Los temas raciales, étnicos y culturales están hirviendo en Europa, aunque con la olla tapada. Aquí en Dublin, por ejemplo, tienen actividades varias veces al año en contra del racismo. Una cosa buena, en sí misma, pero también un indicativo de la conciencia que hay de un problema que va caminando como en subterráneo, y que tendrá que hacer erupción en algún momento.
No es de alegrarse, pero…
La Constitución Europea es un feto abortado. Uno más. Uno entre muchos.
Las circunstancias, a pesar de la cortesía, dejan ver las tensiones de fondo. Es cosa embarazosa ver a gente tan ilustre y elegante echarse culpas mutuamente. Periodista Digital del 14 de septiembre de 2003 lo refleja con crudeza muy española: “Empantanados en la lucha por el reparto del poder, los líderes europeos de los 25 (los Quince más los diez candidatos) fueron incapaces de pactar el texto de la primera Constitución europea y se fueron a casa lanzándose entre ellos todo tipo de amenazas.” Quizá las cosas se pueden decir con más diplomacia pero no cabe duda de un punto: se trataba de asegurar poder.
La Otra Cara de la Inmigración
Nosotros, los que venimos de fuera, los outsiders fácilmente nos sentimos amenazados por fuera y por dentro.
Por fuera, en la medida en que te encuentras en un mundo de inseguridades y seguramente en una lengua que no es la tuya. Todo tienes que aprenderlo, y aprenderlo rápido. Muchas veces piensas que vas a decir lo que no conviene, o que no vas a entender lo que te indican o te piden, o que algo que no conoces o no podrás superar te acecha. Se ha hablado por eso del “stress” del recién llegado (y yo un poco lo conozco, créanme…)
Por dentro, en cambio, nos amenazan nuestras inseguridades, la calidad borrosa de nuestras metas, los afectos que se van disolviendo en brumas de olvido, la fe que trata de patinar y escabullirse a veces…
Elogio de Europa
Hay lugares donde se siente palpitar el alma de un país. Así, por ejemplo, es imposible no sentir a los Estados Unidos junto a la estatua de la libertad, o no sentir a Francia junto a la torre Eiffel. Llega un punto en que se consuma una especie de “fusión” entre el lugar y su historia, de un lado, y del otro, el fluir de la vida de aquellos que le han llenado con sus voces, sus problemas y sus sueños.