inesperadamente ante mí un personaje al que admiro, ¿me sentiría orgullosa de la impresión que le di?

El magnetismo que surge del buen gusto de una mujer que sabe elegir las prendas de su guardarropa es impresionante. Lo es, porque el vestido, simplemente es como una segunda piel que prolonga la belleza de su alma y la solidez de sus valores y creencias.

Tres flores para María

1. Detalles de hijos

Este rato de conversación delante del Señor, en el que hemos meditado sobre la devoción y el cariño a la Madre suya y nuestra, puede, pues, terminar reavivando nuestra fe. Está comenzando el mes de mayo. El Señor quiere de nosotros que no desaprovechemos esta ocasión de crecer en su Amor a través del trato con su Madre. Que cada día sepamos tener con Ella esos detalles de hijos —cosas pequeñas, atenciones delicadas—, que se van haciendo grandes realidades de santidad personal y de apostolado, es decir, de empeño constante por contribuir a la salvación que Cristo ha venido a traer al mundo. (Es Cristo que pasa, 149, 5)

2. Nos enseña a ser hijos

Porque María es Madre, su devoción nos enseña a ser hijos: a querer de verdad, sin medida; a ser sencillos, sin esas complicaciones que nacen del egoísmo de pensar sólo en nosotros; a estar alegres, sabiendo que nada puede destruir nuestra esperanza. El principio del camino que lleva a la locura del amor de Dios es un confiado amor a María Santísima. Así lo escribí hace ya muchos años, en el prólogo a unos comentarios al santo rosario, y desde entonces he vuelto a comprobar muchas veces la verdad de esas palabras. No voy a hacer aquí muchos razonamiento, con el fin de glosar esa idea: os invito más bien a que hagáis la experiencia, a que lo descubráis por vosotros mismos, tratando amorosamente a María, abriéndole vuestro corazón, confiándole vuestras alegrías y vuestra penas, pidiéndole que os ayude a conocer y a seguir a Jesús. (Es Cristo que pasa, 143)

3. Rosario de amores

En nuestras relaciones con Nuestra Madre del Cielo hay también esas normas de piedad filial, que son el cauce de nuestro comportamiento habitual con Ella. Muchos cristianos hacen propia la costumbre antigua del escapulario; o han adquirido el hábito de saludar —no hace falta la palabra, el pensamiento basta— las imágenes de María que hay en todo hogar cristiano o que adornan las calles de tantas ciudades; o viven esa oración maravillosa que es el santo rosario, en el que el alma no se cansa de decir siempre las mismas cosas, como no se cansan los enamorados cuando se quieren, y en el que se aprende a revivir los momentos centrales de la vida del Señor; o acostumbran dedicar a la Señora un día de la semana —precisamente este mismo en que estamos ahora reunidos: el sábado—, ofreciéndole alguna pequeña delicadeza y meditando más especialmente en su maternidad. (Es Cristo que pasa, 142, 6)

Por: San José María Escrivá de Balaguer

Carta a la Corte Constitucional de Colombia, sobre el aborto voluntario

HONORABLES MAGISTRADOS
CORTE CONSTITUCIONAL
República de Colombia
Atn. Dr. MANUEL J. CEPEDA ESPINOSA, Presidente de la Corte

Respetado Dr. Cepeda:

Por estos días, la sociedad colombiana está inmersa en un debate tan complejo como necesario para todos: ¿hay que dar paso a la despenalización del aborto? Según nuestro ordenamiento legal, la Honorable Corte Constitucional que usted dirige debe sentar jurisprudencia respecto a este vital tema.

Como psicólogo, pero sobre todo como colombiano, gracias a la democracia que disfrutamos, me permito presentar mi punto de vista ante usted, con el objeto de que en lo que se considere necesario, pueda ser un elemento más de estudio para la Corte.

Se plantea una discusión respecto a si el aborto puede ser admitido de manera legal en casos particulares como: acceso carnal violento sufrido por la madre, malformaciones congénitas del niño o problemas de salud de la madre que pongan en peligro su propia vida.

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Un Nudo de Amor

En una junta de padres de familia de cierta escuela, la directora resaltaba el apoyo que los padres deben darle a los hijos. También pedía que se hicieran presentes el máximo de tiempo posible. Ella entendía que, aunque la mayoría de los padres y madres de aquella comunidad fueran trabajadores, deberían encontrar un poco de tiempo para dedicar y entender a los niños.

Sin embargo, la directora se sorprendió cuando uno de los padres se levantó y explicó, en forma humilde, que él no tenia tiempo de hablar con su hijo durante la semana. Cuando salía para trabajar era muy temprano y su hijo todavía estaba durmiendo. Cuando regresaba del trabajo era muy tarde y el niño ya no estaba despierto. Explicó, además, que tenía que trabajar de esa forma para proveer el sustento de la familia.

Dijo también que el no tener tiempo para su hijo lo angustiaba mucho e intentaba redimirse acercandose a besarlo todas las noches cuando llegaba a su casa y, para que su hijo supiera de su presencia, él hacía un nudo en la punta de la sabana que lo cubría. Eso sucedía religiosamente todas las noches cuando iba a besarlo.

Cuando el hijo despertaba y veía el nudo, sabía, a través de él, que su papá había estado allí y lo había besado. El nudo era el medio de comunicación entre ellos.

La directora se emocionó con aquella singular historia y se sorprendió aún más cuando constató que el hijo de ese padre era uno de los mejores alumnos de la escuela.

El hecho nos hace reflexionar sobre las muchas formas en que las personas pueden hacerse presentes y comunicarse entre sí.

Aquel padre encontró su forma, que era simple pero eficiente. Y lo más importante es que su hijo percibía, a través del nudo afectivo, lo que su papá le estaba diciendo.

Algunas veces nos preocupamos tanto con la forma de decir las cosas que nos olvidamos de lo principal, que es la comunicación a través del sentimiento.

Simples detalles como un beso y un nudo en la punta de una sábana, significaban, para aquel hijo, muchísimo más que regalos o disculpas vacías. Es válido que nos preocupemos por las personas, pero es más importante que ellas lo sepan, que puedan sentirlo.

Para que exista la comunicación es necesario que las personas “escuchen” el lenguaje de nuestro corazón, pues, en materia de afecto, los sentimientos siempre hablan más alto que las palabras. Es por ese motivo que un beso, revestido del más puro afecto, cura el dolor de cabeza, el raspón en la rodilla, el miedo a la oscuridad.

Las personas tal vez no entiendan el significado de muchas palabras, pero saben registrar un gesto de amor. Aunque ese gesto sea solamente un nudo: Un nudo lleno de afecto y cariño…

La Verdadera Riqueza

Una vez un padre de una familia acaudalada llevó a su hijo a un viaje por el campo, con el firme propósito de que su hijo viera cuan pobre era la gente del campo.

Estuvieron por espacio de un día y una noche completa en una granja de familia campesina muy humilde. Al concluir el viaje y de regreso a casa el padre le pregunta a su hijo: – ¿Qué te pareció el viaje? – Muy bonito papá! – ¿Viste qué tan pobre puede ser la gente? – Si! – Y, ¿qué aprendiste? – Vi que nosotros tenemos un perro en casa, ellos tienen cuatro. Nosotros tenemos una piscina que llega de una pared a la mitad del jardín, ellos tienen un riachuelo que no tiene fin. Nosotros tenemos unas lámparas importadas en el patio, ellos tienen las estrellas. El patio llega hasta la pared de la casa del vecino, ellos tienen todo un horizonte de patio. Ellos tienen tiempo para conversar y estar en familia, tu y mi mamá tienen que trabajar todo el tiempo y casi nunca los veo.

Al terminar el relato, el padre se quedó mudo…. y su hijo agregó: -Gracias papá, por enseñarme lo ricos que podemos llegar a ser!!!

La Rosa y la Mendiga

Durante su estadía en la ciudad de París, el poeta alemán Reinero María Rilke pasaba todos los días por un lugar donde se hallaba una mendiga. Ella estaba sentada, espaldas a un muro de una propiedad privada, en silencio y aparentemente sin interés en aquello que solía ocurrir a su alrededor.

Cuando alguien se acercaba y depositaba en su mano una moneda, rápidamente con un ademán furtivo guardaba ese tesoro en el bolsillo de su desgarbado abrigo. No daba nunca las gracias y nunca levantaba la vista para saber quién fue el donante. Así estaba, día tras día, echada de espaldas contra aquella pared.

Un día, Reinero María pasó con un amigo y se paró frente de la mendiga. Sacó una rosa que había traído y la depositó en su mano. Aquí pasó lo que nunca había ocurrido: la mujer levantó su mirada, agarró la mano de su benefactor y, sin soltarla, la cubrió de besos. Enseguida se levanta, guarda la rosa entre sus manos y lentamente se aleja del lugar.

Al día siguiente no se encontraba la mujer en su lugar habitual y tampoco durante el día siguiente y el subsiguiente; y así durante toda una semana. Con asombro, el amigo le consulta a Reinero María acerca del resultado tan angustiante de su dádiva.

Rilke le dice:

– “Se debe regalar a su corazón, no a su mano.”

Tampoco se aguantó el amigo la otra pregunta acerca de cómo haya vivido la mendiga durante todos estos días, ya que nadie ha depositado ninguna moneda en sus manos.

Reinero María le dijo:

– “De la rosa”.

La Verdadera Riqueza

Una vez un padre de una familia acaudalada llevó a su hijo a un viaje por el campo, con el firme propósito de que su hijo viera cuan pobre era la gente del campo.

Estuvieron por espacio de un día y una noche completa en una granja de familia campesina muy humilde. Al concluir el viaje y de regreso a casa el padre le pregunta a su hijo: – ¿Qué te pareció el viaje? – Muy bonito papá! – ¿Viste qué tan pobre puede ser la gente? – Si! – Y, ¿qué aprendiste? – Vi que nosotros tenemos un perro en casa, ellos tienen cuatro. Nosotros tenemos una piscina que llega de una pared a la mitad del jardín, ellos tienen un riachuelo que no tiene fin. Nosotros tenemos unas lámparas importadas en el patio, ellos tienen las estrellas. El patio llega hasta la pared de la casa del vecino, ellos tienen todo un horizonte de patio. Ellos tienen tiempo para conversar y estar en familia, tu y mi mamá tienen que trabajar todo el tiempo y casi nunca los veo.

Al terminar el relato, el padre se quedó mudo…. y su hijo agregó: -Gracias papá, por enseñarme lo ricos que podemos llegar a ser!!!